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El smartphone se ha convertido en una herramienta esencial, incluso invasiva, para muchos de nosotros, tanto en el trabajo como en nuestra vida privada. Un uso excesivo, sin embargo, puede acarrear problemas de salud, además de sociales.
Para todos aquellos que han desarrollado una dependencia malsana de su smartphone, he aquí cinco razones para alejarse de él y volver a conectar con la realidad.
1REDESCUBRIR EL VALOR DEL DESCANSO
Nuestros smartphones nos están vaciando literalmente de energía. Es lo que han podido demostrar Leonard Anthony y el doctor Adrian Chaboche, autores del libro Fatiga ¿Y si aprendiéramos de verdad a descansar? (Disponible en francés, editorial Flammarion, 2018). Estamos agotados por las múltiples distracciones de las notificaciones y los mensajes, por las ondas electromagnéticas que emiten nuestros teléfonos, por no hablar de las posibles tendinitis del pulgar, dolores de cabeza o de cuello, problemas oculares o del sueño provocados por un uso demasiado frecuente y poco controlado de nuestros smartphones y otros dispositivos digitales.
Lo que necesitamos, en cambio, es recargar nuestras propias baterías (¡en lugar de las del teléfono!), pasar tiempo de calidad con nuestros seres queridos o concentrarnos mejor en nuestras tareas diarias, evitando interrupciones y distracciones cada tres minutos.

La Biblia nos enseña que necesitamos descanso no solo para nuestros cuerpos, sino también para nuestras almas. Este es el significado del «sábado», que sigue siendo central en el pensamiento y la vida para los judíos de hoy.
En el Evangelio de Mateo (11,28-29), Jesús también nos llama a descansar con Él. Sabe que es en Él y solo en Él donde encontraremos el verdadero descanso para nuestras almas, lejos de las distracciones humanas que no responden a las grandes aspiraciones de nuestro corazón.
2RECUPERAR LA SATISFACCIÓN
En un estudio de 2013, investigadores alemanes demostraron que pasar mucho tiempo en las redes sociales lleva a la mayoría de las personas a experimentar todo tipo de sentimientos negativos, como insatisfacción, celos, codicia y envidia.
El autor cristiano Craig Groeschel, de #Techno Addict (Ediciones Ourania, 2017), sugiere que meditemos sobre esta verdad bíblica: «Dios no nos creó para buscar la imagen que los demás presentan de sí mismos, sino para buscarle a Él».
Aprendamos, como san Pablo, a contentarnos con nuestra situación actual, sin mirar con lascivia la del prójimo, sobre la que, por cierto, seguro que nos equivocamos. El apóstol Pablo, a quien no le faltaban pruebas, lo proclamaba a los Filipenses (4, 11-13):
He aprendido a estar satisfecho con mi situación. Sé vivir en la pobreza y sé vivir en la abundancia. (…) Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece.
En lugar de perder el tiempo recorriendo Facebook o Instagram albergando sentimientos de envidia, dediquémoslo a dar gracias a Dios por lo que está haciendo en nuestras vidas y en las de nuestros amigos.

3RECONSTRUIR RELACIONES PROFUNDAS Y AUTÉNTICAS

La tecnología puede ayudarnos a mantener relaciones con nuestros seres queridos lejanos. Por otro lado, también puede llevarnos a relaciones superficiales y a alimentar nuestro egoísmo y egocentrismo.
Cuando, tras publicar un post, miramos compulsivamente la actividad que genera, esperando un premio gordo de «me gusta», no estamos en una relación sana y auténtica con nuestros «amigos». Los utilizamos para satisfacer nuestra necesidad de gratificación inmediata y de gloria vana, pero no los amamos con un amor fraternal y cristiano.
Como escribe tan profundamente Craig Groeschel:
Lo importante en la vida no es cuántos «me gusta» podemos ganar, sino cuánto amor podemos dar. Solo nuestro amor por los demás hará que la gente vea que somos discípulos de Jesús.

4DESARROLLAR NUESTRA EMPATÍA Y COMPASIÓN
Vivimos en una sociedad narcisista obsesionada con el selfie. Pero cuanto más nos preocupamos por nuestra imagen a los ojos de los demás, menos abiertos estamos a relaciones sinceras y auténticas. Al insistir en ocultar nuestra vulnerabilidad, impedimos que el amor de Dios se despliegue a través de nuestra debilidad. Como nos dice el apóstol Pablo: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor 12,10).
El uso constante de las redes sociales también nos hace insensibles: las noticias no distinguen entre las fotos de gatos monos y las consecuencias humanas de un desastre natural. Ya no somos capaces de sentir compasión, que es literalmente una emoción que se siente hasta las entrañas y que nos mueve a la acción.

La sociedad valora anteponer nuestro ego. Jesús, por el contrario, nos pide que renunciemos a nosotros mismos para servir a los demás y estar cerca de ellos. En lugar de regodearnos en nuestra propia imagen, o de publicar comentarios calumniosos y anónimos en Internet, redescubramos el amor mutuo de los primeros cristianos leyendo los Hechos de los Apóstoles. Eran tan compasivos unos con otros y estaban tan llenos de amor «que no había entre ellos ningún necesitado» (Hch 4,32.37).
5DEDICAR TIEMPO A LA ORACIÓN Y A LA EVANGELIZACIÓN
Nuestra civilización moderna es, en palabras de Georges Bernanos, «una conspiración universal contra todo tipo de vida interior» (La France contre les robots, 1947). Las distracciones digitales tientan a nuestras almas a alejarse de Dios y del prójimo, e incluso las mancillan y monopolizan.
Pero podemos, con voluntad y determinación, rechazar estas formas modernas de idolatría. El tiempo que perdemos en nuestros teléfonos, desplazándonos sin rumbo, puede ser sustituido por tiempo dedicado a Dios, a acercarnos a Él en la oración y a difundir la Palabra mediante la evangelización.

La Buena Noticia es que somos amados por toda la eternidad por un Dios perfecto que desea nuestra felicidad, y que nuestro valor nunca se definirá por el número de personas que nos siguen en Instagram o Twitter, sino por Aquel a quien seguimos.
Aliénor Strentz es fundadora del blog «Cristianos felices» y Misionera del Inmaculado Padre Kolbe. También es doctora en etnomusicología y profesora de educación de adultos.

