Muchas mujeres dedicadas a su familia viven cambios cuando sus hijos crecen y no las necesitan tanto.
Victoria encontró en ese momento la oportunidad de desarrollar un talento oculto desde su infancia, y con más de 40 años se puso a estudiar.
“Íbamos con mis hijos a la universidad de Barcelona: uno a la facultad de económicas, otro a empresariales, otro a arquitectura y yo a bellas artes”, relata a Aleteia.
“Estudiar con compañeros más jóvenes me ayudó a comprender más a mis hijos; lo pasé muy bien, todos me venían a preguntar cosas confiando en mi experiencia”, recuerda divertida.
Victoria de Caralt se especializó en escultura pero la asignatura de la carrera que más le gustó fue la fotografía.
Iglesias y flores
En seguida se puso a fotografiar cosas bonitas, sobre todo iglesias y flores de los Pirineos.
Hacer fotos se convirtió en la excusa perfecta para salir a disfrutar de la naturaleza con su familia.
Y en 20 años logró muchas bellas imágenes que ha recopilado en dos libros: Esglésies d’Andorra, l’Alt Urgell, la Cerdanya i el Capcir, publicado para el día del libro de 2025, y otro de flores de la Cerdanya, ya en la editorial para su próximo lanzamiento.
“Vi que era fantástico el patrimonio que teníamos -exclama- y fui fotografiando siguiendo el curso de los ríos Segre, Valira y Querol”.
800 años de vivencias
Cuando ve esas pequeñas iglesias, muchas de ellas románicas, Victoria piensa en todo lo que se ha vivido en ellas: bautizos, entierros, bodas, primeras comuniones,…
“Desde hace 800 años, han estado pasando cosas increíbles dentro de esas iglesias, me gustaría que la gente pudiera entender ese aspecto, además de valorar su riqueza cultural y estética”, destaca.
Cada iglesia y cada capilla “es un mundo, con su peculiaridad y su historia, que perdura dentro”, asegura Victoria.
“Te das cuenta de la religiosidad de aquellas personas, y la fe que tenían”, añade, “y también del gran interés de tantos en conservar hoy ese patrimonio”.
En familia

Para ella es muy especial el templo del pueblo de Estavar, al sur de Francia, donde nació su tatarabuelo.
“Cada vez que paso por delante de esa iglesia cierro los ojos y me imagino entrando en ella a mi bisabuela con sus 14 hermanos, junto a sus padres, que se dedicaban a hacer tintes y teñir ropa, en una de las muchas celebraciones que compartieron allí”, afirma.
La familia de Victoria, que tiene hoy 6 hijos y 11 nietos, se ha implicado con ilusión en sus proyectos fotográficos.
Primero la acompañaba en sus excursiones su marido y después sus hijos y nietos. Uno de ellos incluso le ayudó con su dron a localizar las ruinas de una antigua iglesia en Bellver de Cerdanya.
Ahora celebran juntos la publicación de su libro de fotografías, una aportación única para conocer y valorar las iglesias que salpican los Pirineos como testigos de la fe que ha llevado adelante y sigue animando sus pueblos.


