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El misericordioso enfoque de un sacerdote provida

MSGR. PHILIP J. REILLY
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John Burger - publicado el 12/12/24
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Viendo que la política no restauraría una cultura de la vida, monseñor Philip J. Reilly siguió otro camino. Fundador de un apostolado provida mundial que busca la salvación de las almas de los abortistas, recientemente falleció a los 90 años

Siendo párroco, comenzó a instruir en la cultura provida en 1967. Monseñor Philip Reilly pasó de advertir que el estado de Nueva York iba camino de legalizar el asesinato de niños no nacidos a -20 años después- apoyar el cambio de ley que buscaba proteger la vida en el vientre en ese mismo estado.

"Y me di cuenta de que habíamos pasado de una cultura de la vida, en la que era impensable no proteger a los niños en el vientre materno, a una cultura de la muerte, en la que era impensable cambiar la ley para proteger a todos los niños en el vientre materno", relató.

A través de mucho discernimiento, Monseñor Reilly encontró un enfoque diferente, uno que, como él decía, miraba más allá de este mundo en busca de ayuda. Fundó un apostolado provida mundial llamado Ayudantes de los Preciosos Infantes de Dios.

Inicio del movimiento provida

Nacido el 21 de junio de 1934, en Nueva York, fue ordenado sacerdote en la diócesis de Brooklyn (Nueva York) el 28 de mayo de 1960. Era licenciado en Filosofía y en Teología. Obtuvo un Máster en Clásicas y fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Tinava (Eslovaquia).

También encabezó una campaña a favor de un leccionario catequético, que presentó tanto al Papa Benedicto como al Papa Francisco. Con este método, todos los que asisten conocen el Catecismo en un período de tres años.

Monseñor Reilly tuvo una temprana participación en el movimiento provida, que incluyó una parte social y política, y ser uno de los organizadores de la primera Marcha por la Vida en Washington.

Finalmente, monseñor Reilly descubrió que la acción política nunca resolvería el problema: fundó las Ayudantes de los Preciosos Infantes de Dios en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario de 1989.

"El mundo entero iba hacia la cultura de la muerte, así que tenemos que salir del mundo, como hizo San Pío V", dijo -refiriéndose al llamamiento del Papa del siglo XVI a rezar el Rosario durante la batalla de Lepanto- "y pedir la intercesión de la Madre de Dios".

"El talón de Aquiles de la industria del aborto es el lugar donde mueren los niños", dijo. La pregunta era cómo deberían estar presentes allí los provida. Su respuesta podría sorprender a la gente.

"No vamos allí para salvar bebés, principalmente, sino para salvar almas", dijo. "Nuestro Señor fue al Calvario para salvar a la gente que iba a matarle. Debemos tener esa misma mentalidad".

"Empezar por la Eucaristía"

Marcela Palos, una antigua colaboradora del sacerdote, dijo que monseñor Reilly se dio cuenta de que la confrontación "nunca va a funcionar, o tratar de cambiar la política nunca va a funcionar. Así que él decía: tenemos que cambiar el corazón de la gente, y no puedes cambiar el corazón de la gente a menos que les lleves a Jesús".

Monseñor Reilly dijo una vez: "No podemos superar esto con ningún esfuerzo humano. Empecemos con la Eucaristía".

Por eso, un acto típico de esta agrupación comienza con una Misa a primera hora de la mañana, seguida de una procesión de oración desde la iglesia hasta la clínica abortista local, donde los asistentes rezan el rosario.

Palos dijo que cuando el grupo llegó a la clínica, todo el mundo estaba totalmente concentrado en lo que allí ocurría, porque él tenía esta hermosa teología:

"Cuando vas a una clínica abortista, estás yendo al Calvario. Y todos estos bebés están unidos al sacrificio de nuestro Señor. Y son mártires (...) todos estos bebés, cuando mueren, porque no hicieron nada malo en esta tierra, van directamente a su Padre".

Monseñor Reilly se mostró igualmente preocupado por la salvación de las madres que tenían intención de abortar o que de hecho abortaron. Muchas se dan cuenta más tarde de que, en efecto, abortaron a un ser humano, a un niño.

"Dicen: '¿Podrá Dios volver a amarme?' Yo les pregunto: '¿Volverás a amar a Dios? Eso es lo que Dios quiere saber'".

