La fiesta de Nuestra Señora de Luján se celebra cada 8 de mayo. Pero era una bella costumbre del cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, acompañar la peregrinación juvenil a pie a la basílica de la Patrona de Argentina, a quien visitó desde 1999 hasta el 7 de octubre de 2012, pues el año siguiente ya se había convertido en el Papa Francisco.
Su corazón quedó con la Madre que visitaba año con año, por eso no es extraño entender que hubiera querido su tumba a los pies de la Virgen, en Santa María la Mayor.
La última homilía del cardenal
El texto íntegro de su homilía, que conserva la página del arzobispado de Buenos Aires, inicia con unas frases que invitan a meditar sobre la contemplación y la necesidad de estar cerca de la dulce Señora:
Hoy terminamos esta peregrinación a la Casa de la Virgen y como hacemos en cada visita, nos quedamos en silencio ante su Imagen. La tenemos cerca, nos recibe en la entrada de su Casa este año, ésta Casa que están terminando de poner linda...
Pero lo más importante es que tenemos esta necesidad de rezar y contarle a nuestra Madre todo lo que compartimos en nuestra vida, y lo que compartimos con tantos peregrinos en el camino.
El cardenal hizo hincapié en cómo Jesús "ha dejado a su Madre para que nos proteja" y, mirando la cruz, hay que aferrarse a la compañía de ambos porque su fe está en ellos, "por eso ahora rezamos y sentimos como late nuestro corazón porque estamos en la Casa de nuestra Madre, en la Casa de la fe de nuestra Patria".

Trabaja por la justicia
Quizá una de las más grandes sorpresas al inicio del pontificado del papa Francisco - y que se convirtió en una constante -fue el interés que siempre tuvo por los pobres a quienes llamaba cariñosamente "sin techo"; pero también se preocupaba por los ancianos, los niños, los jóvenes, los matrimonios, los apartados de la sociedad. Sus palabras como papa no eran sino la continuidad de su trabajo como obispo.
En Luján, también hizo un llamado a la justicia:
Y hoy, en la Casa de nuestra Madre le venimos a hacer un pedido: que nos enseñe a trabajar por la justicia [...] Porque aquí en Luján, a cada peregrino se lo recibe y se lo escucha. Y ser recibidos y escuchados es un gran acto de justicia; y gracias a esto estamos en paz, rezando y nos brotan cosas muy sinceras en el corazón, en la oración con la Virgen. Y por eso surge esta necesidad de ser más hermanos, ocuparnos más y mejor unos de otros.
Y para aprender a trabajar por la justicia, el arzobispo de Buenos Aires invitó a todos a orar, diciendo:
"Y le pedimos a ella, que es Madre, que no nos falte el silencio de la oración: no vamos a poder ser justos si no lo rezamos, que no vamos a poder ser justos si no lo pedimos".


