En las Sagradas Escrituras hay cuatro manifestaciones visibles del Espíritu Santo: aparece en el bautismo de Cristo como paloma (Lc 3,22), en la Transfiguración de Jesús como nube (Lc 17,5), como viento en el Cenáculo (Hch 2,2) y, por último, como lenguas de fuego (Hch 2,3).
Si bien se pueden decir muchas cosas sobre estas manifestaciones, el Espíritu Santo, considerado como fuego, ocupa un lugar particular en nuestra tradición. El fuego calienta, ilumina y purifica. Estas propiedades del fuego nos hablan de la obra propia del Espíritu Santo.
“Entonces se les aparecieron lenguas como de fuego, que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo…" (Hechos 2,3-4)
Descubre en este video por qué el fuego es una de las manifestaciones más poderosas y reconocidas del Espíritu Santo.


