Lo de María Zhang con el catolicismo fue un flechazo fulminante que además atravesó a toda su familia.
Nacida en la ciudad china de Shangqiu, vivía dedicada a su esposo y a sus cinco hijos cuando sufrió una grave enfermedad. En ese momento difícil de vulnerabilidad, una mujer cristiana la ayudó y le mostró a Jesucristo. También la acompañaron unos misioneros agustinos recoletos que evangelizaban donde vivía.
María vivió una revolución interior, conoció el Evangelio y la fe, y lo compartió con su familia.
Así, el 1 de julio del año 2007 fue bautizada junto a sus cuatro hijas. Unos meses después, en Navidad, recibieron el bautismo su marido y su hijo.
Poco después, sus cinco hijos se consagraron totalmente a Dios con el carisma de san Agustín (el del Papa León XIV).
Pronto, María quedó viuda. Al principio se dedicó al apostolado como terciaria agustina recoleta. Pero después, sintió la llamada a la vida contemplativa.
Monja Agustina
Como tenía una hija misionera en España, viajó a la provincia de Salamanca el año 2015 para entrar en el convento de las agustinas recoletas de Vitigudino.
Tenía 56 años y no sabía español, pero con su sonrisa conquistó muy pronto a toda la comunidad, explica a Aleteia la superiora. “La apreciamos mucho, la queremos como una hermana”, añade.

Diez años después, el 13 de mayo del 2025, selló su profesión solemne. Su consagración definitiva a Dios se celebró en la capilla del Monasterio de Santo Toribio de Liébana, en una Misa presidida por el obispo de Salamanca, José Luis Retana.
“Soy feliz” son las primeras palabras que aprendió en español (lengua que todavía no domina) y las repite con paz.
La semana que viene viajará a China para visitar a sus hijos y un mes después volverá a retomar su vida de clausura dedicada a la oración y la fraternidad.
En el Monasterio de Santo Toribio de Liébana de Vitigudino conviven actualmente 16 hermanas de distintos países: España, Tanzania, Guatemala, Perú, Venezuela y China.


