En el corazón de Brasil, en el estado de Mato Grosso do Sul, una historia única de amor maternal, fe y vocación une al obispo de Dourados, Mons. Henrique Aparecido de Lima, con su madre, sor Sebastiana Onofre Lima. Viuda, madre de nueve hijos, hoy es monja en la Congregación Redentorista. Un sueño de infancia que realizó gracias al apoyo de su hijo obispo.
Sebastiana se casó muy joven. Un matrimonio concertado por su padre para ayudar a su familia a afrontar las dificultades económicas. "Desde mi matrimonio", explicó la hermana Sebastiana a la agencia ACI Prensa , "siempre le he pedido a Dios que actúe en mi vida y en la de mis hijos. Él ha tenido misericordia de mí, porque cuando le hacemos una promesa, nunca la olvida, y me ha honrado con la gracia de la vocación de mi hijo y la mía". Solo pudo cumplir su vocación después de 36 años de matrimonio y a la edad de 55 años, una vez fallecido su marido.
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“Desde niña la oía decir: no quería casarme, quería ser monja”, recuerda su hijo, monseñor Henrique. Su padre, que se hizo católico gracias a su esposa, incluso le confió antes de morir: "Ayuda a tu madre a ir al convento, es su sueño".
Actualmente, con 80 años, se dedica a la oración y al apoyo a las mujeres en dificultad dentro de la congregación, que acoge a las viudas que desean vivir la vida religiosa. "¡Soy feliz como monja! Me encanta el trabajo, la oración, la sanación, porque mi deseo siempre ha sido restaurar vidas, sacar a estas personas del desierto y guiarlas hacia una vida digna", confiesa la hermana Sebastiana.
En cuanto a su hijo, no duda en calificar a su madre de "promotora vocacional", pues fue ella quien le inculcó su vocación sacerdotal, mucho antes de apoyarla en su camino de vida religiosa.

Cuando la fe transmitida por una madre se convierte en vocación
"En casa, rezábamos el rosario todas las noches. Luego todos se iban a dormir y mi madre seguía rezando", recuerda Monseñor Henrique.
A su vez, sintió la llamada de Dios a la edad de 6 años. Y a los 14 años, decidió ir al seminario donde pudo completar sus estudios primarios. Su familia tenía escasez de dinero y a los 22 años tuvo que abandonar el seminario para ayudar a sus padres y también ahorrar algo de dinero para continuar sus estudios. Trabajó en el sector rural y como camionero para apoyar su vocación. En 1991, a la edad de 26 años, pudo continuar su formación y, a los 35 años, en 1999, fue ordenado sacerdote redentorista.
Fue nombrado obispo de Dourados por el Papa Francisco. Recibió la ordenación episcopal el 30 de enero de 2016, una gran alegría para su madre. “La familia es la cuna de las vocaciones” y es de allí que “nacen los hombres, personas que sirven para trabajar en el camino de Dios”, considera sor Sebastiana, que visita con frecuencia a su hijo.
Monseñor Henrique, por su parte, confiesa que siente el apoyo y las oraciones de su madre en el ejercicio de su ministerio: "Estoy seguro de que ella reza mucho por la diócesis, por mí y por la obra. Así que, sin duda, es un gran apoyo".
Hoy, madre e hijo viven su “sí” a Dios por caminos paralelos pero profundamente unidos. Ella, sirviendo a los más vulnerables; Él, guiando su diócesis. Una historia rara y conmovedora, donde la fe transmitida por una madre se convierte en una vocación compartida.


