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La tentación de la añoranza por una vida frívola

Familia
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Mónica Muñoz - publicado el 03/06/25
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Mons. José Ignacio Munilla hace una reflexión sencilla acerca de un video breve refiriéndose al valor del sacrificio, la tentación y la vida frívola.

La vida actual nos desvía de lo verdaderamente importante: ganar el cielo. Por eso, los pastores de la Iglesia católica frecuentemente nos devuelven a la realidad con llamados de atención simples y modernos, tal como hace Mons. José Ignacio Munilla con un video publicado en sus redes sociales.

Un video contundente

La escena es simple: dos mujeres jóvenes se encuentran en la escalera eléctrica de un centro comercial: una es ama de casa y va bajando - con un velado simbolismo sobre su posición en la vida -, vestida con ropa deportiva y despeinada; en sus manos lleva cargando paquetes de pañales desechables y un portabebé.

La segunda mujer, que sube - como su "éxito" - , viste con lujo y elegancia, su maquillaje y peinado son impecables, retoca sus labios y en sus brazos cuelgan bolsas de compra de marcas famosas.

Se cruzan por un instante y ambas intercambian miradas: el ama de casa la observa con añoranza y resignación; la otra, seguramente soltera, la ve con una mezcla de desprecio y lástima.

En apenas 16 segundos - lo que dura el video - el mensaje es claro y rotundo: renunciar a tener todo lo material por casarse y tener hijos es una decisión que en algún momento se lamentará. Por el contrario, la vida de quien no tiene que compartir lo que gana es lo máximo y perderlo será una desgracia.

Dar la vida

El obispo hace la siguiente reflexión:

A veces la tentación se traduce en añoranza de una vida frívola y sin sacrificio. ¡No te equivoques! Lo único que realmente nos hace felices es dar la vida. Todo lo demás es puro espejismo.

Esta realidad es una promesa para quien renuncia a sí mismo. Por eso, el Señor Jesús no disfrazó sus palabras cuando dijo:

No hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Jn 15, 13).

Porque lo verdaderamente valioso se define por el grado de entrega a los demás. Ejemplos tenemos por millones, pero el más cercano es aquel que los padres y madres de familia ofrecen cada día para sacar a sus hijos adelante.

Por eso, desde el origen de la humanidad fue el mandato que Dios dio a Adán y a Eva:

Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra» (Gen 1, 27-28).

Al final de esta vida, nos daremos cuenta de que lo que realmente valía la pena era compartir con nuestros seres queridos, y quienes tienen la fortuna de ser padres, entenderán que han cumplido con la voluntad de Dios, siendo fecundos y formando cristianos valiosos para transformar el mundo, porque todo lo demás es:

¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! (Ecl 1, 2)

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