Aunque han pasado más de mil 400 años desde que san Agustín de Canterbury emprendió su misión a las tierras anglosajonas, su ejemplo sigue siendo sorprendentemente actual.
San Agustín es conocido por ser un verdadero misionero, por lo que hoy podemos aprender de sus enseñanzas para anunciar la Buena Nueva. A pesar de los retos que enfrentamos en el mundo actual, es necesario compartir con amor la Palabra de Dios.
Aquí te mostramos las lecciones de este monje para evangelizar fraternalmente.
1Valentía y obediencia a la misión

San Agustín fue enviado por el papa san Gregorio Magno a evangelizar un territorio desconocido, pagano y potencialmente hostil: el reino de Kent. A pesar de sus temores iniciales (incluso quiso regresar), obedeció y perseveró.
Lección: la verdadera misión implica salir de la zona de confort, confiar en la providencia y mantenerse fiel a la vocación, incluso ante la incertidumbre. Esa misión empieza en tu hogar y puede estar en la escuela, en el trabajo, o bien, en alguna comunidad que no conozca de Dios.
2Evangelizar con sensibilidad cultural y paciencia
Agustín no impuso la fe, sino que supo adaptar el anuncio del Evangelio a la realidad cultural de los anglosajones. Siguió el consejo de san Gregorio de conservar lo que fuera bueno en la cultura local, transformándolo desde dentro con el mensaje cristiano.
Lección: el anuncio del Evangelio no puede ser rígido o impositivo. Los misioneros del siglo XXI deben evangelizar respetando las culturas, dialogando con otras visiones del mundo y entendiendo el contexto antes de hablar.

3Formar comunidad: no basta predicar, hay que edificar Iglesia
Agustín fundó la diócesis de Canterbury, ordenó obispos, formó clero local y trabajó por la organización eclesial. Su misión no fue solo personal, sino estructural y comunitaria.
Lección: el misionero está llamado, no solo a convertir personas, sino a formar comunidades vivas, promover vocaciones locales y dejar una Iglesia sólida que perdure más allá de su presencia.
4La unidad como horizonte evangélico

Uno de los desafíos de Agustín fue unir a los cristianos celtas con la Iglesia romana. Aunque no lo logró plenamente, sembró el deseo de comunión.
Lección: la misión debe siempre apuntar a la unidad. En un mundo fragmentado, el misionero también es un sembrador de comunión, diálogo ecuménico e interreligioso.
5Perseverancia en medio del fracaso aparente
Agustín no vio todos los frutos de su misión. La evangelización fue un proceso largo, con retrocesos y resistencias.
Lección: el misionero del siglo XXI debe aprender a sembrar sin obsesión por los resultados. La paciencia, esperanza y confianza en Dios son fundamentales cuando la conversión no es inmediata.
Este santo nos recuerda que, evangelizar no es conquistar, sino servir; no es imponer, sino proponer con amor; no es lograr resultados, sino ser fiel al envío. Pues llevó las palabras del mismo Evangelio: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación" (Mc 15, 16).


