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Aprende la humildad y cede tu lugar a quien lo necesita

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Cecilia Zinicola - publicado el 16/05/23 - actualizado el 14/08/23

Muchas veces en la vida nos puede ir estupendo, tanto que podemos sentirnos privilegiados y quizá no darnos cuenta que podemos ayudar a otros

¿A quién no le ha pasado alguna vez que ha dado vueltas por un estacionamiento y “ha corrido” para meterse rápidamente en un espacio libre, asegurándose de tomarlo antes que otro coche lo haga?

Nuestro día está lleno de ese tipo de situaciones. Puede ser un asiento en el autobús o el espacio en la fila del supermercado. De diferentes modos se nos presenta la oportunidad de ocupar un lugar de privilegio en relación a otro, y en ese momento podemos ofrecerlo amorosamente.

¿Por qué?

Es fácil dejarse arrastrar por pequeñas dosis de egoísmo que se van instalando sutilmente en nuestro día, pero cuando somos capaces de romper con él nos damos cuenta que la práctica del amor es mucho más gratificante y más beneficiosa.

Al conceder amorosamente nuestro lugar de privilegio a otro estamos dejándole una impronta positiva en su día, la sensación de que algo ha salido bien y un sentimiento feliz que le acompañará y que será contagioso también para los demás que están en su entorno.

Además, cuando cedemos nuestro sitio de privilegio estamos haciendo, no solo un espacio  para alguien más, sino también en nuestro propio corazón: abandonamos el ego, los prejuicios y nuestro deseo de controlar. Y así, nos abrimos a la oportunidad de la novedad, de recibir, crecer y encontrarnos “más humanos”.

Siguiendo nuestro ejemplo del coche, es posible que el volante sea uno de los sitios por excelencia para mostrar este tipo de cortesía. De hecho, muchos accidentes se evitarían si, simplemente, alguien cediera su lugar para que otro pasara primero.

¿A quién?

Piensa en personas que ya son mayores, una mujer embarazada, padres que van acompañados de niños pequeños –especialmente si los vemos haciendo algún berrinche o están llorando– o una persona con alguna discapacidad o dificultad que le resulte hacer un doble esfuerzo como puede ser alguien que esté cargando algo pesado.

Estos son casos típicos en los que las necesidades son evidentes. Sin embargo, es loable cuando hacemos extensiva nuestra generosidad a cualquiera sin importar su circunstancia, condición o edad.

Sin saberlo, hay muchas personas a nuestro alrededor que también tienen necesidades y están cansadas después de un día largo de trabajo, sufren dolores por alguna enfermedad que no es evidente o simplemente se sienten olvidados.

Ceder nuestro lugar para hacerle lugar a otro no es algo que solo se da mientras vamos en  coche o estamos esperando ser atendidos en una fila. Existen muchas otras situaciones en las que podemos encontrarnos en un lugar de privilegio con respecto a los demás y que podemos elegir ceder.

Puedes ceder, por ejemplo, el lugar de tu cómoda cama para acompañar a un ser querido que está enfermo en el hospital, tu lugar relajante en el sofá para ayudar a tu hijo con su tarea o no mirar tu show favorito para lavar los platos después de cenar para que tu cónyuge descanse.

Tal vez tienes un ticket para un partido o un pase libre para un evento, o una entrada para un concierto que sabes que a alguien le gustaría. Estas son cosas simples, pero con gran impacto.

Incluso podríamos sacrificar nuestra vida para salvar la de otra persona como lo han hecho Santa Gianna Beretta por su bebé cuando le detectaron un tumor en el útero o San Maximiliano Kolbe cuando le dio su lugar a un prisionero para que no sea ejecutado.

¿Cómo?

En cualquier caso se trata de poner al otro primero. Y es verdad que cuando hacemos eso, estamos dando algo de nuestra vida. Por eso se siente como “morir un poco”.

Hay un sacrificio que, por más pequeño que sea, no deja de ser una renuncia de algo valioso que tenemos. Aunque parezca extraño, un acto generoso puede causar algo de sorpresa en las personas que, a veces, no saben bien cómo reaccionar ante lo imprevisto. Exprésate con naturalidad, sin estar apurado y con respeto. Puede ser algo tan simple como comunicar que quieres hacer tu buena obra del día.

Tal vez aprendas algo nuevo de esa persona o ese gesto se convierta en una agradable charla haciendo más ameno el tiempo de espera. Tal vez seas testigo de un silencio pacificador o una sonrisa acompañada por un “gracias”.

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