separateurCreated with Sketch.

El agua: de un derecho universal a un producto mercantil

whatsappfacebooktwitter-xemailnative
Luis Carlos Frías - publicado el 04/04/25
whatsappfacebooktwitter-xemailnative
No obstante el enorme desarrollo científico, tecnológico, macroeconómico y social que hemos logrado a nivel global, enfrentamos, a la par, un problema brutal: millones de personas no tienen agua suficiente y de calidad para llevar una vida conforme a su dignidad de hijos de Dios. La Iglesia ofrece la luz y guía de su Doctrina Social en este tema

El colapso medioambiental se ve reflejado en extremos multiformes: por un lado, la sequía y desertificación que devora enormes extensiones de tierra fértil; por otro, las enormes precipitaciones pluviales que provocan grandes inundaciones y extensa devastación; y por otro más, el deshielo polar que provoca un aumento en los niveles de los océanos. También tenemos el hecho de que la disposición de agua potable va disminuyendo debido al agotamiento de las fuentes por sobreexplotación; mientras que su demanda va en aumento debido al incremento de la población y al exagerado consumo en países desarrollados.

Nos encontramos, pues, en una encrucijada donde el derecho humano al agua se ha reconocido internacionalmente, pero la tutela del mismo por parte de las autoridades no ha sido suficientemente correspondida con la eficacia que el derecho obliga.

Los desafíos del agua

La ONU resume los desafíos globales del agua en diez enunciados. Los cuatro más representativos son:

- 2,200 millones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura. Entre ellos, 771 millones de personas no pueden acceder ni siquiera a servicios básicos de agua potable.

- Más de la mitad de la población (4,200 millones de personas) carecen de servicios de saneamiento gestionados de forma segura.

- Unas mejores condiciones de agua, saneamiento e higiene podrían evitar unas 400 mil muertes al año por enfermedades diarreicas entre niños menores de cinco años.

- El 80% de las aguas residuales retornan al ecosistema sin ser tratadas o reutilizadas.

El agua, un derecho humano

El 26 de julio de 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció y declaró el derecho humano al agua y al saneamiento de la misma. Reconoció, además, que el agua es esencial para el pleno ejercicio del derecho a la vida y del resto de los derechos humanos. Este obliga a los Estados a proporcionar el acceso a una cantidad de agua suficiente para el uso doméstico y personal (de 50 a 100 litros diarios por persona), segura y aceptable (potable), a un costo asequible (máximo equivalente al 3% de los ingresos del hogar), y a una distancia también accesible (máximo a 1 Km / 30 minutos).

La Santa Sede, a través del Pontificio Consejo ‘Justicia y Paz’ reconoció esta resolución en su Aportación al Sexto Forum Mundial del Agua (Marsella, Francia, marzo 2012): Agua, en elemento esencial para la vida.

El agua en la Doctrina Social de la Iglesia

La primera consideración de la Iglesia en relación al medio ambiente señala que los bienes de la tierra fueron creados por Dios para ser usados con sabiduría, y compartidos con justicia y caridad para beneficio de todos (Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia –CDSI–, nn. 481-482). Y más adelante precisa:

"El principio del destino universal de los bienes, naturalmente, se aplica también al agua, considerada en la Sagrada Escritura símbolo de purificación (cf. Sal 51,4; Jn 13,8) y de vida (cf. Jn 3,5; Ga 3,27): "Como don de Dios, el agua es instrumento vital, imprescindible para la supervivencia y, por tanto, un derecho de todos". La utilización del agua y de los servicios a ella vinculados debe estar orientada a satisfacer las necesidades de todos y sobre todo de las personas que viven en la pobreza” (CDSI, n. 484).

“El agua, por su misma naturaleza, no puede ser tratada como una simple mercancía más entre las otras, y su uso debe ser racional y solidario. Su distribución forma parte, tradicionalmente, de las responsabilidades de los entes públicos, porque el agua ha sido considerada siempre como un bien público, una característica que debe mantenerse, aun cuando la gestión fuese confiada al sector privado. El derecho al agua, como todos los derechos del hombre, se basa en la dignidad humana y no en valoraciones de tipo meramente cuantitativo, que consideran el agua solo como un bien económico. Sin agua, la vida está amenazada. Por tanto, el derecho al agua es un derecho universal e inalienable” (CDSI, n. 485).

Laudato si

El Papa Francisco aborda la cuestión del agua en su Carta Encíclica Laudato si' (24 mayo 2015), en los numerales 27 a 31. La exposición, bien cimentada, clara y profética, destaca y condena la concepción mercantil del agua sujeta a las leyes del mercado, puesto que atenta contra el derecho humano universal:

“Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable. Esa deuda se salda en parte con más aportes económicos para proveer de agua limpia y saneamiento a los pueblos más pobres. Pero se advierte un derroche de agua no solo en países desarrollados, sino también en aquellos menos desarrollados que poseen grandes reservas. Esto muestra que el problema del agua es en parte una cuestión educativa y cultural, porque no hay conciencia de la gravedad de estas conductas en un contexto de gran inequidad” (n. 30).

Estas palabras del Santo Padre Francisco son proféticas toda vez que la creciente escasez de agua potable puede ocasionar un aumento en su costo, limitando este bien universal a aquellos que puedan pagarlo; y anticipa, en el numeral 31, el hecho de que su acaparamiento pueda convertirse en uno de los principales conflictos del presente. Corresponde a toda la comunidad humana, particularmente a los responsables del poder ejecutivo, velar por el buen aprovechamiento de este recurso para bien de toda la sociedad.

¿Te ha gustado leer este artículo? ¿Deseas leer más?

Recibe Aleteia cada día.

Apoye Aleteia

Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia.  Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.

  • 20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
  • Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
  • Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
  • Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
  • 600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
  • Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
  • Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).

Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.