Existen numerosos remedios caseros para las enfermedades más comunes, pero hay una enfermedad que no puede ser sanada a través de nuestros propios esfuerzos.
Esa enfermedad es la vida de pecado en la que estamos actualmente y las muchas veces que nos alejamos de Dios.
No importa cuánto nos esforcemos por lograr la sanación interior a través de nuestros propios experimentos mentales, solo Dios puede sanarnos y traernos una paz duradera a través del perdón de los pecados.
Lo que tenemos que hacer es volar hasta el Médico Divino y mostrarle todas nuestras dolencias.
El Médico Divino
El Papa Benedicto XVI reflexionó sobre esta verdad espiritual durante un mensaje del Ángelus en el cuarto domingo de Cuaresma de 2012.
"San Agustín comenta: 'El médico, pues, ha venido a curar a los enfermos. El que no observa las órdenes del médico se destruye a sí mismo. Ha venido un Salvador al mundo… No serás salvado por él; serás juzgado por ti mismo'.
En esta cita, san Agustín está explicando cómo Jesús, el Médico Divino, quiere curarnos, pero solo puede curarnos si nosotros queremos curarnos.
El Papa Benedicto XVI continúa su reflexión ampliando esta realidad, vinculándola al sacramento de la confesión:
"Por tanto, si el amor misericordioso de Dios -que llegó hasta dar a su Hijo único para redimir nuestra vida- es infinito, nosotros tenemos una gran responsabilidad: cada uno de nosotros, en efecto, debe reconocerse enfermo para poder ser curado. Cada uno debe confesar su pecado para que el perdón de Dios, ya concedido en la Cruz, surta efecto en su corazón y en su vida".
Explica además que "solo abriéndose a la luz y confesando sinceramente los propios pecados a Dios se encuentra la verdadera paz y la verdadera alegría. Por eso es importante recibir regularmente el sacramento de la Penitencia, especialmente durante la Cuaresma, para recibir el perdón del Señor e intensificar nuestro proceso de conversión".

Curación espiritual
A veces puede ser más cómodo ignorar nuestros pecados y esconderlos de Dios, o incluso de nosotros mismos. Los enterramos en lo más profundo de nuestra alma, sin dejar que queden expuestos a la luz de Cristo.
Sin embargo, si hacemos eso, nunca experimentaremos la curación. Esto ocurre cuando vamos al médico y no le contamos lo que nos aqueja.
Nuestro médico no puede curar algo que no conoce. Si bien es cierto que el Médico Divino lo sabe todo, quiere que reconozcamos nuestra enfermedad espiritual y se la llevemos por nuestra propia voluntad.
Dios quiere curarnos y devolvernos la salud espiritual. Lo que tenemos que hacer es permitírselo y podemos hacerlo confesándonos y abriéndonos al poder curativo de la misericordia que Jesús concede a través del ministerio del sacerdote.

