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Cómo aumentar tu alegría espiritual en tiempos difíciles

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Philip Kosloski - publicado el 01/01/25
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La verdadera alegría espiritual no proviene de la búsqueda de placeres terrenales. Es un don que solo se puede recibir abriendo el corazón a Dios

No es fácil para todos experimentar la verdadera alegría. A muchas personas les cuesta recordar la última vez que fueron verdaderamente felices, especialmente cuando han sido llevadas por pruebas difíciles. Sin embargo, la alegría es una parte esencial de la promesa cristiana: no puede encontrarse en las propias fuerzas, sino que puede recibirse como un don del Señor.

En 1975, el Papa Pablo VI dedicó una encíclica a la alegría, titulada Gaudete in Domino, en la que describe las características de la alegría cristiana y cómo las personas pueden prepararse para acogerla. San Pablo VI comienza recordando la naturaleza fundamental de la alegría cristiana, que hunde sus raíces en la relación con Cristo resucitado:

"La alegría cristiana es, en esencia, participación espiritual en la insondable alegría, divina y humana, que hay en el corazón de Jesucristo glorificado […] Esta alegría brota de una comunión entre Dios y la humanidad, y tiende a una comunión cada vez más universal. Esta alegría no puede en modo alguno favorecer el egoísmo. Al contrario, abre el corazón a los demás y suscita un profundo deseo de felicidad eterna".

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Por tanto, esta alegría reside en el corazón de Dios mismo y solo puede alcanzarse estando en profunda unión con Él. Aunque en esta vida terrena es posible tener los comienzos de ella, sólo se realizará en su plenitud en el Cielo. El Santo Pontífice recordó que los santos dieron testimonio de esta alegría incluso en medio de las pruebas más difíciles. Pone como ejemplo a san Maximiliano Kolbe:

En medio de los períodos más trágicos que han ensangrentado nuestro tiempo, [san Maximiliano Kolbe] se ofreció voluntariamente a la muerte para salvar a un hermano desconocido, y los testigos cuentan que su paz interior, su serenidad y su alegría transformaron de algún modo el lugar del sufrimiento -que solía ser una imagen del infierno- en una antesala de la vida eterna, tanto para sus compañeros de infortunio como para él mismo.

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Esta profunda alegría experimentada por los santos fue posible gracias a su total abandono a Dios y a su voluntad. Como explicaba santa Teresa de Lisieux:

A veces, es cierto, el corazón del pajarillo se ve asaltado por la tormenta, y parece como si no creyera que existe otra cosa que las nubes que lo envuelven; entonces es el momento de perfecta alegría para la pobre criaturita débil. ¡Qué alegría para él quedarse allí de todos modos, mirando fijamente la luz invisible que elude su fe!

Si aspiras a la verdadera alegría en esta vida, es bueno recordar que no proviene de tus propios esfuerzos, ni de la búsqueda de placeres terrenales, sino que se encuentra en el encuentro con Dios y en la entrega a Él.

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