"¿Por qué no nos escandalizamos del mal que campa a sus anchas, de la humillación de la vida, de los problemas del trabajo, del sufrimiento de los emigrantes?", se preguntó el Papa Francisco durante su homilía en la plaza Unidad de Italia de Trieste el 7 de julio de 2024. Exhortó a los cristianos a soportar el "escándalo" de una fe cristiana que "disipa los cálculos del egoísmo humano, que denuncia el mal, que señala con el dedo la injusticia, que perturba las intrigas de quienes, a la sombra del poder, juegan a costa de los débiles".
Frente al mar Adriático, en la gran plaza central de la ciudad construida por los austriacos, el pontífice de 87 años presidió la Misa ante más de 10 mil fieles bajo un sol abrasador. Por un momento, el sol molestó al Papa, que dijo a la multitud que tenía dificultades para leer su homilía debido al intenso calor.
En su enseñanza, el Papa recordó el "escándalo" que Jesús provocó en la sociedad de Tierra Santa cuando comenzó a predicar. Este escándalo, insistió, se basaba en la humanidad de Cristo, Dios encarnado en una persona corriente. "Un Dios fuerte y poderoso, que está a mi lado y me satisface en todo, es atractivo; un Dios débil […] que muere en la cruz por amor y que además me pide que supere todo egoísmo y ofrezca mi vida por la salvación del mundo es un Dios incómodo", explicó.
"Necesitamos el escándalo de la fe" en este "Dios humano", dijo el Pontífice. Alabó "una fe que despierta las conciencias de su letargo, que pone el dedo en las llagas de la sociedad, que se interroga sobre el futuro del hombre y de la historia, una fe que se preocupa, que nos ayuda a superar la mediocridad y la pereza del corazón" en una sociedad "anestesiada y aturdida por el consumismo".
Por el contrario, el Papa tuvo palabras muy duras para una "religiosidad replegada sobre sí misma, que mira al Cielo sin preocuparse de lo que sucede en la tierra". Estos cristianos, añadió, "celebran liturgias en el templo, ajenos al polvo que se amontona en nuestras calles".
"Dios se esconde en los rincones oscuros de la vida y de nuestras ciudades; su presencia se revela precisamente en los rostros ahuecados por el sufrimiento y donde parece triunfar la decadencia", dijo el Pontífice. Citando al poeta local Umberto Saba, que describió a las "criaturas de la vida y del dolor" de Trieste, como una prostituta, un marinero o un soldado, el pontífice insistió en que "la infinitud de Dios se esconde en la miseria humana".

Acoger a los emigrantes de la ruta de los Balcanes
En la ciudad más austriaca de Italia, el Pontífice invitó a los cristianos de la diócesis a estar en "primera línea" para llevar esperanza a los migrantes "que llegan de la ruta de los Balcanes" -serán más de 16 mil de aquí a 2023-. "Trieste es una puerta abierta para los migrantes", insistió al final de la Misa. En su homilía, también habló del destino de los prisioneros, recordando el campo de concentración de San Sabba, en Trieste, donde los nazis encarcelaron a muchos judíos y presos políticos entre 1943 y 1945.
"Desde esta ciudad de Trieste, que domina Europa, encrucijada de pueblos y culturas, tierra de fronteras, alimentemos el sueño de una nueva civilización fundada en la paz y la fraternidad", pidió a una multitud formada no solo por fieles italianos locales, sino también por otros procedentes de las vecinas Austria, Eslovenia y Croacia.
La plegaria eucarística fue celebrada por el cardenal Matteo Zuppi, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Tras la misa, el Pontífice rezó el Ángelus, durante el cual pidió por Ucrania, Palestina, Israel, Sudán y Myanmar. Está previsto que regrese a su helicóptero hacia las 12.30 horas y vuelva al Vaticano a las 14:00 horas.

