La mayoría de las personas somos así: cuando erramos o caemos en el fracaso, nuestra percepción nos hace creer que no valemos para nada, que nuestros esfuerzos no sirven de mucho, y demasiada gente ignora aquello que decía el escritor Samuel Beckett y que debería servirnos de brújula en la vida: “Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. En Una película de Minecraft, entre la diversión y las aventuras, se cuela un valor muy provechoso: que la creatividad puede ayudarnos a mejorar, a salir de ciertos agujeros anímicos, a intentarlo de nuevo aunque creamos que hemos fracasado.
Aunque el grueso de la crítica la ha machacado en sus reseñas, esta adaptación a su manera del popular universo del videojuego Minecraft cumple con el que, a nuestro entender, es su propósito: divertir y entretener al público infantil. Mientras los adolescentes y los jóvenes alzarán la ceja al salir del cine, no muy conformes con los personajes inventados para sostener la trama, los más pequeños se lo pasarán en grande. La calificación por edades indica a partir de 7 años, y los niños de ese rango de edad son los que más la disfrutan. Verlos disfrutar es nuestra recompensa como padres cuando entramos con ellos al cine.
Los adultos quizá no comprendan los guiños y los entresijos del asunto si no conocen el juego, y probablemente vean la película entre la confusión y la carcajada: en el primer aspecto, porque el montaje acelerado y las acciones sin pausa derivan de la urgencia propia de los públicos actuales; en el segundo, porque en el reparto hay dos actores veteranos a quienes los más mayores conocemos de sobra por los géneros de la comedia y/o las aventuras: Jack Black y Jason Momoa. Ambos parecen habérselo pasado en grande en el rodaje y se divierten en sus papeles como si fueran niños, o como si sus modelos fuesen los cómicos del cine mudo, especialistas en caídas, trompazos y recepción de puñetazos de sus enemigos.
Además, un detalle curioso: el director de la película, Jared Hess, rodó en 2004 una estupenda comedia que servía a la vez de homenaje y parodia de los años 80: Napoleon Dynamite. En Minecraft introduce algunos guiños al cine de aquella época, caso de Los Goonies o Las vacaciones de una chiflada familia americana, y aún le queda algo de ese toque paródico que resulta tan estimulante.
Creatividad y supervivencia

Steve (Jack Black) se dedica a vender picaportes hasta que un día regresa, ya adulto, a la mina en la que siempre quiso entrar de niño (y no se lo permitieron). Dentro encontrará dos objetos: el Orbe del Dominio y el Cristal de la Tierra. Al juntarlos, abre un portal que conduce a un universo mágico en el que pueden manipularse cubos para crear armas blancas, formas y edificios. Unos años después, en el mundo real, cuatro personajes acabarán uniéndose y accediendo al portal. Los cuatro acarrean pérdidas, fracasos y malestares: Garrett (Jason Momoa) es una antigua gloria de los videojuegos, pero su tienda ya no funciona y está arruinado. Henry (Sebastian Hansen) y Natalie (Emma Myers) son dos hermanos que acaban de perder a su madre y se mudan a otra localidad, en cuyo centro educativo el muchacho tiene los primeros roces con otros alumnos. Dawn (Danielle Brooks) es una agente inmobiliaria cuyo sueño es abrir un zoo.
Se trata de personajes marginados o inadaptados que, en el Mundo Exterior, aprenderán a desarrollar sus habilidades y a sobrevivir gracias a la creatividad y a la unión de fuerzas y de ingenios. Cuando encuentren a Steve, éste, plenamente adaptado a esos paisajes donde la imaginación estimula a crear sin límites, será quien les guíe para salir de aquel lugar lleno de criaturas extrañas (y algunas de ellas hostiles).
Lo más destacable, aparte de la brillantez con que están construidas las criaturas y de los toques de humor absurdo que aportan Black y Momoa, es ese mensaje positivo que mencionamos antes: cómo desarrollar la creatividad y fomentar la imaginación para sobrevivir y, de paso, robustecer el ego. Ese desarrollo en el Mundo Exterior les servirá a los personajes para enderezar sus vidas y afrontar con más entereza y capacidades la vida real y sus circunstancias: crear nos estimula y nos da confianza en nosotros mismos. Como dijo una vez la escritora Joyce Carol Oates: “La vida es energía, y la energía es creatividad”. Tampoco falta el homenaje a la amistad: cómo nos alienta y nos une frente a las adversidades. No es que sea una película buena o mala: es un divertimento para verlo en familia. Ahí debe situarse el espectador antes de entrar al cine.


