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Ecuador: «Hemos quedado al amparo de mafias y bandas criminales»

ECUADOR
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Macky Arenas - publicado el 15/06/23
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Un contundente mensaje de los obispos ecuatorianos que se confesaron tan desconcertados como buena parte del país sensato. ¿Habrá solución?

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Para que un país se mantenga estable, su economía florezca y la institucionalidad sirva de marco confiable, es preciso que los poderes públicos se respeten, se complementen y se mantengan dentro del balance que los hace funcionar. Cuando uno engulle a otro, o a los otros, las cosas se complican. Y cuando se enfrentan abiertamente, el colapso es cuestión de tiempo.

Sin desperdicio

Es lo que ocurre hoy en Ecuador. La crisis de calle que se vivió meses atrás presentaba una cara tan violenta que el episcopado se pronunció en estos inusuales términos: «Con preocupación y desconcierto – escribieron en un comunicado de prensa desde Quito el 10 de mayo pasado – vemos la situación política del país». 

No sólo la Iglesia se confesaba desconcertada. Pero ella, que siempre ha sido faro de luz, no se privó de advertir: «Nunca debe convertirse – la política- en revancha, odio, ilegalidad, o irracionalidad, pues entonces se desfigura tanto que traiciona su razón de ser, que es cuidar de los más vulnerables». Y añaden: «Una política marcada por el odio hunde en el abismo a la sociedad, para la cual tiene que ser un motor y una fortaleza».

La Iglesia católica ecuatoriana fue contundente en sus planteos. Mostraron inmensa preocupación por la situación real y concreta de cada uno de sus coterráneos : «Dentro de todos los actores de este barco a la deriva, hay hombres y mujeres probos y patriotas que acatan en silencio las consignas y dictámenes de quienes, desde hace mucho tiempo, olvidaron que el Ecuador merece más de todos nosotros».

En un comunicado sin desperdicio ubicaron el problema: «Hemos quedado al amparo de las mafias y de las bandas criminales mientras, lejos de la realidad, aquellos que prometieron defendernos, están ocupados en un espectáculo que ya no hace reír a nadie y que desfigura nuestra imagen en el concierto de las naciones democráticas».

Justo por ello, no solo llamaron a los 18 millones de ecuatorianos a rescatar el ejercicio de la política desde «los más altos valores morales y éticos» y «a todos quienes han recibido en las urnas un mandato del pueblo, a respetar y defender el orden constituido, el debido proceso y la seguridad jurídica».

Más claro, ni el agua. Los acontecimientos que siguieron abrieron un compás de espera para concretar esos propósitos. ¿Será posible que la calma retorne al Ecuador?

ECUADOR
Violencia y delincuencia, una triste postal de Ecuador

Un altavoz

Si bien es cierto que cada país tiene sus momentums y su especificidad, también lo es el que nos parecemos mucho. Por ello, estar pendiente de los procesos políticos ocurridos en la vecindad, sus agravantes y sus vías de escape, ayuda a discernir acerca de la incidencia que pueden tener sobre las demás naciones.

Ecuador, como muchos países de América Latina, está viviendo una profunda crisis, tanto de los partidos tradicionales que no convencen por su falta de respuestas, como de la ciudadanía que no se muestra inclinada a votar por ningún candidato al no ofrecer confianza para un país que está repleto de angustias y problemas.

El mismo cuadro se presenta, por ejemplo, en Venezuela, donde la decepción y la desconfianza en el elenco político -gobierno y oposición- es de antología.

La realidad ecuatoriana está sirviendo de altavoz para que centremos la atención en ese espejo de ingobernabilidad que representa el conflicto que se libra entre poderes. Lo mismo ha vivido Perú, en una seguidilla de gobernantes electos, depuestos, juzgados y condenados, a partir de fuertes enfrentamientos entre el poder Ejecutivo y el Legislativo.

No existe el checks and balances que garantiza un equilibrio entre los poderes. En otras palabras, el sistema de controles que permite a la democracia sostenerse y mejorar. Lo que hay es, cada vez más, el enfrentamiento y la inestabilidad que trae consigo, lo que explica el «desconcierto» y la preocupación de que hablaron los obispos.

