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¿Cuánto exigir en los estudios de tus hijos sin presiones?

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Mar Dorrio - publicado el 16/05/25
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Más allá de las notas, este puede ser un buen momento para reflexionar sobre el verdadero sentido del estudio: cómo acompañarlos, cuánto exigirles y, sobre todo, cómo ayudarles a dar lo mejor de sí mismos sin agobios ni comparaciones

Llegado este punto del curso, muchas familias comenzamos a recibir señales —más o menos claras— sobre si nuestros hijos pasarán o no. Es un momento propicio para la reflexión: ¿cuánto debemos exigirles? ¿Cómo hacerlo? ¿Dónde está el límite entre el estímulo sano y la presión excesiva?

¿Cuánto exigir a nuestros hijos en los estudios?

La respuesta no es sencilla, porque no hay un solo criterio válido. Cada hijo es único, y con cada uno debemos aplicar un parámetro distinto. Un siete puede ser una gran victoria para un niño que ha exprimido sus capacidades al máximo. 

Ese siete merece un aplauso, porque es fruto del esfuerzo, la constancia y la superación. En cambio, un ocho en otro puede ser síntoma de dejadez, de talento desperdiciado, de falta de compromiso. El reto como padres está en distinguir cuándo un resultado es fruto del esfuerzo verdadero y cuándo no.

¿Cómo conocer el aprendizaje de mi hijo?

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Para saberlo no basta con mirar las notas. Hay que observar, estar, compartir. Solo el tiempo en casa, el contacto cotidiano, nos permitirá ver si un hijo estudia con interés, si se enfrenta con responsabilidad a sus tareas, si hay motivación o desánimo. Un buen termómetro es comprobar si habla de lo que está aprendiendo.

"De lo que está lleno el corazón habla la boca". Si un niño comenta espontáneamente lo que le cuesta o lo que le gusta de una asignatura, si expresa sus dudas, si se plantea metas, probablemente está implicado en su proceso de aprendizaje.

Cuando no es así, cuando no hay diálogo, cuando solo hay evasivas o excusas, es hora de acompañar más de cerca. Y en ese acompañamiento los padres no somos inspectores ni generales, sino entrenadores, "coaches" del día a día, que enseñan con cariño a organizar el tiempo, a no perder minutos valiosos, a rendir sin agotarse. 

Vías de estudio

A veces, algo tan sencillo como un reloj segundero puede ser una gran herramienta para establecer tiempos concretos de estudio y descanso, para marcar un ritmo, para crear una rutina que aporte seguridad.

Una de las grandes dificultades es la concentración. Y en esto no hacen falta técnicas innovadoras ni aplicaciones llamativas. Basta una mesa despejada, un ambiente de silencio, y —¿por qué no?— una imagen de la Virgen o de San Miguel que nos recuerde que no estamos solos, que también los ángeles custodian nuestro esfuerzo. 

Siembra a cultura del esfuerzo en tus hijos

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El estudio no solo es una tarea académica, sino también una oportunidad de crecer en virtudes como la fortaleza, templanza u obediencia.

Quizá en este momento del curso sentimos que ya está “todo perdido”, que no queda mucho margen para cambiar el rumbo. Pero siempre hay algo que podemos hacer: tomar el pulso, marcar pautas, motivar, poner orden. 

Aún podemos hablar con los profesores, pedir una tutoría, adelantarnos a las evaluaciones finales, evitar sorpresas. Y sobre todo, aún podemos sembrar una cultura del esfuerzo que, más allá de las notas, marque a nuestros hijos para toda la vida.

Los estudios no son un fin en sí mismos, pero sí una escuela de vida. En ellos aprendemos a perseverar, a no rendirnos, a valorar lo que cuesta. Enseñar eso es una de las grandes misiones de la familia. Y por eso, más que exigir, lo importante es acompañar con cariño, exigir con medida y ayudar a cada hijo a dar lo mejor de sí.

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