Ernest Hemingway vivió una transformación espiritual durante la Primera Guerra Mundial, relatada en el libro La fe de Hemingway.
Irónicamente, Hemingway estaba en la misma longitud de onda espiritual que el recién elegido Papa León XIV, el cardenal Robert Francis Prevost.
El 8 de julio de 1918, Hemingway resultó gravemente herido en el norte de Italia por el lanzamiento de granadas de mortero austriacas a través del río Piave, que impactaron en el puesto de escucha avanzado donde repartía cigarrillos y chocolatinas, dejándole 227 trozos de metralla alojados en las piernas como "pequeños demonios clavando clavos en carne viva", escribió un mes después.
Era un conductor de ambulancias de la Cruz Roja que había buscado la aventura en Italia y quería estar donde estaba la acción. Recibió más de lo que esperaba.
Mientras sangraba, rezaba "con una fe casi tribal" por la intercesión de "Nuestra Señora y varios santos", para poder salvarse, escribió años más tarde.
Y así fue.
El padre Bianchi Guiseppi, que había entablado amistad con él en el comedor de oficiales, le ungió con el sacramento de la extrema unción y le dio el Santo Viático, tras lo cual Hemingway se consideró católico.
Una cosa es cierta. Su corazón latía con el corazón de María.
Hemingway se centró mucho en las apariciones de María. H.R. Stoneback, principal estudioso del catolicismo de Hemingway, escribió:
"Hemingway era un católico convencido. Su religión provenía principalmente de las apariciones de la Virgen María. Me dijo varias veces que si no había Biblia, ni leyes eclesiásticas hechas por el hombre, las apariciones demostraban más allá de toda duda que la Iglesia católica era la verdadera".
Don Guiseppi había hablado, sin duda, con Hemingway sobre las apariciones de Fátima, ocurridas no hacía ni un año en la cercana Portugal. Todo ello había causado una profunda impresión en el joven conductor de ambulancias del Medio Oeste. Tanto es así que "Hemingway", escribió Herter en correspondencia anterior a Stoneback, "no podía entender por qué la Iglesia católica no daba publicidad (a las apariciones)… Le he oído mencionar todas éstas (Lourdes, Fátima, etc.) y otras en un momento u otro".
La devoción mariana de León XIV
Ahora, con la elección del Papa León XIV, las apariciones serán seguramente el centro de atención.
"María camina con nosotros", dijo el nuevo Papa, haciéndose eco de los sentimientos de Hemingway, quien dijo a Herter que consideraba a María el "puesto de escucha" en la tierra para Jesús y Dios Padre.
Qué manera tan conmovedora de describir a María por parte de Hemingway, herido en aquel puesto de escucha adelantado.
En verdad, Ella camina con nosotros, nos escucha y está dispuesta a ayudarnos si se lo pedimos.
El Papa León XIV terminó su primer discurso público en la Plaza de San Pedro con el rezo del Ave María. Su primera visita fuera de Roma, el sábado 10 de mayo, al Santuario de Nuestra Señora del Buen Consejo, fundado por una monja agustina del siglo XV, en la pequeña ciudad de Genazzano, a 19 millas al sureste de Roma. Ese mismo día visitó otro santuario mariano, la Basílica de Santa María la Mayor, donde está enterrado el Papa Francisco.
Así como escribió el Papa León XIII, homónimo del nuevo pontífice, cinco años antes de que naciera Hemingway: "El recurso que tenemos a María en la oración se debe al oficio que desempeña continuamente junto al trono de Dios como Mediadora de la gracia divina; siendo por su dignidad y mérito la más aceptable para Él, y, por lo tanto, superando en poder a todos los ángeles y santos del Cielo".
Desde su puesto celestial, como imaginó Hemingway y nos recuerda el Papa León XIV, tiene trabajo que hacer aquí en la tierra mientras "camina con nosotros" y nos escucha.


