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La lucha entre el bien y el mal en el acontecimiento Guadalupano

Aparición de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac
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Luis Carlos Frías - publicado el 12/06/25
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Es importante resaltar que el mal nunca triunfa sobre el bien. La llegada de la Virgen de Guadalupe no es la excepción

Leer el Nican Mopohua es una delicia, no solo por su profundo contenido y significado, sino también por la belleza de su forma literaria. Tiene el estilo de san Juan Diego: humilde, sencillo y profundo. Su texto, siendo prosa, tiene un “sabor” poético único. Pero no es una narración color de rosa. Hay fragmentos muy fuertes que presentan la lucha entre el bien y el mal

Antes de entrar en ello, cabe destacar un simbolismo por demás significativo:

El oriente

El oriente siempre se ha identificado con Dios por ser el lado de donde nace el sol que nos ilumina. En la Sagrada Escritura encontramos frecuentemente este simbolismo: el jardín del Edén estaba al oriente, donde Dios colocó al hombre (Cf. Gn 2,8); Ezequiel vio la gloria del Señor venir de la parte de oriente (Cf. Ez 43,2), y también la vio entrar en el templo por el pórtico que mira al oriente (Cf. Ez 43,4); los magos venían del oriente buscando al Rey de los judíos, pues vieron aparecer su estrella en el oriente (Cf. Mt 2,1-2).

Este simbolismo no es absoluto, pues la misma Biblia da otros significados a este punto cardinal, pero sí es recurrente su uso en el sentido señalado. De esta misma tradición surgió el “orientar” los templos judíos, y posteriormente los cristianos, a fin de que, en estos últimos, el sacerdote celebre la santa Misa dando la cara hacia el oriente; hacia Jesús, el Sol que viene a danos la luz.

Actualmente, en nuestras culturas urbanas, ya no tenemos desarrollado el sentido de orientación pues las Apps de geolocalización y de mapas nos resuelven esta cuestión. Pero nuestros ancestros y gente del campo se orientan, de día, dirigiendo su cara hacia el sol naciente; es decir, al oriente (también conocido como este, naciente o levante).

Este simbolismo también está presente en el Nican Mopohua (NM). El número 11 señala que Juan Diego: “Tenía fija la mirada en la cumbre del cerrito, hacia el rumbo por donde sale el sol, porque desde allí algo hacía prorrumpir el maravilloso canto celestial”.

Este texto corresponde a los momentos previos a la primera aparición. En efecto, la Virgen está embarazada de Aquel que es el verdadero Sol que viene de lo alto “a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1,79).

La lucha entre el bien y el mal

Más adelante encontramos dos hechos que se suceden de manera simultánea:

Recordemos que, después de la segunda visita de Juan Diego al Obispo, éste último le pidió una señal a fin de creerle. Juan Diego acepta el encargo sin dudar ni vacilar (Cf. NM, 81). De inmediato se dirige al Tepeyac para llevar a la Virgen la petición del Obispo. El relato señala que este último “(...) ordenó a algunos criados, en quienes tenía gran confianza, que fueran detrás de él (de Juan Diego), que cuidadosamente lo espiaran a dónde iba, y a quién veía o hablaba” (NM, 82).

Llama la atención el hecho de que, al aproximarse al Tepeyac, los espías del Obispo perdieron de vista a Juan Diego, y aunque lo buscaron por todas partes ya no lo pudieron encontrar. Claro está que Juan Diego en ese momento estaba con la Santísima Virgen. Los criados estaban muy enfadados (Cf. NM, 85) al no lograr encontrar a Juan Diego así que regresaron furiosos. Esto es lo que le contaron al Obispo:

"(...) de manera que le fueron a insistir al Señor Obispo, le metieron en la cabeza que no le creyera, le inventaron que lo que hacía era solo engañarlo deliberadamente, que era mera ficción lo que forjaba, o bien que solo lo había soñado, solo imaginado en sueños lo que decía, lo que solicitaba. Y en este sentido se confabularon unos con otros, que si llegaba a volver, a regresar, allí lo habían de agarrar y castigar duramente para que otra vez ya no ande contando mentiras, ni alborotando a la gente".

(NM, 86-87).

Y mientras los criados, furiosos, realizaban tal maldad, Juan Diego estaba, como ya dijimos y por tercera vez, con la Virgen de Guadalupe. Gracias a este encuentro es que tenemos la preciosa imagen de nuestra madre santísima, siendo esta la señal que la Virgen envió al Obispo.

El triunfo del bien sobre el mal

apariciones de nuestra señora de guadalupe

Es importante resaltar que el mal nunca triunfa sobre el bien. La llegada de la Virgen de Guadalupe no es la excepción.

Sobre la natural (aunque providente) desconfianza del Obispo y la maldad de sus criados, se impuso la bondad de la Virgen que nos dejó en su imagen milagrosa un testimonio fehaciente de su amor y protección. El mismo Nican Mopohua da cuenta del efecto que su imagen suscitó en el pueblo:

“Y el señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la preciosa y venerada imagen de la preciosa Niña del Cielo. Tuvo a bien sacarla de su palacio, de su oratorio, donde estaba, para que toda la gente pudiera ver y admirar su maravillosa imagen. Absolutamente toda la ciudad se puso en movimiento ante la oportunidad de ver y admirar su preciosa y amada imagen. Venían a reconocer su carácter divino, a tener la honra de presentarle sus plegarias, y mucho admiraban todos la forma tan manifiestamente divina que había elegido para hacerles la gracia de aparecerse, como que es un hecho que a ninguna persona de este mundo le cupo el privilegio de pintar lo esencial de su preciosa y amada imagen”.

(n. 212-218)

La próxima vez que estés frente al ayate, en la “Casita sagrada” de la Virgen, su hermosa Basílica, considera que “su preciosa imagen” es prueba del triunfo del bien sobre el mal.

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