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La asombrosa manera en que esta pareja fue llamada a adoptar

Mathis, Stéphanie et Nicolas.

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Cécile Séveirac - publicado el 26/06/25
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Stephanie y Nicolas recibieron una llamada interior para adoptar a un niño con síndrome de Down. Un año después, Mathis llegó a sus vidas y "nunca ha sido una carga"

Nicolas y Stephanie hicieron una apuesta ambiciosa. Algunos dirían incluso que una locura total. Después de haber tenido cinco hijos, esta pareja de unos 50 años decidió adoptar a un niño con síndrome de Down. Pero la decisión no fue improvisada, explican a Aleteia. "Fue una llamada".

Una llamada interior, urgente y desconcertante. Durante la confirmación de su hija mayor, en 2007, a Stephanie le asaltó un pensamiento repentino: "Adoptar un niño con síndrome de Down". Una voz clara y límpida, como si le hubiera llegado directamente al hemisferio izquierdo del cerebro, dice.

"Fue como si me cayera un rayo. Luché toda la Misa. Intentaba estar presente, pero esta idea daba vueltas y vueltas en mi cabeza".

Una vocación compartida

Durante varios días, guardó este fuego secreto en su interior, temiendo la reacción de su marido. Porque a Nicolás, con cada embarazo, le había invadido el miedo al anuncio de una discapacidad.

Y, sin embargo, al cabo de tres días, una noche antes de acostarse, decidió dar el paso. Nicolas se le adelantó: "Quieres un sexto hijo". Stephanie asintió. Cuando abrió la boca para decirle exactamente lo que quería, Nicolas continuó: "¿Quieres adoptar… un niño con síndrome de Down?"

La emoción los embargó a ambos. "Lloramos. Era como si algo nos sobrepasara por completo".

Cogieron una hoja de papel y enumeraron los pros y los contras. Los contras eran muchos, pero la llamada no les dejaba marchar. Entonces empezó un proceso de discernimiento, seguido de trámites administrativos. Tras recibir el visto bueno de sus hijos, Stephanie y Nicolas solicitaron la aprobación para acoger en su casa a un niño discapacitado.

Un año más tarde, justo cuando la pareja se disponía a hacer un viaje para celebrar su aniversario de boda, una nueva intuición asaltó a Stephanie. "Tuve la impresión de que debíamos quedarnos cerca y no marcharnos, como si fuera a ocurrir algo".

Cancelaron el viaje. Dos semanas más tarde, el Viernes Santo, a las tres de la tarde, recibieron una llamada telefónica:

"Nuestro pequeño nos estaba esperando".

Un regalo de Dios

Mathis tenía cinco meses y medio. Su nombre de pila significa "regalo de Dios". Para la pareja, no se trata de una coincidencia. "Nos encontramos con tantas señales sobrecogedoras que nos dimos cuenta de la Providencia que había detrás de todo", recuerda Nicolas. El pequeño fue acogido en su nuevo hogar.

"No intentamos averiguar qué era el síndrome de Down. Acogimos a un niño y punto". Tranquilo, frágil, silencioso. Mathis no habla, no muestra afecto de forma táctil. No da abrazos. Tiene rasgos autistas que desmienten los tópicos del "niño con síndrome de Down bola de amor". Y, sin embargo, les ha transformado.

"Nos ha convertido en padres de una forma que aún no éramos. Mathis nunca ha sido una carga. No es una limitación".

"Asistencia activa para morir", una amenaza para las personas vulnerables

Originarios de Francia, país donde se debate una ley sobre la legalización del suicidio asistido, Stephanie y Nicolas están preocupados. Desde hace varias semanas, se alzan voces de todas partes denunciando el riesgo de una deriva hacia la legalización de la "asistencia activa a la muerte".

Se propusieron enmiendas destinadas a excluir explícitamente a las personas con discapacidad intelectual del ámbito de aplicación de la ley, pero fueron rechazadas durante los debates parlamentarios. Lo mismo ocurrió con las enmiendas que proponían impedir el acceso al suicidio asistido o a la eutanasia a las personas bajo tutela. Es un punto ciego preocupante.

"Esta ley nos asusta. La vaguedad que crea corre el riesgo de ejercer una presión inmensa sobre las personas con discapacidad. Es increíblemente violenta", dicen los padres de Mathis. Piden que se tomen medidas: "La vulnerabilidad no debe convertirse nunca en un criterio de exclusión de la vida".

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