Dos de las estrellas de Hollywood con un catolicismo más arraigado, Mel Gibson y Mark Wahlberg, que ya habían trabajado como compañeros de reparto en dos ocasiones (la comedia Dos padres por desigual y el drama El milagro del padre Stu), se reunieron de nuevo para que el primero dirigiera al segundo. El resultado es Flight Risk, titulada en castellano Amenaza en el aire, una cinta corta y sin otra pretensión que la de entretener durante los 85 minutos que dura su trama.
Se trata de una de esas películas claustrofóbicas donde los personajes se pasan encerrados todo el metraje, y de las que hay ilustres precedentes: el autobús de Speed, la cabina telefónica de Última llamada, el ataúd de Buried o los coches de Locke y de la reciente Blindado, por citar algunas. Suelen ser filmes de hora y media en los que no caben tiempos muertos y el asunto va al grano. En esa categoría encaja el nuevo trabajo de Gibson como director, que no se ponía tras las cámaras desde 2016, cuando estrenó Hasta el último hombre.

Madolyn (Michelle Dockery) es una oficial de policía encargada de custodiar a Winston (Topher Grace), un contable que se ve obligado a testificar en contra de la mafia tras su arresto en Alaska. Primero deben volar hasta Anchorage en avioneta. El piloto se presenta como Daryl (Mark Wahlberg). Éste no tardará en descubrir su verdadera identidad: no es el aviador oficial del transporte sino un sicario cuya misión consiste en eliminar al testigo. Lo que describe la cinta es cómo se resuelven las situaciones de tensión y violencia durante el vuelo. En realidad la avioneta es igual que una jaula en la que han metido a un tigre con dos animales menos feroces.
No se puede contar mucho más porque la sinopsis es así de sencilla y porque caeríamos en demasiados spoilers. Flight Risk no es la clásica gran película a la que Gibson nos tiene acostumbrados como director: su carrera de cineasta suele apostar por filmes más complejos, con espacio para personajes torturados por dentro y por fuera y mucha espectacularidad. En cambio estamos ante un largometraje pequeño, modesto, rodado solo para entretener al espectador y seguramente con el propósito de reunir dinero para poder rodar esa esperadísima secuela: La Resurrección de Cristo. Sin embargo algunos espectadores nos vemos todo lo que hacen Gibson y Wahlberg, ya sea juntos o por separado.
Culpa, redención y arrepentimiento

Lo que sí garantizamos es que el espectador estará pendiente durante esa hora y media de lo que hacen los personajes, sobre todo gracias al trabajo de Wahlberg, que aquí logra componer un personaje de villano muy desagradable y con trazos de psicópata: todo un reto para un actor que solo había encarnado al malo en un filme de 1996, cuando aún no había alcanzado la fama en el cine.
Un espectador torpe será incapaz de percibir que, a pesar de la poca duración y de la trama propia de una novela corta de suspense, Gibson sí aprovecha para introducir algunas de sus temáticas favoritas en los tres personajes.
Madolyn es una agente que arrastra la culpa de un error que cometió en el pasado: esta misión es su nueva oportunidad para redimirse y conseguir que su testigo no acabe muerto, algo habitual en el cine policiaco; sabe que solo así podrá curar la herida de aquel caso que salió mal.
En cuanto a Winston, al notar que camina al filo de la muerte comienza a arrepentirse de haber dedicado sus esfuerzos a colaborar con la mafia; en una escena pide que, si se salva, será bueno y se convertirá en sacerdote; en otra, habla de su madre y le pide a la agente que, si él muere, se encargue de decirle que al final hizo lo correcto. Es otro personaje con complejo de culpa, pero a él sólo le acomete al verse en peligro: carece, por tanto, de la misma naturaleza que Madolyn.
Respecto a Daryl, encarna al mal absoluto: es un tipo sin moral y sin escrúpulos que ni siquiera es capaz de demostrar culpa o arrepentimiento en los instantes en que su pellejo corre peligro.
Esas temáticas sobre los valores son las que aportan algo de entidad a la película, junto al humor que aporta el personaje del testigo arrepentido.


