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Todos los días tomamos decisiones, desde que nos levantamos hasta la hora de irnos a dormir, a veces simples, otras sumamente complejas, pero todas traen consigo consecuencias.
El Señor Jesús entendía perfectamente cómo es el comportamiento de los seres humanos, por eso, en los evangelios vemos que nunca forzó a nadie a seguirlo, siempre fue una invitación directa, pero dependía de la voluntad del aludido.
Jesús te deja decidir
Tal como pasó con cada uno de los apóstoles, que dejando todo lo siguieron, ocurrió con algunos que lo pensaron mejor y se echaron para atrás, como el conocido pasaje del joven rico que deseaba saber cómo heredar la vida eterna. Jesús le dice que debe cumplir los mandamientos, pero él responde que lo hacía desde niño.
Entonces viene la respuesta que requiere una decisión:
"Jesús lo miró con amor y le dijo: 'Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme'. El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes"
¿Qué hubiera pasado si el muchacho hubiera optado por seguir a Jesús?
Toma decisiones ungidas
Cuando en nuestra vida nos enfrentamos a cuestiones importantes que requieren reflexión y calma, nada mejor que tomar decisiones ungidas. ¿Qué significa esto? Que las consagremos a Dios.
De acuerdo con el diccionario, ungido significa "consagrado". Se unta con aceite al elegido para una tarea especial (1 Samuel 16, 3), externando una realidad interna más profunda, como ocurría con los sacerdotes, profetas y reyes, y como ocurre cuando recibimos los sacramentos.
Por eso, es un adjetivo que casa bien con lo que queremos alcanzar: hacemos una elección de vida, pero le pedimos a Dios que nos ayude, por eso le consagramos nuestra decisión para que se haga de acuerdo con su voluntad. Resultado: decisiones ungidas, donde Dios es quien guía nuestro camino.
Que sea siempre así, para que podamos acercarnos cada día más a la santidad.