Vivimos inmersos en agendas apretadas, notificaciones constantes y responsabilidades que nos absorben. En medio de toda la alborotada rutina, la oración puede parecer reservada solo para cuando se "tiene tiempo". Pero el alma también necesita alimento, y la oración no solo es posible en medio del ajetreo… es necesaria.
Como decía santa Teresa de Jesús: "El que no tiene tiempo para orar, no tiene tiempo para vivir". Ciertamente, deberíamos estar en constante diálogo con Cristo, haciendo de nuestra vida una oración.
Redescubriendo lo que es realmente la oración

Antes de incorporar la oración, es clave liberarnos de la idea de que orar requiere siempre largos ratos y fórmulas complejas o bien, palabras rimbombantes. La oración es diálogo. Es levantar el corazón a Dios. A veces será un Padrenuestro con calma; otras, una mirada al cielo en medio del tráfico.
O bien, alguna jaculatoria que puedas rezar en ese momento, desde lo más profundo de tu corazón. Existen muchas jaculatorias, las cuales son oraciones breves pero fervorosas. Tales como: "Jesús, manso y humilde de corazón, enséñanos a ser como Tú" o "Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío".
Como esta existen muchas más y puedes incluso añadirlas como fondo de pantalla en tu celular. De esta manera, cada que lo enciendas verás la jaculatoria y podrás elevarla al Señor.
Recuerda: lo importante que es empezar por momentos breves, sinceros y frecuentes; la calidad, no la duración.

Haz espacio: pequeños momentos, gran impacto
Estos son algunos ejemplos concretos de cuándo orar sin tener que reorganizar todo tu día:
- Al despertar: agradece el nuevo día antes de usar el celular.
- En el trayecto al trabajo: escucha un salmo, reza el Rosario o habla con Dios mientras caminas o conduces.
- Antes de una reunión difícil: una breve jaculatoria como “Jesús, en Ti confío” cambia la actitud.
- Durante una pausa para el café: ofrece ese momento y haz una oración breve.
- Al lavar platos o doblar ropa: hazlo con amor, y ora por quienes usan esos objetos.
- Antes de dormir: haz un examen de conciencia y da gracias por lo vivido.
Dedica por lo menos 15 minutos al día para leer y meditar una frase del Evangelio. Aleteia publica el Evangelio diario con reflexiones breves que puedes usar.
"No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". – Mt 4,4
Ofreciendo el trabajo diario en oración

Haz de cada gesto una oración: al respirar, al mirar con ternura, al cargar con paciencia una tarea. Como decía San Benito: "Ora et labora". El trabajo, cuando se ofrece con amor, es oración.
Aprovechando los "espacios muertos"
Esos minutos en la fila del banco, en una sala de espera, o mientras calienta el microondas son oportunidades de silencio interior. Ahí también puedes aprovechar para hablar con Dios y contarle sobre tu día.
Lleva una aplicación de oración o Rosario contigo. O simplemente repite el nombre de Jesús. Jesús siempre está disponible para escucharnos.
Un estilo de vida orante
La clave no está en encontrar tiempo, sino en integrar la oración como un hilo invisible que recorre el día. Dios no nos pide oraciones perfectas, sino corazones disponibles y abiertos hacia Él. Si abrimos pequeñas puertas durante el día, Él hará el resto.


