Así es La Barca, el coworking del Regnum Christi en Bogotá, el primero en Colombia y seguramente de los pocos en el mundo. Es una casa de dos pisos al norte de Bogotá, donde jóvenes profesionales, un par de empresas y algunos emprendedores tienen su lugar de trabajo.
Después del horario laboral, allí se desarrollan las actividades habituales del RC: reuniones semanales de equipos, Encuentros con Cristo, charlas de dirección espiritual, confesiones, misas y reuniones de los apostolados, entre otros.
“Imagínate estar en tu oficina y que de repente entre el padre y anuncie que va a estar disponible y quien se quiera confesar, lo busque. ¡Esto es un regalazo, un ambientazo!”. Así empezó el relato, para Aleteia, de Álvaro Carranque, miembro del Regnum Christi y encargado del coworking, desde donde lleva sus proyectos laborales.
A los pies de Jesús
"Nunca había sido tan fácil ir a misa todos los días -dice una joven profesional- en una ciudad con una movilidad tan compleja como Bogotá no es fácil". Ella organiza su horario para acudir al llamado de las campanas que suenan a las 5:30 de la tarde, anunciando que la misa empezará pronto.
"Qué bonito cerrar el día con la Eucaristía. Vamos a poner a los pies de Jesús lo que hicimos y le pedimos que complete lo que no pudimos. También le pedimos que nos dé fuerzas para seguir al día siguiente", cuenta Álvaro.
La misa es solamente una de las bendiciones que tienen los que han reservado su plaza para trabajar allí. En las mañanas, al llegar, quien desee puede dejar sus intenciones en una pequeña canasta. Otra persona tomará uno de esos papelitos, ofrecerá una hora de trabajo o rezará por el pedido de oración.
Esto también contribuye a que se le dé sentido al trabajo, al apoyar a alguien que ha abierto su corazón y dejado su necesidad personal, laboral, espiritual o familiar en esa pequeña canasta.
Todas las mañanas, los que pueden se reúnen en una oración para iniciar la jornada. Y al mediodía se reza el Angelus en homenaje a la Virgen María. Además, los jueves en la noche hay un espacio especial de oración durante la hora santa, generalmente a cargo del padre César Pérez, legionario de Crsito, de origen venezolano, y capellán de la casa.
Tiendita de la confianza
Marthica es la encargada del orden, de tener todo listo, de las bebidas aromáticas y el tradicional café colombiano que nunca puede faltar. También los cuida, afirma Álvaro, como una mamá.
Para degustar el café, pueden comprar snacks o galletas en la Tiendita de la confianza, como bautizaron la pequeña esquina donde ofrecen además algunas bebidas. "Confianza" porque no hay nadie que la administre: los precios están escritos y quien desee algo, deja ahí mismo el dinero o paga a través de apps de depósito electrónico.
"Algunos llegan a conocer el coworking y dicen de inmediato que quieren un puesto. A otros les parece una locura, pero después de hacer el tour por el lugar, salen conmovidos", relata Álvaro.
Pronto tendrán una terraza con bar de café y llegarán otras innovaciones que van resultando de las sugerencias de esta pequeña comunidad, que es testigo de cómo el trabajo nos acerca a Dios.
Remando juntos
Ese centro espiritual y laboral, que empezó a funcionar el pasado mes de junio, nació de la necesidad que tenían de encontrar una casa que se ajustara a las necesidades del Regnum Christi en Bogotá. Durante la pandemia habían entregado la sede y al volver a la presencialidad se ubicaron en una que no tenía el tamaño suficiente.
Había buenas opciones pero los arriendos eran muy altos. Empezaron, entonces, a pensar cómo aprovechar el espacio y generar una fuente de ingresos que les permitiera pagar el canon. En realidad, las actividades apostólicas empiezan al finalizar la tarde, por lo que durante el día estaba sin uso.
Fue cuando nació la idea de montar un coworking: "Yo creo que Dios se reía porque no veíamos lo que Él tenía preparado. Encontramos la casa perfecta, en la zona que queríamos, con puestos de trabajo ya montados. Vivir lo que estamos viviendo, más allá de los ingresos, ha sido una iniciativa grandiosa", asegura Álvaro.
Para muchos, que después de la pandemia siguieron trabajando desde la virtualidad, ha representado la posibilidad de volver a tener una oficina y compartir con amigos, así como establecer una rutina laboral por fuera, para llegar a casa a descansar y compartir con la familia.
Al preguntar de dónde surgió el nombre, explican que nació de una lluvia de ideas entre el grupo organizador, con la iluminación del Espíritu Santo: "Somos iglesia, estamos montados en la misma barca. Este es un espacio donde trabajamos sabiendo que somos peregrinos en este mundo y remamos juntos, cada uno desde su vocación, hacia el Cielo".
Y así lo ve otra de las jóvenes profesionales: "Para mí la barca representa el lugar donde puedo entrar a mares profundos, es decir, asumir diferentes retos, acompañada de mis amigos, y que siempre me va a llevar a Jesús. Ha sido de mucha estabilidad emocional, me ayuda a ser más productiva, es un ambiente de mucha paz".
Para todos, La Barca es el mejor recordatorio de que van remando juntos con Jesús como compañero en cada jornada.