¿Qué tienen en común las manualidades como el punto, el ganchillo y el bienestar? Observemos que en el pasado, la gente -independientemente de su estatus social- utilizaba las manos casi a diario en actividades que requerían precisión: coser, bordar, cocinar desde cero, hacer bricolaje.
Hoy en día, nos dedicamos cada vez menos a actividades que requieren un trabajo manual fino. ¿Por qué? Porque, según una investigación de la Dra. Kelly Lambert, de la Universidad Johns Hopkins, son precisamente estas actividades las que activan las zonas de nuestro cerebro responsables de la motivación.
Lambert denominó a esto el circuito de recompensas impulsadas por el esfuerzo, o -traducido literalmente- el circuito de recompensas impulsadas por el esfuerzo. En pocas palabras: nuestro cerebro está diseñado para sentir satisfacción cuando el esfuerzo físico conduce a un resultado tangible y positivo. Cuando creamos algo -cocinamos una sopa, tejemos un gorro- nos sentimos causales y necesarios. Y ésta es una de las formas más eficaces de prevenir la depresión.
¿Por qué trabajar con las manos ayuda a combatir la depresión?

Veamos los hechos. La depresión no se debe únicamente a un "déficit de serotonina". Es una enfermedad compleja en la que se mezclan factores biológicos, psicológicos, espirituales y sociales. Y son los sociales -como la inactividad, la soledad, la falta de actividad constructiva- los que sostienen la espiral de tristeza y desánimo.
Observemos que si nos pasamos el día delante de una pantalla -y así es, al fin y al cabo, como trabajamos muchos de nosotros-, el cuerpo entra en una especie de letargo. Un trabajo que no produce resultados tangibles no da la misma satisfacción (ligada en parte a la fatiga física) que, por ejemplo, bordar una blonda o tallar madera. El Dr. Lambert demuestra que las pequeñas actividades manuales ayudan a recuperar la sensación de control sobre la propia vida, y éste es un factor clave de protección contra la depresión.
¿Qué puedes hacer hoy?
Por supuesto, puedes asumir retos como hornear pan de masa madre o bordar una casulla. Pero puedes empezar de forma más modesta. Merece la pena encontrar una actividad que ocupe tus manos y tu mente. Puede ser hacer ganchillo, punto, bizcochos desde cero (sí, con harina, no preparados), jardinería (incluso en el balcón), dibujo, caligrafía o papiroflexia.
Es importante que sea una actividad en la que se puedan ver progresos: "no había nada, ahora hay algo". Y que no se haga "de improviso", sino con intención, concentración y un poco de esfuerzo.
¿Y los niños y los jóvenes?

Es una pregunta especialmente importante. Los niños de hoy, criados con tabletas y teléfonos inteligentes, a menudo no tienen la oportunidad de practicar movimientos precisos con las manos. Mientras tanto, es en la edad escolar cuando se desarrollan las áreas del cerebro responsables de la planificación, la autorregulación y… la resiliencia emocional.
Si queremos que nuestros hijos sean más estables emocionalmente y menos propensos a la depresión, mantengámoslos en contacto con el "mundo real". Dejémosles coser, pegar, dibujar, hacer rompecabezas, hornear… y que lo hagan con nosotros.
Si eso no nos provoca empezar...
Entonces merece la pena buscar más conocimientos. Si tienes un joven que está pasando por depresión, tú puedes ayudarlo, con ciertas rutinas y las actividades cotidianas que pueden convertirse en un importante apoyo para los jóvenes en crisis.
Apoyando a niños y adolescentes no solo con palabras, sino también con acciones conjuntas. Por último, una pregunta para la reflexión: ¿qué has hecho hoy con tus propias manos? ¿qué puedes hacer mañana?


