Con un hijo, sueño o proyecto en tus entrañas, identifícate con Isabel, la prima de María. Siente su alegría al recibir la visita de la Virgen que viene a ayudar.
También hoy impulsada por el Espíritu Santo, llevando a Jesús en su interior, la Madre de Dios va con prisas a tu ciudad en la montaña.
Ha sido un ángel quien la ha avisado de la necesidad, y también de la buena noticia, que parecía imposible. Y ella responde rápidamente.
¿Alguien esperaba que surgiera vida en la que llamaban estéril? Tal vez ni si quiera tú. Pero ahí está, con su nombre, tu hijo, tu sueño, tu proyecto.
Y tu madre ansía ayudarte. ¿Quieres recibirla? Puedes decirle que la esperas con esta oración.
Oración
Visítame, María, te estoy esperando.
Mi puerta, mis brazos, mi corazón, están abiertos para ti
con inmenso agradecimiento.Tú te has fijado en mí, te has dado cuenta de lo que necesito,
me escuchas, te importa lo que te digo.
Incluso cuando pido con imprudencia,
siempre respondes ¡y me ayudas tanto!Cuánto anhelo tu presencia
que me llena de confianza, me transforma,
y lo vuelve de repente todo bello…
¡Ven, querida Madre!En ti, Cristo nos hace saltar de alegría,
el amor lo renueva todo.¡Felicidades, bienaventurada!
Revivimos al verte proclamar la grandeza del Señor,
el salvador que se fija en los pequeños.Es verdad: el Poderoso ha hecho obras grandes por ti,
y por eso tus hijos, admirados y agradecidos,
te felicitaremos por siempre.
La visitación, una fiesta para unir
Los católicos celebran la fiesta de la Visitación de la Virgen María a santa Isabel cada 31 de mayo.
Desde los inicios de la Iglesia, los cristianos han recordado este momento de especial unión entre dos embarazadas singulares: una virgen y una considerada estéril.
En Bizancio leían cada 2 de julio el Evangelio de Lucas que relata esa visita, según Vatican News. Y los franciscanos adoptaron esa celebración el año 1263.
En 1389, el papa Urbano VI volvió universal esta fiesta pidiéndole a la Virgen la unión entre la Iglesia católica y la ortodoxa. Al principio la Visitación se celebraba en el mes de julio y finalmente Pablo VI la trasladó, en 1969, al 31 de mayo.