La constitución ecuatoriana ofrece el mecanismo para zanjar situaciones como la crisis más reciente, el cual utilizó de manera correcta el presidente consiguiendo un «alto al fuego» social en las calles, pero falta por ver lo que sigue para lo cual no hay resortes institucionales que valgan sin lo que se impone lo que la Iglesia llamó el rescate del ejercicio de la política desde «los más altos valores morales y éticos».

 La «muerte cruzada»

El expresidente ecuatoriano y amigo de dictadores de la región, Rafael Correa, tiene trazado su plan en caso de que Luisa González gane la Presidencia el próximo 20 de agosto. Pero Correa, que disponía de una mayoría en el Congreso para tratar de condenar a Lasso y sacarlo del poder, no pudo concretar las dos terceras partes que le hacían falta.

Ante ello, la decisión del presidente Lasso fue hábil y legítima. Y lo más increíble: fue durante el régimen de Correa cuando se introdujo en la Constitución el mecanismo por el cual Lasso le paró el trote y redireccionó la dinámica política ecuatoriana. Las paradojas de la política.

Esas elecciones fueron convocadas por el actual presidente Guillermo Lasso cuando activó el recurso de «muerte cruzada». De esa manera, adelantó los comicios debido a «grave conmoción interna y política», según indica la Constitución, y cuyas características se estaban dando en medio del juicio político en su contra.

Para Aleteia consultamos una voz autorizada en el análisis político de América Latina, como Milos Alcalay, quien ha servido como embajador de Venezuela en Rumania, Israel y Brasil, como viceministro en el Ministerio de Relaciones Exteriores, como embajador en la OEA y como representante permanente de Venezuela ante las Naciones Unidas.

Aparte del desgaste de líderes y organizaciones políticas, hay otro punto importante que Alcalay expone así:

«El presidente Lasso, frente al acoso sufrido -con razón o sin ella- y después de varios intentos por derrocarlo, utilizó un mecanismo constitucional que se conoce como la muerte cruzada, lo cual no es otra cosa que el mismo mecanismo que existe en las democracias, especialmente las parlamentarias, cual es las elecciones anticipadas. Lo que acabamos de ver en España. Pedro Sánchez ha disuelto su propio gobierno y el Parlamento con el fin de adelantar las elecciones para el mes de julio. En el fondo, lo que en Ecuador dramáticamente se llama muerte cruzada significa la muerte del Ejecutivo y del Parlamento para llamar a un proceso que legitime a ambos».

Un autogolpe

Ello es un reto para ambos, tanto para las fuerzas opositoras que enfrentan a un presidente debilitado al que no lograron derrocar, como para el resto. Todos encaran un futuro incierto y un proceso electoral que aún no se ve nada claro. Lo interesante del asunto es que el protagonismo regresa al pueblo, muy crítico de la situación actual pero, finalmente, serán los ecuatorianos los artífices de su propio destino.

Es claro que el presidente Lasso enfrentaba decisiones judiciales que igual implicarían su salida del gobierno, por lo cual fue muy inteligente echar mano de ese mecanismo que le proveía la constitución y del cual, por cierto, no se puede abusar pues está limitada su utilización.

«En este caso era posible -dice Manuel Felipe Sierra, analista político de larga trayectoria- y funciona como una especie de autogolpe, pues el presidente literalmente estaba renunciando a su cargo, sin las complicaciones de un golpe de Estado ni introducir el factor militar en el asunto. Es un mecanismo que más bien previene contra las incursiones militares, tan frecuentes en nuestros países, bien sea para preservar la institucionalidad o para cargársela».

Lo que hizo Lasso disuade de cualquier manotazo militar pero también, lo cual no es menos importante, consiguió calmar un poco las aguas que estaban muy agitadas socialmente en Ecuador. Las calles eran un auténtico hervidero.

