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‘Mel Gibson: de héroe a villano’: la violencia cinematográfica como redención

MEL GIBSON

Movistar

José Ángel Barrueco - publicado el 25/04/23

Documental francés estrenado en plataformas de streaming 

Los franceses tienen una sensibilidad especial muy diferente de la de, por ejemplo, los norteamericanos. Al menos en lo que a cine y literatura se refiere. Ensalzaron las películas de Alfred Hitchcock cuando en Estados Unidos aún no se consideraban obras de calidad. Mitificaron a algunos directores. Le dieron otra vida al género negro en el ámbito literario. Rescataron a escritores norteamericanos olvidados. 

No es sorprendente que este documental sea francés. Porque, al contrario de lo que harían en otros países (es decir: atacar, criticar, polemizar), en esta pieza de unos 50 minutos, que puede verse actualmente en Movistar, su director, Bruno Sevaistre, intenta comprender al director de “Braveheart” y “La Pasión de Cristo”.

MEL GIBSON

No se limita a acusar, como hace la prensa amarilla. Intenta recolocar las piezas para que averigüemos que llevó a una estrella idolatrada a convertirse en un apestado y, alrededor de una década después, conseguir la reincorporación a Hollywood. Basta con fijarse en el título original: “Mel Gibson, à la folie, passionnément”, que podría traducirse como “locamente, apasionadamente”. En el título español apuestan por el morbo.

En el documental, muy recomendable para seguidores de Gibson, Sevaistre nos muestra los orígenes del actor y director. Nacido en Estados Unidos, pronto se trasladó con su familia a Australia porque su padre quería demorar la incorporación a filas de uno de los hijos, y en aquel país se alistaban a otra edad. Allí, en la Sidney de los años 70, estudió en un colegio católico. Sus padres provenían de una tradición muy católica: en el caso del padre, éste iba más allá, rozando lo ultraconservador y algunas maneras radicales (su extremismo religioso le llevó a desconfiar del Concilio Vaticano). 

Para evitar las burlas de sus compañeros, el joven Gibson apuesta por explotar su faceta cómica, por hacer reír, por “hacer el payaso” (sus compañeros de rodaje siempre han señalado su vertiente gamberra: es un hombre que intenta divertir a los demás mientras hacen películas). Al término de la secundaria acaba asistiendo al Instituto Nacional de Arte Dramático. Poco después rodaría “Summer City” como secundario. Ahí ya destaca. El éxito le llegó con su segunda película, “Mad Max”, personaje que le convirtió en una estrella prematura y le empezó a abrir las puertas a atractivos proyectos y, apenas unos años después y gracias al éxito de las secuelas, a Hollywood. En el documental insisten en que ese policía futurista (vengativo, radical, violento) no tiene nada que ver con los valores en los que fue educado. 

Los sacrificios tienen un precio

Pero antes de Hollywood, el rodaje de “Gallipolli” supone el primer paso hacia el abismo. Su mujer, Robyn Moore, va a dar a luz a su primer hijo y se encuentra muy lejos del lugar de rodaje. Para él, perderse el nacimiento de su primogénito supone un sacrificio. Como ayuda para soportar el estrés y la soledad de este rodaje, se refugia en el alcohol. 

MEL GIBSON

Tras el rodaje de la tercera parte de “Mad Max” (donde Tina Turner le dijo que no quería que se echara a perder…), se toma un descanso de unos dos años. “Bajo esta coraza se oculta el alma de una persona torturada”, escuchamos. Su regreso, anunciadísimo y muy exitoso, llegaría en 1987 con el papel de Martin Riggs en “Arma letal”. De ahí surgen proyectos atractivos, como el “Hamlet” de Franco Zeffirelli. En 1993 dirige su primer filme. Su esposa, mientras tanto, es quien le ayuda a recuperarse. Por eso, cuando recibe los Oscar por “Braveheart”, con el galardón en mano agradece esa recompensa a su mujer, a su familia y a Dios. 

Con “La Pasión de Cristo” rompió moldes y récords de taquilla. Pero le persiguió la polémica. Decían que atacaba a los judíos. Él se defendió argumentando que había seguido La Biblia al pie de la letra y, como el libro está presente en los cajones de todos los hoteles y moteles de Norteamérica, no entendía el motivo del escándalo. Puede que el origen de esa polémica fuese su padre, conocido negacionista del Holocausto, lo que vuelve a indicarnos que el hijo carga con los errores del padre. 

Tras el éxito de película sobre Jesucristo, en la que (según los artífices del documental) utilizaba la violencia como redención, comete varios errores. Diagnosticado como bipolar, lo que explica muchas cosas, y aquejado de un trastorno disociativo de la personalidad, es detenido por conducir borracho.

Sus comentarios antisemitas ante los policías darán la vuelta al mundo. Poco después se disculpará en televisión: “Fueron las escandalosas declaraciones de un borracho”. Pero nada de esto sirve ya: en el mundo del espectáculo no les valen las disculpas. Su mujer y madre de siete hijos le abandona. Hollywood le cierra las puertas.

Sólo algunos colegas del oficio le defienden: Jodie Foster, Robert Downey Jr., Danny Glover, etcétera. Es el propio Downey (a quien Gibson ayudó a superar su etapa autodestructiva) el que, en un acto de homenaje, le sirve de defensor y de llave para que le perdonen. 

Los trastornos de personalidad, el alcohol, la sombra del padre, los errores con algunas mujeres… son las cicatrices que le han quedado a un hombre que ya no es como era. A menudo le vemos en las redes sociales, siempre haciéndose fotos con fans, sonriendo, sin dar una mala respuesta, atreviéndose con películas diferentes e incluso, pronto, con series (forma parte del reparto de “The Continental”, serial vinculado a las películas de “John Wick”).

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El mundo del cine le ha readmitido. Ahora sólo falta el paso siguiente: que dirija por fin “La Resurrección”, un proyecto del que Jim Caviezel ha dicho que va a ser gigante, y en el que veremos la caída de los ángeles.   

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