Un día crecerán, se irán de casa y pensaremos «¿ya? Pero mientras tanto, entre el trabajo y los hijos, para muchos padres la vida familiar es como un maratón agotador. ¿Cómo salir de esta ecuación infernal?
1Consentir la realidad
Instagram no es la vida real, pero a fuerza de ver las vidas de ensueño de los demás, acabamos creyendo que todo el mundo lo consigue… menos nosotros. Pero la realidad es bien distinta. Los niños hablan, lloran, gritan y tienen hambre. Tienen mochilas, zapatos, juguetes, meriendan y no nacen con instrucciones para ordenar.
«Una familia es un desastre», admite Caroline, aficionada a la decoración. He renunciado a vivir en una casa de revista y, sobre todo, ¡he encontrado maneras fáciles y rápidas de ordenar! Tener en cuenta a los demás y aceptar sus diferencias, es decir, aprender a ser diferente, lleva tiempo. Y las discusiones también, ¡así es la vida!
2Discernir lo necesario de lo superfluo

Atrapados en un torbellino, acabamos actuando una especie de mimetismo hipnótico. Tomarse un respiro puede permitirnos hacernos preguntas: sobre las actividades de los niños (¿cuántas? ¿dónde? ¿qué hay para ellos?); sobre el programa del fin de semana (¿cuánto tiempo para el descanso, la espontaneidad, el deseo que surge?); sobre el cuidado de los niños (higiene, ropa, pero también relaciones, calidad de las comidas…).
En una entrevista de asesoramiento matrimonial y familiar, padres agotados nos cuentan que desean leer dos cuentos a cada uno de sus hijos o dedicar un tiempo especial a cada uno cada semana, además de las comidas frescas y los cumpleaños con toda la clase. Esta reflexión también puede referirse al mantenimiento del hogar o a la relación con el trabajo, que interfiere en la vida familiar «gracias» a los smartphones. Cuando se puede hacer más y mejor, ¿en qué momento parar?

3Tomar decisiones reales
«Un día me di cuenta de que el 90% de mi vida era el resultado de mis elecciones… ¡y que no podía dejar de quejarme de ellas! Reconozcámoslo, en Francia hoy en día, la gente ha elegido generalmente a su cónyuge, ha elegido tener hijos, ha elegido su trabajo o su lugar de residencia. Nada es perfecto, por supuesto, pero nuestra época goza de una gran libertad, con la realidad de una cultura, una educación, unos estudios, la posibilidad de trabajar…
Y sin embargo hay tanta queja: ¿esperamos compasión? ¿Mérito? «He tomado conciencia de mi responsabilidad en estas elecciones y ahora intento ser agradecida, al tiempo que me cuido, en mi día a día, de decir sí y no de verdad. Aunque no me guste». Ser adulto significa tomar decisiones, alejarse de un ideal y aceptar la realidad: la perfección no existe. Toda situación tiene elementos positivos y negativos.
4Hacer un diagnóstico

Esto no significa que no podamos analizar lo que está lastrando nuestras vidas y haciendo que la necesidad de vida familiar sea tan excesiva.
Decir no a algo significa decir sí a otra cosa. ¿A qué me gustaría decir no? ¿A las exigencias externas? ¿A una visión idealizada de mi papel de padre o madre? ¿Al cansancio? ¿Y si las pantallas y el ruido fueran los amplificadores de este exceso? ¿A qué me gustaría decir sí?
5Atreverse a bajar el ritmo
Ciertos conceptos erróneos contribuyen a los excesos de nuestro estilo de vida y a la notoria carga mental que aqueja a hombres y mujeres por igual: se dice que las mujeres son multitarea (¡y los hombres, por la misma razón, deberían hacer lo mismo!) y que siempre podemos hacerlo mejor.
Nuestro cuerpo no está diseñado para estar sobreestimulado 18 horas al día, sino para vivir a un ritmo regular, con fases activas y pasivas, y un estrés ocasional para hacer frente a los imprevistos. Establecer un ritmo regular para las comidas, la hora de acostarse y las compras puede aligerar la carga mental al evitar que el cerebro tenga que reinventarlo todo cada día. Estas rutinas también dan a los niños puntos de referencia, para que no tengan que explicarlo y negociarlo todo.

