Jugar solo no significa aislarse. Más bien, es una oportunidad para que los niños exploren por su cuenta, para que creen sin intervención externa. Poco a poco, descubren que pueden llevar una idea hasta el final, organizar sus propios juegos y resolver sus pequeños problemas.
En una rutina diaria a menudo interrumpida por instrucciones, pantallas o actividades supervisadas, esta capacidad se convierte en un verdadero punto de referencia. En su libro Jouer, un moteur pour la vie (El juego, motor de vida), el psiquiatra Patrice Huerre explica que "el juego desempeña un papel esencial en el desarrollo cognitivo, afectivo y psicológico del niño".
Unos sencillos ajustes pueden marcar la diferencia. He aquí cuatro de ellos, a adaptar según la edad y el temperamento.
1Crear un espacio adecuado

No siempre es fácil que un niño se dedique al juego libre si el entorno no lo propicia. Un rincón bien identificado -una mesa despejada, una estantería baja, una alfombra en un lugar tranquilo- puede ser suficiente. No se trata de reorganizarlo todo, sino de que los juegos sean visibles, accesibles y fáciles de guardar.
Este marco claro les ayuda a jugar sin depender de un adulto. El juego libre requiere espacios de juego bien preparados.
2dejar que el niño se aburra
A menudo se considera que el aburrimiento es un vacío que hay que evitar, cuando en realidad puede ser un factor desencadenante. Un niño que no está constantemente ocupado aprende a buscar, probar e inventar. Si todo está previsto para ellos, permanecen en una posición de espera.
Y en estos momentos "vacíos" es cuando nacen los impulsos creativos. Dejar el tiempo desorganizado, sin pantalla, sin instrucciones, no es un abandono: es una apertura. Esta vacilación, incómoda para los adultos, suele ser fructífera para los niños. Al principio no pasa nada... luego llegan las ideas.

3Ampliar la duración gradualmente

Jugar solo no es algo que se pueda improvisar. Un niño que siempre ha jugado con un adulto no se quedará solo una hora seguida. Es mejor empezar con diez minutos, con un juego sencillo y familiar, y luego ampliar gradualmente el tiempo. El niño se acostumbrará, descubrirá que puede seguir sin ayuda y empezará a disfrutar.
Este ritmo gradual es la clave. Garantiza que el niño no experimente este tiempo como algo que le margina, sino como un espacio para explorar a su propio ritmo. Se sienten competentes, y es esta sensación la que les anima a empezar de nuevo.
4Dar ejemplo
Los niños aprenden primero por imitación. Si un adulto se sienta a hacer un puzzle, un juego de lógica o un crucigrama, da legitimidad a este tipo de actividad tranquila. El niño ve que es posible jugar solo, y lo disfruta. Comprende que este tiempo no es un castigo ni una forma de aburrimiento, sino una manera normal y agradable de ocuparse.
Invitar a un niño a jugar solo no significa retirarse, sino darle espacio para que pruebe cosas por sí mismo. Este tiempo independiente no excluye en absoluto los momentos compartidos: leer juntos, charlar, jugar juntos siguen siendo esenciales. Pero saber ocuparse solo, aunque sea unos minutos, es una habilidad preciosa que se construye poco a poco y que proporciona muchos servicios: a ellos y a los que les rodean.


