El Libro del Génesis relata vívidamente lo que ocurrió cuando Adán y Eva dejaron de disfrutar de las riquezas del Jardín del Edén tras la trampa tendida por la serpiente tentadora (Gn 3, 17-19): "¡Maldita sea la tierra por vuestra culpa! Comeréis de ella con dolor todos los días de vuestra vida. Te dará espinas y cardos por su propia voluntad, pero tú te alimentarás labrando los campos. Con el sudor de tu rostro te ganarás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de la que saliste; porque polvo eres y al polvo volverás".
Esta terrible imprecación divina corresponde a la evolución prehistórica de las primeras comunidades humanas, que aprendieron a sacar provecho del trabajo de la tierra con el sudor de su frente… La revolución neolítica hacia el 10.000 a.C. introdujo efectivamente, tras las prácticas de los cazadores-recolectores hasta entonces, el trabajo real de la tierra para producir sus frutos.
Los agricultores en la Biblia
Así fue como la profesión de agricultor adquirió mayor importancia, combinada con una dimensión espiritual que se subraya constantemente en las Sagradas Escrituras. Los dos hijos de Eva resumen las primeras actividades del hombre: Abel se convirtió en pastor, mientras que Caín cultivaba la tierra.
El Libro del Génesis aclara muy pronto que estas prácticas debían respetar las normas religiosas y afirma expresamente que "a la hora señalada, Caín ofreció los productos de la tierra como ofrenda al Señor" (Gn 4,3). Pero después de que Caín matara a su hermano por envidia, Dios lo condenó sin apelación: "Ahora pues, maldito seas y expulsado de esta tierra, que ha abierto su boca para beber la sangre de tu hermano, derramada por tu mano. Por muy bien que cultives la tierra, ya no te producirá nada. Serás un errante, un vagabundo sobre la tierra". (Gn 4, 11-12).
Sin embargo, entre los descendientes bíblicos de Adán y Eva había hombres más justos, como Noé, descrito como un "hombre de la tierra" y que fue, entre otras cosas, el primero en plantar vides. La agricultura pronto despegó y fue un tema frecuente en la Biblia, sobre todo en los Salmos: "De la obra de tus manos te alimentarás: ¡Bendito seas! La felicidad es vuestra" (Sal 127-2).

Rico simbolismo
La Biblia también se sirvió tempranamente de la profesión agrícola para introducir numerosas reglas morales y espirituales. Por ejemplo, el Libro del Profeta Isaías recuerda las sucesivas tareas del agricultor que trabaja la tierra: "Para sembrar, ¿debe el labrador arar su tierra todo el día, volteándola y rastrillándola? ¿No nivela la tierra, esparce la nigella, echa el comino, siembra el trigo, la cebada y el mijo en la tierra, y la espelta en los bordes?". O también: "No se aplasta la nigella con el trineo, la rueda del carro no pasa por encima del comino; sino que se golpea la nigella con el mayal y el comino con el palo. ¿Vamos a aplastar el trigo? No se aplasta sin cesar; se pisa bajo las ruedas del carro, pero no se aplasta" (Is 28, 24-28).
Estas imágenes del trabajador del campo animan a los creyentes a hacer lo mismo en lo que se refiere a su conducta moral; es trabajando nuestro corazón y sembrando buenas semillas como puede florecer el fruto de nuestra fe…
En el Nuevo Testamento, Jesús también utiliza estas metáforas muchas veces en su predicación, y la parábola del sembrador es sin duda uno de los ejemplos más conocidos de los tres Evangelios sinópticos. Escuchemos a Mateo (Mt 13, 3-8): "He aquí que el sembrador salió a sembrar. Al sembrar, parte del grano cayó junto al camino, y vinieron los pájaros y se lo comieron todo. Otros cayeron en tierra pedregosa, donde tenían poca tierra; brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda. Cuando salía el sol, se quemaban y se secaban, porque no tenían raíces. Otras cayeron en zarzas; las zarzas crecieron y las ahogaron. Otras cayeron en buena tierra, y dieron fruto ciento, o sesenta, o treinta a uno".
Esta parábola de Jesús solo puede iluminar a quienes la escuchan. A través de estas coloridas historias, Jesús introducirá al mayor número posible de personas en el tipo de comportamiento que agrada al Señor, para que la semilla que ha caído en tierra buena brote en ellos y produzca fruto en abundancia…
Para meditar más a profundidad esta parábola, escucha la siguiente meditación:


