"El Papa era mi amigo, ¡le quería tanto! Con su aspecto de Agecanonix, Salvatore -que también lleva bigote, es veterano de guerra y tiene un toque de encanto- es una figura clave en el pasillo cercano al palacio del Santo Oficio, que conduce a la plaza de San Pedro. Este siciliano de 74 años vive en la calle y en silla de ruedas desde una serie de accidentes que le han tenido hospitalizado durante largos periodos. Por ello, los problemas de salud del Papa Francisco le inspiran una profunda compasión. "Pero vaya a ver a mi mujer, ella es la que le conoce de verdad: ha compartido la mesa del Papa en dos ocasiones", dice Salvatore, señalando a una septuagenaria malhumorada, de pie a una distancia prudencial, a la que molesta ver cómo su marido "fastidia" a chicas jóvenes burlándose de ellas sin discreción.
"Ah, sí, lloré mucho cuando me enteré de la muerte del Papa", confirma Luigina, sorprendida de ver a un periodista hablar con ella, a pesar de que suele sentirse invisible ante los miles de transeúntes. El cardenal Konrad Krajewski, capellán apostólico, había invitado a esta romana a situarse directamente frente al Pontífice en un almuerzo organizado en el Vaticano con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres.
También volvió a encontrarse con él para desayunar, pero se arrepiente de dos cosas: "Estaba tan paralizada e impresionada que no conseguí decirle nada. Quería decirle tantas cosas, pero no me salían, estaba demasiado emocionada. Y por desgracia, poco después me robaron el móvil y perdí todas las fotos que tenía de aquellos encuentros", cuenta. Porque eso es vivir en la calle: tener muy poco y perder lo poco que se tiene…
El Papa había "abierto una brecha en el corazón de la gente"
Algunos de los sin techo de la plaza de San Pedro lo han perdido todo en sus vidas, excepto una cosa: su dignidad, que les fue devuelta por el Papa, llegado de Argentina, un país marcado por la pobreza y las duras condiciones de vida.
"Le di la mano una vez y sentí que estaba con nosotros. Era un hombre entre los hombres, como Jesús: cargaba sobre sus hombros nuestros problemas y dificultades, sin rendirse. Conocía la realidad de la vida y demostró que todos somos hijos del mismo Padre", recuerda Giovanni, un hombre de unos sesenta años, sentado a los pies de la columnata. Para él, el Papa había contribuido a cambiar la forma en que los transeúntes miraban a la gente por la calle. "El Papa Francisco ha abierto una brecha en el corazón de la gente, un poco como los Bersaglieri de 1870 abrieron la brecha de Porta Pia.
"Abrió una nueva puerta, un nuevo mundo", explica este hombre culto.
Con sus gafas y su forma de expresarse, Giovanni casi parece un profesor de filosofía, pero lleva varias décadas viviendo la humillación de la calle. "Llevo 30 años durmiendo sobre cajas de cartón. Así es la vida. Cuando pierdes tu trabajo y tu familia, lo pierdes todo", dice con modestia. Pero explica que con la ayuda del Papa Francisco, del cardenal Krajewski y de la Comunidad de Sant'Egidio, que gestiona el Palazzo Migliori a pocos metros de las columnatas de la Plaza de San Pedro, ha encontrado un hogar y "una familia".
"Aquí vivimos 43 personas", cuenta Rosanna, una siciliana de 60 años que lleva cuatro en el centro. Cuenta que el Papa Francisco vino a inaugurar el centro en 2019 y se reunió largo y tendido con las personas a su cargo. El vínculo con el Pontífice se ha mantenido a lo largo de los años.
"El día de Pascua pudimos saludarle cuando pasó en coche por última vez. Pudimos gritarle 'Ciao Papa Francisco, te queremos mucho', y rezamos por él todas las noches antes de cenar", relata.
Francisco se ha esforzado por establecer servicios de higiene, asistencia médica y un techo para los necesitados, movilizando a muchos voluntarios, entre ellos médicos que prestan horas de servicio voluntario.

La compasión de los pobres por la fragilidad del Papa
Las personas sin hogar expresan su profunda compasión por este Papa que afrontó con valentía su deterioro físico y asumió la humillación de mostrarse débil y frágil en público. Unos años antes de su muerte, María, una joven española que vivía en la calle con su pareja Robert, hacía su análisis de un pontificado sorprendente.
"Creo que el Papa es como un abuelo que siente que se acerca su final y quiere mantener a salvo a su familia, tan insistente que a veces comete errores garrafales. Pero todo lo que hace es por amor", confió.
Habiendo muerto ella misma antes que el Papa, a los 40 años, de un cáncer devastador que no fue tratado a tiempo debido a sus precarias circunstancias, María probablemente entendió el mensaje esencial del Papa mejor que la mayoría de los comentaristas.
Como para completar el círculo, este sábado a primera hora de la tarde, un grupo de pobres estará presente en la escalinata de acceso a la Basílica de Santa María la Mayor, para la última etapa del último viaje del Papa Francisco antes de su entierro. Será el momento para que los más pobres presenten sus últimos respetos a un Papa que, siguiendo los pasos de Jesús, les amó, comprendió, respetó y apoyó fielmente hasta su último aliento.
En los siguientes enlaces puedes encontrar algunos artículos que recogen las enseñanzas sobre la pobreza del Papa Francisco, quien incluso instituyó la Jornada Mundial de los Pobres en 2017.

