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Caimanes, serpientes y fuertes corrientes: la vida de un capuchino en la Amazonia

Frei Paolo Maria
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Redacción de Aleteia - publicado el 26/06/25
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En la Amazonia brasileña, tierra de frontera, fray Paolo María comparte los esfuerzos y las pruebas necesarias para difundir el Evangelio en esta vasta región

Fray Paolo Maria Braghini regresaba a su misión una tarde después de ir a comprar provisiones al pueblo. De repente, una nube comenzó a oscurecer el hermoso cielo azul sobre la selva amazónica. Inmediatamente se desató una fuerte tormenta. Debido a la poca visibilidad, una embarcación grande que pasaba no vio la pequeña embarcación de Fray Braghini, que volcó por una ola.

El fraile y un miembro de la tribu indígena ticuna que lo acompañaba fueron arrastrados hasta el fondo del río. Con gran esfuerzo, lograron nadar hasta la orilla y, exhaustos, se pusieron a salvo. Pero con hormigas, mosquitos y otros insectos peligrosos acechando, detenerse a descansar era un lujo que no podían permitirse.

Caminaron en la oscuridad durante más de una hora hasta que finalmente encontraron una comunidad indígena que los acogió.

“Fue por la gracia de Dios que sobrevivimos. Hay casos similares de personas que se han ahogado debido a la fuerza de las corrientes”, dice el fraile capuchino.

Una misión peligrosa

Lo que para algunos sería la aventura de su vida fue, sin embargo, solo un día más de trabajo para Fray Braghini. El misionero italiano llegó a la Amazonía en 2005 y fue enviado a la parroquia de san Francisco de Asís, en la aldea de Belém do Solimões, en la frontera entre Brasil, Colombia y Perú.

Actualmente atiende a 72 comunidades dispersas en un sistema de pequeños ríos.

A lo largo de los años, ha tenido encuentros peligrosos con caimanes, su cuerpo ha estado cubierto de hormigas rojas y ha tenido que cargar a una mujer mordida por una yarará. ¡Sin mencionar las innumerables veces que su bote se ha averiado y ha empezado a flotar con la corriente del río!

Frei Paolo Maria missionário ticuna

"Los accidentes son parte de la vida. Una vez, vimos lo que parecía un árbol arrastrado al río por una tormenta. Al acercarnos, abrió los ojos. Era un caimán enorme. Casi se me sale el corazón de la boca, recuerda el fraile".

Primer sacerdote en visitar y celebrar bautismos

Fray Braghini habla de las condiciones que encontró:

"Cuando llegamos a Belém do Solimões, encontramos una parroquia que llevaba 15 años abandonada. No había sacerdote ni servicios religiosos, y solo un puñado de laicos mantenía viva la fe. En algunas comunidades, fui el primer sacerdote en oficiar bautismos. Había mucha violencia, alcoholismo y altas tasas de suicidio entre los jóvenes. Nos dimos cuenta de que clamaban por ayuda, por oportunidades. Empezamos con pequeñas iniciativas, como clases de música, enseñándoles a tocar la guitarra y a coser, y poco a poco, creamos nuevas iniciativas pastorales y la evangelización se intensificó".

Gran ayuda en la difusión del Evangelio

Los ticuna son la tribu indígena más numerosa a la que sirven los capuchinos, con una población de 40 mil habitantes. Las semillas sembradas por el Evangelio en la inmensidad de la Amazonía ya están dando frutos.

Las comunidades de Belém do Solimões celebran en su propio idioma todos los domingos, además de impartir catequesis. La región también alberga al primer diácono ticuna, y otros miembros de pueblos indígenas asisten actualmente al seminario.

Braghini explica:

"Nuestra gran fortaleza siempre ha sido que creemos en ellos, que pueden y deben ser líderes y pastores de sus propias comunidades, en su propio idioma y con su hermosa cultura. Sienten y comprenden que creemos en ellos, que los amamos y valoramos.

Estamos aquí intentando escuchar la voz de Dios, que clama a través del pueblo. También les pedimos que oren por nosotros. No es fácil ser misionero en estas tierras. Los desafíos son muchos y grandes. Oren por todos nosotros, por los misioneros en la Amazonía y en todo el mundo".

A unos mil 600 kilómetros de Manaos y a pocas horas en barco de la frontera con Perú y Colombia, la aldea de Eware I y II se encuentra en una zona demarcada donde se requiere permiso de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (FUNAI) para ingresar. Es una de las aldeas más grandes del Amazonas, con una población de casi 5 mil habitantes.

El único medio de comunicación entre las comunidades indígenas es el río, y el transporte se realiza en canoas de madera. No hay teléfono fijo, y el único medio de contacto digital es la conexión a Internet que se utiliza en la escuela de informática, un proyecto de Cáritas.

Encuentro de culturas

Para Fray Paolo, realizar esta labor es una lección de fe y esperanza. En una entrevista con la Red Imaculada de Comunicación, afirma:

"Es un gran privilegio vivir entre pueblos indígenas que, lamentablemente, son víctimas de muchos prejuicios. Es un inmenso tesoro compartir la vida con estas personas. Viven verdaderamente el carisma de la fraternidad y son personas muy trabajadoras. La mayoría de las familias viven de la agricultura y la pesca.

Tienen una conexión impresionante con la naturaleza, y los franciscanos aprendemos aquí el valor de esta relación entre las criaturas y la creación, como nos enseñó san Francisco".

Un punto destacado de su misión es el proyecto de rescate y valorización de la cultura indígena a través de las canciones. Fray Paolo explica:

"Su lengua materna es el ticuna, un idioma aislado y difícil. Es diferente a cualquier otro idioma en América. Por eso, durante muchos años se sintieron excluidos de la Iglesia y de la diócesis local por no poder interactuar. Desde que llegamos, vimos que era esencial para ellos cantar y rezar en su propio idioma. Tradujimos algunas canciones y oraciones, como el Ave María. Hoy contamos con una enorme colección de canciones, unas 200 canciones bíblicas traducidas por ellos".

Lenguaje de evangelización

El proyecto de traducir las Sagradas Escrituras está en marcha, pero la Biblia infantil ya está traducida y se utiliza en los grupos de catecismo del pueblo.

Para Fray Paolo, una voz divina confirma su trabajo y lo anima a continuar por este camino.

"Toda la Iglesia quiere que tomemos conciencia de que Dios se hizo carne y de que cada cultura debe ser respetada en todas sus dimensiones. Para nosotros, el Sínodo fue un gran estímulo. Ya intentábamos avanzar en esta dirección, y cuando llegó la voz de la Madre Iglesia, nos sentimos tan felices y animados que ahora no tenemos miedo".

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