El Carmelo descalzo ha dado a la Iglesia una gran cantidad de santos, 19 para ser exactos. Entre ellos, Doctores y taumaturgos que han marcado la historia de la Iglesia y los corazones de los fieles de todo el mundo.
La reformadora, santa Teresa de Jesús, con su determinada determinación; el místico, reformador y poeta, san Juan de la Cruz; la pequeña flor, Teresita del Niño Jesús, con su caminito espiritual; la filósofa Edith Stein -santa Teresa Benedicta de la Cruz-, con sus enseñanzas sobre la mujer y su vocación… En definitiva, los descalzos han enriquecido enormemente a la Iglesia universal.
Sin embargo, no son los únicos. Al concebir la vida como un ofrecimiento a Cristo, los testimonios de santidad dentro de la orden son numerosos. Aquí tienes tres breves semblanzas de santos carmelitas, un poco menos conocidos, de los que puedes aprender y con quieres puedes buscar ayuda e intercesión.
1San Rafael Kalinowski

El padre Rafael de san José Kalinowski nació en Lituania, en 1835. Ingeniero, teniente, tutor real y profesor de matemáticas, ingresó en la Orden de los Carmelitas Descalzos en Austria, después de librar una condena de muerte que finalmente fue reducida a 10 años de trabajos forzados en el exilio.
Mientras cumplía con su condena en Siberia, profundizó en su vida espiritual a través de los sacramentos y los libros de Teología. Ayudó en la formación catequética de los niños, colaboró con el párroco de Siberia y trató a sus compañeros de exilio con amor y paciencia; a quienes inculcó la esperanza y la vida de oración.
Sobre este periodo de su vida, escribió: “Mi esfuerzo se dirigía sobre todo a llevar ayuda, y donde era posible, a salvar vidas humanas”.
Su vida como sacerdote en el carmelo se destacó por su celo apostólico y su entrega en la confesión y dirección espiritual, ayudando a muchos fieles a renunciar al pecado. También se dedicó a la reunificación de la Iglesia, fundó numerosos conventos en Polonia y Ucrania, y cumplió con todas las responsabilidades que le fueron delegadas con especial cuidado.
Murió con fama de santidad en 1907. Juan Pablo II lo beatificó en 1983 y fue canonizado por él mismo en 1991.
¿Qué nos enseña hoy?
San Rafael de san José nos enseña a perseverar en la fe y encontrar la plenitud en el servicio a los demás; en especial como un antídoto para vencer la indiferencia. Pero su lección más grande gira en torno a la constancia en la oración, que en sus palabras, es lo único que tenemos para ofrecer a Dios.
2Santa Teresa Margarita Redi

A los 17 años sintió un llamado a ser religiosa carmelita. Ingresó y, en 1766, profesó sus votos con el nombre de Teresa Margarita del Corazón de Jesús.
Desde pequeña demostró gran piedad y preocupación por los pobres. Ya en el carmelo, dedicó gran parte de su tiempo al servicio de los demás con gestos sencillos y cotidianos; pero sobre todo, con el cuidado amoroso y paciente de las hermanas más enfermas y ancianas.
En su vida diaria evitó las murmuraciones y críticas y disfrutó de la Regla del Carmelo, meditando “día y noche la Palabra de Dios”.
Al final de su vida experimentó una gran aridez en la oración que incluso la llevó a la insensibilidad, el temor y la antipatía por las virtudes. Lejos de dejarse vencer, redobló su vida de piedad y recitó salmos y citas bíblicas. Además, haciendo uso de su amor por la lectura, profundizó en la fe leyendo a santa Teresa.
¿Qué enseña al mundo hoy?
Teresa Margarita nos enseña que la oración, caridad y meditación de la palabra nos fortalecen en la vida de fe: tanto frente a los pequeños retos cotidianos, como en los momentos de desierto espiritual.

3Santa Isabel de la Santísima Trinidad

En Francia, en 1880, Isabel llegó al mundo con perfecta salud a pesar de que el pronóstico médico decía lo contrario. Vivió una infancia feliz, con alta sensibilidad y vida interior.
Al percibir su llamado vocacional, comunicó a su madre sus deseos de ingresar como religiosa, pero ella se opuso. Isabel obedeció y se dedicó a encontrar a Dios en todas las cosas. Fue una pianista dedicada, una joven activa en su parroquia y una amiga entrañable para muchos.
El 2 de agosto de 1901 finalmente entró al carmelo y, desde ese momento, se dedicó enteramente a la oración. San Pablo y san Juan de la Cruz ejercieron especial influencia en su vida de fe y desarrolló una inmensa devoción por la Santísima Trinidad.
Isabel murió a los 26 años debido a la enfermedad de Addison, la cual le causó graves dolores; así, esta santa profundizó en la espiritualidad del sufrimiento. Abandonada a Dios y sufriendo en paz, dejó este mundo el 9 de noviembre de 1906.
¿Que nos enseña?
Isabel aceptó su sufrimiento y lo percibió como un regalo de Dios. En un mundo que busca convencernos de evitar el sufrimiento a toda costa, la vida de santa Isabel de la Santísima Trinidad nos demuestra que la paz no proviene de la comodidad o la falta de pruebas, sino de Dios mismo, que nos fortalece mientras somos purificados.

