En Los niños de Winton, título en español de One Life, encontramos una escena que podría ser un guiño a Los dos Papas: Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, el primero como protagonista del largometraje y el segundo en un cameo, charlan de los viejos tiempos. Recordemos que Hopkins interpretó al Papa Benedicto XVI y Pryce al Papa Francisco; es curioso volver a verlos juntos y en papeles muy diferentes. Aquella era una historia sobre la fe, el catolicismo y los contrastes entre dos personas católicas.

La película que hoy nos ocupa, disponible en Prime Video, no tiene mucho que ver con la religión, pero sí con la fe en salvar vidas y el empeño en conseguirlo, cueste lo que cueste. En un momento determinado, cuando el personaje de Nicholas Winton confiesa que quiso haber socorrido a más personas pero no pudo, su amigo le replica: “Quien salva una vida, salva el mundo entero”: de ahí el título original, One Life. El filme retrata la historia verídica de cómo aquel hombre puso a salvo a casi 700 niños para impedir que la maquinaria brutal y asesina de Adolf Hitler los aplastase: consiguió sacarlos en trenes para que los acogieran familias de distintos países.
Año 1988. Nicholas Winton (Anthony Hopkins) vive la jubilación junto a su mujer, Grete (Lena Olin), en una casa atestada de informes y viejos documentos de la época de la Segunda Guerra Mundial. Cuando ella le pide que se deshaga de todo ese papeleo, el hombre comienza a recordar el origen de aquellos papeles, de aquellas fotos y de aquellas cartas y postales que conserva.
Año 1938. Nicky Winton (Johnny Flynn) es un agente de bolsa que vive en Londres y recibe una llamada de su amigo Martin (Ziggy Heath de joven y Jonathan Pryce en la madurez): le pide que vaya de inmediato a Praga. Allí se encontrará con guetos y campos de refugiados, la mayoría de ellos judíos, que viven en condiciones infrahumanas y sobre los que se cierne la sombra de Hitler y la inminencia de la guerra. Winton se compromete en seguida con la causa: necesitan sacar de allí a los niños y trasladarlos a otros países. El primer problema al que se enfrenta es la burocracia: cómo lograr el dinero para pagar los visados y el transporte, cómo conseguir que los países en los que busca ayuda acepten esa propuesta. En esa labor le ayudará, entre otras personas, su madre, Babi Winton (Helena Bonham Carter).

El coraje, la empatía y la humanidad de un hombre
Como señalábamos al inicio, Winton puso a salvo a casi 700 niños. Es en su madurez cuando aquellos niños, ahora envejecidos y asentados en Inglaterra y ya abuelos, contactan con él y le muestran su agradecimiento: pues Winton, como Oskar Schindler, salvó numerosas vidas.
Sin embargo, a él siempre le queda una espina: quizá pudo haber hecho más, aunque las circunstancias y la invasión de las tropas nazis se lo impidieron. Winton y sus colaboradores se jugaron sus pellejos en la empresa y éste es el mensaje que al final transmite la película: que algunas personas se salvan gracias a la humanidad de terceros, y la recompensa de éstos consiste en la satisfacción de salvar una o más vidas.
La película, que dirige James Hawes, especialista en episodios de series como Penny Dreadful, Genius, La niebla o Slow Horses, y hoy de actualidad con el estreno de Amateur, despliega la trama en dos tiempos narrativos. Las dos se van alternando, de manera que la parte central (la de la salvación de los niños) queda como un largo flashback para que entendamos el compromiso de Winton y sus intentos por contar su historia, décadas después, en algún medio de comunicación.
Es curioso el contraste entre las dos mitades del filme. Porque la parte de las vísperas de la Segunda Guerra Mundial es más bien fría, transmite poca emoción, como si el cineasta quisiera apartarse de las emociones y las lágrimas que provocó Steven Spielberg con La lista de Schindler. Y, sin embargo, la segunda, con ese Hopkins maquillado para parecer más viejo, y especialmente en su último tramo, es bastante emotiva. Más cálida. O quizá sea porque la interpretación de Hopkins supera al resto del elenco: él trasmite muy bien ese dolor y esa impaciencia de no haber conseguido hacer más por el prójimo.
Se trata, por tanto, de una película con altibajos, pero que trata un drama que, por desgracia, nunca pasa de moda: lo que ocurre con las víctimas civiles en tiempos de guerra y de dictaduras, y cómo algunas logran vivir gracias al coraje y la compasión de unos pocos.

