Uno de los muchos problemas del materialismo es su capacidad para alejarnos de Dios, haciendo que nos enfrasquemos por completo en las cosas de este mundo.
Esta mentalidad moderna nos tienta a poner toda nuestra atención en el éxito y las posesiones terrenales, en lugar de en Dios y en nuestra patria celestial.
Apuntándonos hacia el Cielo
San Pablo VI meditó sobre esta realidad en una homilía en la fiesta de la Ascensión en 1976, lamentando el espíritu omnipresente de la cultura secular:
"Sabemos que la mentalidad moderna rechaza este designio constitutivo de la existencia humana. La mentalidad moderna, nos referimos a la que carece del faro que guía la esperanza cristiana, está toda ella empeñada en la conquista del bienestar temporal. La ciencia natural es su única luz; el bienestar económico su paraíso terrenal".
La buena noticia es que la Ascensión de Jesús puede ayudar a reorientar nuestras vidas, recordándonos que la vida en la tierra no es la meta final, sino solo el camino hacia la eternidad.
"La Ascensión atrae y fija las miradas de nuestras almas hacia esa imagen espléndida y luminosa del Señor, que se eleva en el cielo… 'Si habéis resucitado con Cristo -nos advierte san Pablo-, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios: pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra' (Col 3, 1-2); y de nuevo: 'Nuestra patria está en los cielos y desde allí esperamos al Señor Jesucristo como salvador' (Flp 3,20). Debemos vivir escatológicamente, es decir, hacia 'la esperanza que no defrauda'(Rom 5, 5)".
Cuando vivimos así, orientados hacia nuestra patria celestial, nos obsesionamos menos con todas las cosas materiales de este mundo y solo deseamos utilizar las cosas que nos conducirán a nuestro objetivo final.
Con ganas de volver a casa
Además, al meditar sobre la Ascensión de Jesús, empezamos a sentir un dolor en el alma. Como los apóstoles aquel día, miramos al Cielo y anhelamos estar con Jesús.
Seguimos adelante con nuestra vida cotidiana, cargando con ese dolor por la eternidad, sabiendo que solo Dios puede realmente llenar nuestras vidas de felicidad duradera.
San Pablo VI termina su homilía con estas palabras: "La Ascensión de Cristo al cielo ilumina, guía y sostiene nuestro camino en la tierra".
La Ascensión es una fiesta hermosa, llena de alegría, pero teñida de dolor, que nos recuerda que tenemos mucho trabajo que hacer en esta tierra hasta que Dios nos llame a casa para reunirnos con su Hijo por toda la eternidad.
¿Qué significa que Jesús asciende al cielo?


