Algunas almas parecen estar hechas de acero templado, y la de Mathias Dantin es una de ellas. Hoy en día, este joven de 18 años con una voz teñida de los acentos cadenciosos de la región de Bigorre ya no puede decir si el rugby se lo ha dado todo o se lo ha quitado todo. Y sin embargo, afronta esta nueva vida con una fuerza desarmante, privado de sus cuatro extremidades tras un placaje ilegal.
Nacido en Colombia, Mathias fue adoptado a los dos años por Jérôme y Fabienne Dantin, y creció en los Pirineos. Como si quisiera deshacerse de un exceso de energía, el pequeño practicó deportes de todo tipo: esquí, natación, escalada… hasta que descubrió el rugby a los 12 años.
Se aficionó a este "suplemento de vida", como decía André Boniface, una leyenda del XV de Francia. Pero su sueño era llevar una boina roja y uniforme militar. "Desde que era niño, quería alistarme en el ejército", cuenta Mathias a Aleteia, "más concretamente en el primer regimiento de paracaidistas de infantería de marina de Bayona. Cuando hice el bachillerato, hice mucho hincapié en el deporte y la forma física para superar las pruebas de las fuerzas especiales".
Te preguntas: ¿por qué yo? Pero me di cuenta de que el desánimo, la rebeldía, los pensamientos negativos, era el diablo quien los inspiraba. Decidí rechazarlo.
Un sueño que se truncó en el césped del estadio de Bagnères-de-Bigorre el 14 de diciembre de 2022. Mathias, el capitán, jugaba con su equipo contra otro instituto de los Altos Pirineos cuando fue arrojado al suelo por un impacto increíblemente violento. "Ya había empujado a uno de los jugadores del equipo contrario. No tuve tiempo de entender lo que me pasaba antes de que me levantaran cuatro metros por los aires y me tiraran al suelo", explica a Aleteia.
La cabeza recibió el primer golpe, seguida del cuello. "Me di cuenta enseguida de que algo iba mal y de que nunca volvería a ser el mismo. Ya no sentía mi cuerpo", confiesa el joven. Con la mirada impotente de su padre, Mathias fue trasladado por aire al servicio de urgencias de Purpan antes de pasar incontables horas en el quirófano. Cuando salió, todo era diferente. "Tienes que afrontar los hechos y llorar por ti mismo. No conocía la palabra 'tetrapléjico', pero cuando mi padre me confirmó el diagnóstico, no me sorprendió", dice Mathias con sorprendente calma.
Lourdes, un lugar de renovación
"Desde el principio, recibí un apoyo extraordinario de mis padres y amigos íntimos. También ha habido abandonos, gente que se alejaba. Pero he tenido la suerte de estar rodeado de gente y de no estar solo con mi discapacidad", señala.
Paradójicamente, fue el rugby el que también ayudó a salvar a Mathias. Los jugadores de la selección francesa, conmovidos por su historia, le visitan y le reconfortan. Y luego está la fe. "Siempre he sido muy religioso, porque crecí en una familia católica practicante", dice Mathias.
"No vamos a mentir: la fe recibe un golpe cuando suceden este tipo de cosas. Te preguntas: ¿por qué yo? Pero me di cuenta de que el desánimo, la rebelión, los pensamientos negativos, era el diablo quien los inspiraba. Decidí rechazarlo", afirma.
"La tentación de volverme contra Dios era real, pero conseguí darle las gracias por mantenerme con vida".
Una tentación que sigue presente, admite humildemente Mathias. "Tengo momentos de debilidad y rabia. No es fácil todos los días. Hay muchas preguntas que surgen de esta discapacidad. Pero tengo suficiente para seguir adelante.
Ya familiarizado con el santuario de Lourdes, cerca de su casa, Mathias se hizo voluntario de la Oficina Cristiana de Personas Discapacitadas. Cada semana, el ex jugador de rugby va allí a dar su testimonio a grupos de jóvenes. "Realmente me encuentro a mí mismo en este lugar, que me tranquiliza y me hace sentir útil. Si mi experiencia puede ser útil en la fe, soy feliz".
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A través de su asociación Coraje Mathias, el joven y su familia trabajan para concienciar sobre la discapacidad y el respeto de las reglas del rugby. Decididamente centrado en el futuro, Mathias se niega a guardar rencor e intenta no cultivar el rencor hacia la persona responsable de su accidente, que nunca fue castigada. "Intento no pensar en ello, porque no me resulta beneficioso. Perdonarle sigue siendo una palabra muy grande, como 'aceptar' la discapacidad. No la aceptas, haces lo mejor que puedes con ella. Pero estoy sacando algo bueno de todo esto. He descubierto la felicidad en el verdadero sentido de la palabra, porque quien nunca ha sufrido no sabe nada de la felicidad.