Unas 35 mil personas de todo el Estado insular participaron en la Misa solemne en el estadio Sir John Guise de Port Moresby, el 8 de septiembre de 2024, que fue uno de los momentos culminantes de la visita del Papa en el marco de su gira por Asia y Oceanía.
Bajo un sol radiante, católicos representantes de todas las regiones e islas del país le esperaban en un impresionante silencio de recogimiento para esta Misa, coloreada después con trajes tradicionales y cantos polifónicos locales.
Muchos fieles habían atravesado el país en barco, por caminos selváticos o en avión, a veces durante varios días, para asistir a este acontecimiento. Las diversas parroquias de Port Moresby los habían alojado y alimentado durante los últimos días, antes de llegar al amanecer para ocupar sus lugares en el estadio.
En su homilía, el Papa aseguró a los papúes que, a pesar de la lejanía geográfica de su tierra "en los confines del mundo", estaban "en el centro [del] corazón" de Dios. "Cada uno de vosotros es importante para Él", dijo a los 1,5 millones de católicos que viven en las numerosas islas que cubren 460 mil km2.
Jesús "nos ayuda a superar nuestros miedos", dijo el Pontífice argentino, dirigiéndose a los creyentes que están "alejados de la comunión y de la amistad con Dios", y que experimentan "sordera interior y un corazón mudo". A continuación, enumera las actitudes que alejan de Dios: "egoísmo, indiferencia, miedo a arriesgarse e implicarse, resentimiento, odio… acabamos girando únicamente en torno a nuestro ego".
Para contrarrestar estos miedos, que pueden provocar fuertes tensiones en el país, el Papa presentó la apertura a los demás y a Dios como la "brújula de nuestra vida". Porque, insistió, "así podremos comunicarnos unos con otros y construir una sociedad diferente, también aquí en Papúa Nueva Guinea". "Que ninguno de nosotros permanezca sordo y mudo ante esta invitación", exhortó.
Tras la misa, el papa Francisco se reunió brevemente en privado con el primer ministro John Marape.