Dos tipos de madres

Mons. Reilly comparó la situación de las madres que abortan con dos figuras de la escena de la crucifixión. Con el "buen ladrón", que tuvo una conversión mientras moría en la cruz, porque algunas madres se volverán antes de seguir adelante con el aborto; y otras, como el centurión que reconoció a Cristo después de muerto, se dan cuenta de que el bebé que abortaron era hijo de Dios.

Pero ambos tipos de madres, insistió, "deben ser tratadas con dignidad y respeto, antes y después del aborto".

No para salvar bebés, sino para salvar almas

Palos señaló que era importante que los participantes provida comprendieran que "no salvan bebés".

"Me dijo: 'No estamos fuera de la clínica para salvar bebés, porque el bebé no hizo nada malo en esta vida. Va camino del cielo. El problema son las almas de todos los abortistas y las enfermeras y las mujeres que abortan. Esas almas son las que están en peligro, porque si mueren, puede que no vayan al cielo. Quiero decir, no lo sabemos, debido al amor misericordioso de Dios, pero, podrían ir al infierno. Como Cuerpo Místico de Cristo, ¿podríamos ir a la clínica abortista para hacerle presente y ayudarle a convertir esas almas? Así que estamos allí por los abortistas, por la enfermera, por el padre, por las madres que están abortando, porque estamos allí para salvar esas almas".

Repartidos por todo el mundo

El planteamiento de monseñor Reilly atrajo rápidamente seguidores, entre ellos el padre Peter Pilsner, sacerdote de Nueva York.

"En el movimiento provida, algunas personas ven la horrible injusticia del aborto y se sienten llamadas a luchar contra este mal. A veces dirigen su ira contra las mujeres que abortan. Otros ven la vulnerabilidad de las mujeres ante las mentiras y la manipulación que las empujan al aborto, y se sienten llamados a protegerlas. En su empatía, a veces minimizan el mal del aborto", dijo el P. Pilsner a Aleteia.

"Monseñor Reilly enseñó a los provida cómo abrazar ambos hilos, sin apartarse del camino de la verdad y la caridad. Nunca perdió de vista la espantosa maldad del aborto, y nunca olvidó la humanidad de la mujer, hecha a imagen de Dios y merecedora de su abundante misericordia. Tenía una fe inquebrantable en el poder de la oración para cambiar los corazones. Enseñó a todos los miembros del movimiento provida, con su testimonio personal, lo que significa actuar como si el aborto fuera realmente el asesinato de niños inocentes e indefensos, y al mismo tiempo acercarse a las mujeres con el amor del corazón misericordioso de Cristo".

El P. Pilsner acompañó a Mons. Reilly en un viaje a México, y Palos, que procede de allí, también le ayudó a hablar en México, así como en Colombia y otros países.

Taiwán y Corea del Sur se vieron beneficiados con sus materiales de enseñanza y se han establecido grupos de Ayudantes en la mayoría de los estados de EE.UU., así como en lugares lejanos como Australia, Nueva Zelanda, Austria, Alemania, Eslovaquia, Rumanía, Albania y Sudáfrica.

En un testimonio en una página web de homenaje creada tras la muerte de monseñor Reilly, David Bereit, fundador de 40 Días por la Vida, dijo que el sacerdote fue una "inspiración temprana, mentor y maestro para mí cuando empecé en el movimiento provida". Dijo que él y su esposa, Margaret, pasaron un día con él en 2001, "donde nos enseñó todo lo que necesitábamos para poner en marcha nuestros esfuerzos provida locales".

Durante muchos años, monseñor Reilly luchó contra el cáncer de piel, probablemente debido a las innumerables horas que pasó bajo el sol asesorando a los pacientes en las aceras de las clínicas abortistas. En sus últimos años, le tuvieron que extirpar quirúrgicamente gran parte de la nariz. Su aspecto era desagradable, pero para quienes le admiraban, era un signo de su compromiso.

Marcela Palos dijo: "Cuando ves sus acciones, cuando ves que el hombre sufría en su propia piel por estar fuera de la clínica abortista todos los días y tener este cáncer, es increíble cómo tenía este fuego en su corazón que estaba pasando a otra generación y a otras personas".

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