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Confirmación: el regalo del cielo que muchos olvidan usar

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Mar Dorrio - publicado el 22/05/25
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Recibir la Confirmación no es solo un paso más en el "cursus honorum" cristiano. Es un auténtico salto de calidad espiritual y te explicaremos por qué

Recibir el sacramento de la Confirmación es como si pasamos de tener un móvil básico a uno de última generación, cargado con los dones del Espíritu Santo. Pero ¿de qué sirve ese regalo si no lo usamos? Vivir la fe con coherencia comienza por redescubrir el valor de este sacramento.

Confirmación: un móvil de última generación que no usamos

Vivimos en una cultura donde se hace todo por el papel, por el título. Estudiamos no para aprender, sino para aprobar. Y tristemente, esa lógica se ha colado también en nuestra vida de fe. Hacemos la Primera Comunión por la fiesta. La Confirmación, por completar el "pack". Y después, si te he visto, no me acuerdo.

Pero la Confirmación no es un trámite. No es un papelito más. Es, ni más ni menos, que el día en que recibimos un regalo del cielo, un dispositivo de comunicación directa y potente con Dios: la acción del Espíritu Santo en nuestra alma. Si el Bautismo fue el primer paso —elegido por nuestros padres por amor—, en la Confirmación somos nosotros los que decimos: "Sí, quiero seguir este camino". Y al hacerlo, Dios nos equipa con un móvil de última generación.

Porque eso es lo que pasa, literalmente. Antes de la Confirmación, uno tiene lo justo para poder recibir y emitir señales. Pero a partir de ese sacramento, entramos en otra dimensión. Es como pasar de un teléfono antiguo a un smartphone con todas las apps necesarias para vivir con sentido y plenitud.

Recargando el alma

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Sacramento de la Confirmación

Ahora bien, ¿de qué sirve tener un móvil de última generación si no lo usas? ¿O si lo llevas siempre con la batería descargada? Lo mismo pasa con nuestra alma. Para que esos dones -recibidos desde el Bautismo y fortalecidos con la Confirmación- den fruto, hace falta cargar la batería. ¿Cómo? Viviendo con coherencia la vida cristiana: orar, confesarse con regularidad, leer el Evangelio… y, por supuesto, cumplir con el tercer mandamiento: santificar las fiestas.

Muchos se sorprenderían de ver cuánto se transforma la vida cuando uno empieza a vivir de verdad el domingo. No como un día cualquiera, sino como el Día del Señor. Ir a Misa no es una obligación sin sentido. Es el momento en que nos conectamos directamente con la fuente: con Cristo vivo en la Eucaristía. Es cuando recibimos ese alimento que fortalece nuestra alma, que nos recarga por dentro. Sin eso, no hay vida espiritual que aguante.

El llamado del Espíritu Santo 

Entonces, si el día de tu Confirmación recibiste un móvil de última generación, ¿lo estás usando? ¿Estás escuchando las llamadas del Espíritu? ¿Te estás dejando guiar por Él? ¿O lo tienes olvidado en el fondo de un cajón, sin batería, sin cobertura?

Ser cristiano no es llevar una etiqueta. Es vivir con todos los recursos que Dios nos ha dado. La Confirmación no es un fin: es un comienzo. Una puerta abierta a una vida apasionante, guiada por Alguien que sabe mucho más que nosotros y que quiere lo mejor para nosotros. Y no se trata de misticismos extraños. 

Se trata de una ayuda concreta, real, cotidiana. Porque el Espíritu Santo no habla solo en grandes momentos; habla en lo pequeño, en lo ordinario, en el día a día… si estamos conectados.

Por eso, no caigamos en la trampa del "ya tengo el título". No seamos cristianos de archivo, que guardan los sacramentos en un cajón y se olvidan de vivirlos. Si has recibido la Confirmación, has recibido un don inmenso. Úsalo. Conéctate. Deja que el Espíritu Santo te sorprenda.

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