«El presidente Lasso -acota Alcalay- ha tenido logros positivos, sobre todo en el plano económico, pero no ha podido cumplir con las expectativas que generó su campaña electoral. En algunas regiones le ha ido especialmente mal y no está en su mejor momento pero el 80% está de acuerdo con la salida que buscó de la convocatoria a elecciones. De aquí a agosto, hay tiempo de cuadrar alianzas y todo puede pasar».

¿Qué harán los ecuatorianos?

La victoria de Lasso se debe a la adhesión del grupo Pachacuti, una organización un tanto anárquica y dispersa como todas ellas pues no se trata de partidos políticos como los conocemos. Ella le brindó su apoyo. Y todas han sido cruciales en la dirección de los paros de hace un año.

El problema es que el sector indígena no es unitario. Entre ellos también hay diferencias importantes. «En el fondo-indica Alcalay- esto lo que prueba es la necesidad de reformular los mecanismos democráticos en toda América Latina, lo cual es un reto, pero más para Ecuador que debe dirimir en agosto una elección que lleva 7 candidatos».

El panorama no es sencillo. Correa lidia con fuertes diferencias entre los grupos que lo apoyan y Lasso, habiendo declarado a la prensa estadounidense que no se postularía de nuevo, no obstante quienes lo respaldan  le piden que continúe pues se trata de ratificar o rectificar un gobierno hasta que venza el período para el cual fue electo (2025). La postura asumida le ha ganado popularidad perdida a Lasso, lo cual, obviamente, no basta para enfrentar lo que viene, amén de sus problemas de salud bien conocidos.

La incertidumbre aumenta ante la realidad del electorado ecuatoriano. ¿Querrá regresar a un gobierno de Rafael Correa, preferirá lanzarse a una línea poli indigenista tipo Evo Morales en Bolivia, o más bien optará por construir opciones de poder dentro de las normas constitucionales con Lasso o con Noboa, por ejemplo?  Es la incógnita. 

Lo social y lo moral

«Lo único cierto -coinciden nuestros analistas- es que la opción ideal no debe presentarse como defensora de minorías sino que sea capaz de influir en una posición nacional de manera que cada quien, sea de Guayaquil o de la Sierra, se sienta interpretado por esa voz política, sin importar si es indígena o no. Lo que necesitamos en América Latina son líderes estadistas, políticos que sepan representar a todo este complejo mestizaje que es nuestro continente».

Pero el tema social y económico está causando los mayores remezones en Ecuador. «Grandes manifestaciones por toda América Latina se deben a estas causas y promueven movimientos que están arrasando con el viejo liderazgo y llamando a constituyentes como el caso del Chile de Boric. Frente a eso no valen acuerdos históricos entre partidos tradicionales. Ello ha potenciado a Petro en Colombia. Implica que América Latina está ante un deterioro de las fuerzas políticas tradicionales, sobre todo en Ecuador, donde la zona de Guayaquil se ha convertido en una espacio donde drena la droga de Colombia, lo cual hace mucho más dura y peligrosa la violencia».

Y es una situación que no va a resultar más fácil de lidiar a quienes vengan después. Antes bien, los que acceden al poder luego del desgaste de los acuerdos políticos tradicionales, están terminando sus lunas de miel con el pueblo más rápido. Tenemos el ejemplo de lo que ocurre con Boric en Chile quien obedece el mandato popular pues ha sido más inteligente, no obstante haber recibido una paliza constituyente por parte de los sectores no izquierdistas de la sociedad chilena,  y el súbito descalabro de Petro en Colombia.

Recogiendo el planteo de Alcalay, no sólo habría que reformular los liderazgos y las estructuras políticas en Latinoamérica, sino escoger conductores que tengan la sensibilidad de enfrentar los temas relacionados con el respeto a los derechos humanos y las respuestas institucionales a un ciudadano hoy claramente descartado. Líderes que puedan entender los cambios. 

La voz de la Iglesia ecuatoriana no puede, entonces,  estar más cerca del espíritu y desiderátum, a pesar del desconcierto: rescatar el ejercicio de la política desde «los más altos valores morales y éticos».

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