"Es la tercera vez que vengo. Dada mi edad, seguramente sea la última". Anna Maria parece agotada. Sentada en la plaza de la iglesia de Santa María la Mayor, azotada por un viento húmedo, esta octogenaria argentina se recupera lentamente de su reencuentro con Carlo Acutis. Durante un largo rato, ha confiado sus penas ante los restos mortales del joven italiano fallecido en 2006.
"Es un chico tan cercano a Dios. Ha hecho milagros", explica con sobriedad la señora, con el rostro cargado de emoción. Milagros: eso es precisamente lo que ha venido a pedir aquí, a esta colina de Umbría, a más de 11 mil kilómetros de su casa en Rosario. "Mi marido tiene cáncer. Pero lo que más me duele es mi hija: no puede tener hijos", confiesa. Es por ella por quien Anna Maria ha vuelto a cruzar el Atlántico para rezar al futuro santo. "En mi país, Carlo Acutis es muy conocido entre los jóvenes. Por la enfermedad de mi marido, una amiga trajo a casa un mechón de pelo de Carlo. Rezamos ante esta reliquia", recuerda.

En la explanada, no lejos de Anna Maria, ocho jóvenes vestidas con ropa deportiva blanca no pasan desapercibidas. A pesar del frío primaveral que aún persiste en Italia, todas lucen camisetas ajustadas con una foto de Carlo Acutis impresa. "Venimos de Londres", dice una de ellas, mientras sus otras siete compañeras la llaman para hacerse una foto delante de un gran retrato del beato.
"Me gusta mucho Carlo... ¡Pero estoy aquí por Jesús!·, asegura la británica, que interrumpe la conversación cuando ve salir a un sacerdote de la iglesia. "¿Puede bendecir estos objetos?", pregunta mientras le muestra sus últimas compras con la imagen de Carlo Acutis. El sacerdote accede de buen grado. Es estadounidense y acompaña a un grupo de peregrinos californianos. "Es un honor estar aquí", insiste el padre Valentín. "Mientras la Iglesia en Occidente pierde fuerza y la secularización se extiende por el mundo, venimos a inspirarnos en este joven modelo que tenía una devoción especial por la Eucaristía", continúa el sacerdote cuarentón. Sus ojos brillan cuando evoca los recientes éxitos de los congresos eucarísticos en Estados Unidos. "Carlo nos invita a reconectarnos con el Cielo", se regocija.

"Tendrá la impresión de que está vivo"

En el interior de la iglesia, al visitante le sorprende la austeridad de este lugar que fue la antigua catedral de Asís. Rebautizada en 2016 como "santuario de la austeridad", la iglesia conmemora la famosa escena en la que san Francisco se desnudó ante su padre para devolverle sus ropas. Aquí es donde se trajeron los restos de Carlo Acutis en 2019. Un año más tarde, su tumba se abrió por un lado para que los fieles pudieran venerar al beato a través de un cristal. Tumbado en ese bloque de piedra clara que parece suspendido entre la tierra y el cielo, el joven parece dormir con sus ropas de adolescente: zapatillas Nike, vaqueros y un polo.
Allí, en el lado derecho de la iglesia, el ambiente es recogido a pesar del flujo incesante de personas. Algunos peregrinos se arrodillan y pegan en el frío cristal una imagen, un rosario, una intención. Niños desconcertados tiran del brazo de sus padres para que les den explicaciones. Católicos venidos del otro extremo del mundo intentan tomar una foto; a cambio, reciben una mirada consternada de una valiente religiosa encargada de hacer respetar el lugar. A pocos centímetros de la tumba, una caja que recoge las intenciones de oración de los fieles se va llenando poco a poco.

De repente, entra un grupo escolar italiano. El silencio, que era lo habitual, se rompe. Al pasar delante del cristal, algunos jóvenes parecen nerviosos, otros esbozan sonrisas avergonzadas. "Yo no miro. ¡Me voy!", le susurra una adolescente a su compañera, apartando ostensiblemente la mirada del futuro santo. Sin embargo, en los minutos previos, antes de hacer entrar a su grupo en la iglesia, el monitor había preparado a los alumnos: "Cuando paséis por delante de la tumba, veréis el cuerpo de un adolescente y tendréis la impresión de que está vivo. Os lo digo: le han puesto una máscara en la cara".
"Es un poco extraño. Parece una muñeca", sonríe Eloi, de 7 años, que ha venido desde Oise con sus padres y su hermano pequeño. Christophe, su padre, está feliz de mostrar a sus dos hijos a un joven contemporáneo "muerto en olor de santidad". "Da ganas de conocerlo mejor", promete el joven Eloi. A su regreso a Francia, el niño seguramente volverá a leer el cómic sobre Carlo Acutis que su padre compró hace algún tiempo.

La tumba de Carlo modifica los flujos en Asís
Las nubes amenazantes acarician ahora la colina de Asís, pero los peregrinos y curiosos siguen acudiendo en masa a Santa María la Mayor. Cerca del pórtico se oyen lenguas exóticas. Después de una familia procedente de Corea, es una familia india la que se dispone a entrar. "Hemos venido seis para el Año Santo en Roma", explica Tom, padre de familia de mirada luminosa. Su madre, Merry, también tiene los ojos brillantes. Abrazando a su nieto mayor, confiesa sin rodeos: "He venido a rezar para que se parezca a Carlo Acutis". En Kerala, donde vive la familia, el carisma del adolescente milanés ha sido difundido por los salesianos, explica Tom.

"Aquí, en el santuario, sentimos un Pentecostés de lenguas", asegura Marina Rosati, responsable de comunicación de la diócesis de Asís. "Cada vez tenemos más sudamericanos y asiáticos, filipinos, coreanos, indios", continúa. En total, entre 2 mil y 3 mil personas entran cada día en esta iglesia de la Espoliación. El año pasado, un millón de visitantes pasaron por allí, y la canonización de Carlo Acutis debería reforzar el fenómeno.
Marina Rosati explica que el flujo de peregrinos en la ciudad se ha modificado tras la llegada de los restos mortales de Carlo. "El santuario se ha convertido en una parada obligatoria entre la basílica de santa Clara y la de san Francisco", observa la responsable. Cuando se le pregunta por qué tanta gente viene a rezar ante Carlo Acutis, la respuesta es inmediata: "Porque es un santo de nuestro tiempo. ¡Es un santo normal!"




