Aunque los papas se eligen tradicionalmente entre los cardenales, esto no significa que esté restringido al cardenalato. De hecho, basta con ser un varón bautizado para ser elegible para convertirse en el próximo Papa.
Una de las historias más famosas en la historia del papado es la del Papa san Fabián, que fue elegido para convertirse en Papa en el siglo III.
Fabián no era cardenal, ni obispo, ni siquiera sacerdote antes de convertirse en el sucesor de san Pedro. De hecho, era simplemente un campesino que llegó a la ciudad para ver quién sería el próximo Papa.
Papa agricultor
Eusebio relata la historia en su Historia de la Iglesia. Explica que nadie esperaba que Fabián fuera elegido Papa:
"Dicen que Fabián había venido, después de la muerte de Anteros, con otros del país, se estaba quedando en Roma, y que mientras estaba allí fue elegido para el cargo a través de una manifestación más maravillosa de la gracia divina y celestial. En efecto, cuando todos los hermanos se reunieron para elegir por votación al sucesor en el episcopado de la Iglesia, muchos pensaron en varios hombres de renombre y honorables, pero Fabián, a pesar de estar presente, no pensó en ninguno".
La única razón por la que fue elegido Papa fue el descenso de una paloma sobre Fabián:
"Cuentan que, de repente, una paloma volando se posó sobre su cabeza, asemejándose al descenso del Espíritu Santo sobre el Salvador en forma de paloma. Entonces todo el pueblo, como movido por un mismo Espíritu Divino, gritó unánimemente que era digno, y sin demora lo tomaron y lo colocaron en la sede episcopal".
Fabián recibió el sacramento del Orden y fue elevado rápidamente al rango de Sumo Pontífice.
Milagroso
Sin duda, se trata de una serie de acontecimientos extraños, pero que todos consideraron en su momento como una intervención milagrosa.
Fabián demostró ser un Papa digno y murió mártir hacia el año 250.
Este tipo de aclamación popular es improbable en la era moderna, ya que el cónclave para elegir al próximo Papa se realiza en absoluto secreto y a puerta cerrada.
Sin embargo, esto no significa que el Espíritu Santo quede excluido del proceso. Dios aún puede guiar los corazones y las mentes de los cardenales para elegir al hombre que Él quiere que ocupe la silla de San Pedro.


