"Contigo soy cristiano, para ti soy obispo." Este apotegma de san Agustín, obispo de Hipona y gran teólogo fallecido en el año 430, fue retomado por el nuevo Papa León XIV al aparecer en la logia de la Basílica de San Pedro el 8 de mayo de 2025. Se dirigió al pueblo de Roma, sus primeros fieles, ya que también es obispo de la Ciudad Eterna: "En este sentido, todos podemos caminar juntos hacia esta patria que Dios nos ha preparado".
Más allá del mensaje enviado, el de la preocupación de ser un pastor ante todo bautizado capaz de vivir en medio de su grey, el 267º sucesor de san Pedro manifiesta así la espiritualidad que lo anima, en el sentido literal del término.
Una orden que existe desde hace 800 años
"Soy agustino", afirmó el cardenal Prevost en su primer discurso como pontífice. Aunque hoy es el Papa de todos, sus raíces están en esta espiritualidad. Después de un Papa jesuita, Francisco, los cardenales eligieron a otra figura religiosa, de la orden de san Agustín. Fundada en 1243 por el Papa Inocencio IV, esta orden mendicante, como los dominicos y los franciscanos, sigue la regla de san Agustín. Un texto que en realidad proviene de una carta enviada por el autor de las Confesiones a una comunidad de mujeres consagradas con motivo de la muerte de su superiora, la hermana de Agustín, Perpetua. Los agustinos, que visten el hábito negro, suelen estar establecidos en la ciudad y llevan una vida comunitaria al mismo tiempo contemplativa y apostólica.
La familia agustiniana, sin embargo, no se limita a la Orden de san Agustín. La regla del doctor de la gracia ha sido adoptada también por otros religiosos y religiosas: los canónigos regulares, cualquiera que sea su obediencia (Premonstratenses, Madre de Dios, etc.), los dominicos, los Hospitalarios de san Juan de Dios, los Asuncionistas (o Agustinos de la Asunción), los Trinitarios, etc.
Robert Francis Prevost, por su parte, entró en la orden de san Agustín en 1977, a la edad de 22 años, después de haber estado en uno de sus seminarios menores. Ordenado sacerdote en 1982, fue rápidamente enviado como misionero a Perú, en 1984, y permaneció allí, con algunas interrupciones, hasta convertirse en Prior General de su orden. Cargo que ocupó durante dos sexenios y que le permitió penetrar más profundamente en los carismas de su familia espiritual: pobreza, misión, vida comunitaria sin ser cenobítico.


