En el Vaticano, las obras de la Sala de Constantino han finalizado. Participaron 14 restauradores y fueron financiadas por mecenas, en particular la sucursal neoyorquina de los Mecenas de las Artes de los Museos Vaticanos. La obra fue necesaria debido al paso del tiempo, pero también a las restauraciones poco respetuosas realizadas principalmente en el siglo XIX.
Pero incluso antes de que los especialistas se pusieran manos a la obra, se había realizado un estudio previo de los frescos. Fabio Morresi, jefe del departamento de investigación científica de los Museos Vaticanos, explica que estudió "centímetro a centímetro toda la superficie" de los muros y la bóveda, más de 500 metros cuadrados.
La "técnica experimental" de Rafael
Gracias a esta meticulosa investigación, los equipos de los Museos pudieron reconstruir la cronología de la ejecución de las obras, según informa el restaurador Fabio Piacentini. La historia de la creación de la sala es agitada. Los frescos fueron encargados al pintor Rafael por el Papa León X (Juan de Médici) al final de su pontificado. Sin embargo, el hombre apodado "el Divino" por sus contemporáneos murió repentinamente de malaria en 1520, sin haber podido completar su obra.

Antes de su muerte, el pintor dejó el dibujo completo (a escala real) del proyecto, pero sobre todo logró crear en la pared de la sala dos alegorías que representan la Justicia y la Gentileza, utilizando pintura al óleo, algo que nadie sabía hacer en aquella época, excepto Leonardo da Vinci. El estudio de la sala permitió descubrir el secreto de esta "técnica experimental": el uso de numerosos clavos ocultos, que servían para fijar la resina natural utilizada como soporte de la pintura.
Aunque algunos investigadores creían previamente que Leonardo da Vinci pudo haber transmitido su arte a Rafael durante uno de sus encuentros en Florencia o Roma, el descubrimiento de esta técnica completamente nueva ha demostrado que esta teoría es una fantasía, enfatiza Fabio Piacentini. El restaurador explica que el trabajo ha demostrado que Rafael pretendía usar su técnica en toda la sala, pero que sus alumnos no lograron reproducir el gesto del maestro y recurrieron al método tradicional del fresco, preservando las dos alegorías del maestro como reliquias.
Tras una pausa durante el breve pontificado de Adriano VI, la obra fue finalmente terminada en 1524, bajo el reinado de Clemente VII (Julio de Médici, primo de León X), por los discípulos del famoso pintor. En 1582, la sala se completó con la creación, en la bóveda, del Triunfo de la Religión Cristiana, obra del pintor siciliano Tommaso Laureti.
Una sala que da testimonio del poder de los papas
Fabrizio Biferali, conservador del Departamento de Arte de los Siglos XV y XVI de los Museos Vaticanos, recordó la importancia de esta sala, que durante mucho tiempo fue un espacio público, a diferencia de las otras tres salas pintadas por Rafael, dedicadas a las actividades privadas del Papa. La cuarta sala, de mayor tamaño, ha albergado durante mucho tiempo consistorios, reuniones del Papa y cardenales en las que se toman decisiones cruciales para la política de la Iglesia, así como las de monarcas, como Carlos V en 1536.
La decisión de representar la vida del emperador Constantino en los muros transmite "un mensaje principalmente político", explica Fabrizio Biferali. Desde una perspectiva histórica, relata el "extraordinario traspaso de testigos entre la Roma de los Césares y la Roma de los Papas".
El primer fresco, La Visión de la Cruz, representa la aparición del símbolo cristiano, el crisma, al emperador romano Constantino en el año 312, poco antes de enfrentarse al ejército de su oponente político Majencio en la batalla del Puente Milvio, tema del segundo fresco. Los otros dos frescos representan el bautismo de Constantino por el Papa Silvestre, seguido de la Donación de Roma, una escena inspirada en una falsificación legal —"La Donación de Constantino"— que afirma que el emperador ofreció a los papas el control de Roma y su imperio.
En estas escenas, destaca Fabrizio Biferali, la "primacía papal sobre la dignidad imperial" se ve resaltada por la "postración del emperador" ante el Papa. En uno de los frescos, Silvestre tiene los rasgos de Clemente VII, el segundo comisario de la obra, para subrayar la relevancia de este legado.

Una sala abierta al público
Pero el mensaje se ve especialmente reforzado por el Triunfo de la Religión Cristiana pintado en el techo. La obra muestra un crucifijo de bronce que "simbólicamente destroza y destruye" un ídolo pagano. Se trata del dios Mercurio, "símbolo de la elocuencia pagana", enfatiza el curador. Recordando que en el momento de su creación ya se había celebrado el Concilio de Trento (1545-1563), la sala, según él, expresa ahora no solo el poder de los papas, sino también la "victoria de la Iglesia militante sobre la herejía protestante", al favorecer la eficacia didáctica.
"Hoy es una sala diferente", celebra la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta, afirmando que no había estado así "desde el siglo XVI". Destaca los esfuerzos realizados durante estos diez años de restauración para garantizar que parte de la sala permanezca visible para los visitantes. "No podemos decir qué habría hecho Rafael si hubiera vivido tanto como Miguel Ángel o Leonardo da Vinci, pero sí podemos afirmar que esta sala nos ha dejado su legado", concluye.
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