Desde que comenzamos nuestra formación cristiana se nos habla de que Dios creó el cielo, la tierra y todo el universo. Y en el sexto día, hizo su más grande creación: el hombre, Adán, a su imagen y semejanza; y para acompañarlo, a la mujer, Eva.
Después, nos enteramos de que vivían en un paraíso terrenal, el jardín del Edén, y que lo único que debían hacer era guardar el mandato que Dios les había dado:
El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. Y le dio esta orden:
«Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas, morirás» (Gn 2, 15-17).
La expulsión del Edén
Sabemos bien lo que pasó: engañados por la serpiente, Adán y Eva comieron y perdieron todo lo que Dios les había otorgado gratuitamente.
Entonces, Dios llamó a cada uno y les dio su castigo. Basta leer el capítulo 3 del libro del Génesis para enterarse bien.
Es ahí donde se cumple lo que Dios había advertido a Adán sobre la muerte irremediable:
Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!» (Gn 3, 19)
Después, fueron expulsados del jardín. El texto nos cuenta de los hijos que tuvieron y nombra a tres de ellos: Abel, Caín y Set. Después, solo dice que Adán tuvo más hijos e hijas. Y, finalmente, la muerte le llegó al primer hombre:
Adán vivió en total novecientos treinta años y, al cabo de ellos, murió (Gn 5, 5).
La grieta del Gólgota
En cuanto a la sepultura de nuestro padre Adán, es la Tradición la que da cuenta de ella: La basílica del Santo Sepulcro, en Jerusalén, tiene en su interior una capilla dedicada a él. La historia es la siguiente:
Según la leyenda, el primer hombre, Adán, fue enterrado en el Gólgota, debajo de la futura crucifixión. Y cuando la Sangre de Jesucristo se derramó en la roca -donde había estado la cruz-, después del golpe de la lanza ejecutado por el centurión Longinos, la roca en el lado donde había penetrado la sangre, se agrietó profundamente.
Por eso se conserva la roca agrietada en la iglesia que puede visitarse virtualmente.