El Beato Juan Huguet y otros 4235 sacerdotes mártires del siglo 20 en España de la Editorial Encuentro, es un libro hecho con la pretensión de promover la verdad, el perdón y el amor. Y es un libro donde no hay ni un solo atisbo de rencor. Su autor es Feliciano Rodríguez Gutiérrez.
En él se muestran tres historias. La del Beato Juan Huguet, primer mártir de Menorca. Le detuvieron y al registrarle le vieron un crucifijo y una medalla. El sargento Pedro Marqués Barber, "comandante militar de Menorca", los sostuvo a la altura del rostro del sacerdote. "Escupe o te mato". "¡Viva Cristo Rey!", contestó Juan Huguet. Sin mediar palabras el comandante le disparó dos tiros en la cabeza. La de Enrique Boix, calificado como "uno de los martirios más impresionantes de la historia" y la del párroco de Asturias Lázaro San Martín.
En El Espejo de COPE habla de estos testimonios, del gesto misericordioso que supone su vida y de cómo fueron testigos de perdón en el siglo más violento de la historia.
Al beato Juan Huguet le ponen una pistola en la cabeza, le dicen que escupa en el crucifijo y él prefiere morir feliz. Siempre que leo y escucho estas historias de mártires pienso… ¿qué hubiera hecho yo? Y nunca sé qué contestar. ¿Por qué tenía Juan Huguet tanta fe?
Feliciano Rodriguez: Sin duda el ser mártir es una gracia. El mismo lo pensaba, como otros muchos de los que iban a ser mártires hablando entre ellos. Recuerdo varios casos que comentaban… “Bueno, si algún día el Señor quiere que sea mártir, yo no me veo con fuerzas”. Y luego fueron mártires. Esto pasa en varios casos. Ellos mismos pensaban lo que tú estás diciendo y lo que yo puedo sentir: Que somos incapaces.
Pero cuando llega el momento de la gracia se ve que ahí hay una acción de Dios sorprendente en esos momentos grandiosos para la vida de una persona. En este caso de un sacerdote joven que fue capaz de decir sí. En el caso de Juan Huguet, es de Menorca y es el primer mártir de ahí. Es un sacerdote muy joven, quizá uno de los más jóvenes mártires que hubo. Apenas se había ordenado el 6 de junio del 36 por el obispo Irurita, en Barcelona, que también sería mártir. El 23 de julio, apenas mes y medio después, fue cuando sufrió el martirio. Él ya se había preparado en el seminario, con una especie de ambiente martirial.
Precisamente en la historia haces ese recorrido por la situación del momento y muestras la relación de estos seminaristas con la Cristiada que se había vivido en México. Por el ejemplo que supuso el beato Miguel para Juan Huguet y para muchos de los que luego se convirtieron en mártires. Y claro, con ese caldo de cultivo sabían que podía ocurrir… Lo tenía muy claro, ¿no?
Si eso es, ocurrió en varios seminarios. En el de Menorca, por ejemplo, porque casualmente hubo dos o tres compañeros que habían venido desde México a estudiar teología. Eran tiempos en que la Cristiada estaba dándose allí. Varios de los seminaristas de allí fueron enviados al seminario donde estaba Juan Huguet en Menorca, y estudiaron juntos. Ellos traían en el corazón todas esas ilusiones de lo que estaban viviendo allí sus compatriotas. Le influyó mucho a él. Y de hecho él tenía la biografía del padre pro, por lo que fue una referencia especialmente significativa y admirable. Le influyó mucho. De hecho, la manera de morir que tiene Juan Huguet tiene bastante parecido a la muerte del padre Miguel Pro.
Otra de las historias es la de Enrique Boix. Dices que es uno de los martirios más impresionantes de la historia. ¿Por qué?
Bueno, eso es una opinión, un juicio que yo hago y que creo que está bien fundamentado. Enrique Boix era un pilar de la diócesis de Valencia. Digamos que hay muchos martirios, curiosamente de sacerdotes y de religiosos en los que no solamente se le quita del medio al mártir, se le mata con un tiro, sino que hay como ese odio a la fe, como que hay una recreación un poco diabólica, ¿no? Porque quiere hacer sufrir a las personas y a veces verlas sufrir de una manera casi morbosa. Es un odio a la fe, que desde luego no se entiende desde la desde la razón humana.
No es sólo que lo maten, exhuman su cadáver y lo llevan en una carbonera aún caliente para que se consuma del todo. Venden el carbón en la plaza mayor del pueblo y entre ellos a su madre, que compra el carbón donde se había derramado la sangre de su hijo. ¿Cómo es posible tanto mal?
Lógicamente no todas las cosas se previeron porque sí que hubo una secuencia. Eran consecuencia de las premisas que habían puesto a este hombre, que ya era era un sacerdote maduro. Así como Juan era muy joven, 23 años, en el caso de Enrique Boix, había nacido con el siglo, por lo tanto tenía 36 años, tenía más experiencia y mucha influencia en los jóvenes, sobre todo.
Eso le hizo ser un objetivo especial de los que querían matarle. Y entonces lo morboso, lo terrible, fue que hicieron un digamos un martirio y un martirio perverso. Le provocaron, le ataron en un un limonero, le desnudaron, le provocaron de nuevo lascivamente, le dejaron una noche entera allí atado al limonero y al día siguiente fueron a por él, de tal manera que hicieron un espectáculo taurino. Como si fuese el toro se hartaron de torearle, le clavaron banderillas con grandes agujas y al final le mataron. Una cosa terrible, un espectáculo del cual, los mismos que lo habían hecho se avergonzaron. Hicieron una especie de un intento de pacto de silencio. Que nadie se enterase de de ello. ¿Y qué hizo este hombre? La respuesta de los mártires siempre es admirable. Él estaba rezando por debajo, como no creyéndose lo que estaba ocurriendo, perdonando a sus enemigos y rezando por ellos.
La tercera historia, la de Lázaro Martínez. Bueno, digamos que la historia de tantos sacerdotes asesinados en esa época: 4235 que son los números.. En el libro ofreces datos, mapas, imágenes y esto te lo quiero agradecer porque el ver sus rostros nos permite ver a la persona y darnos cuenta de que no son números. He estado mirando, casi rezando en cada imagen de ellos…
Sí, sí, sí, ciertamente. Es la ventaja de que sea un libro muy sencillito en su exposición. La biografía de Juan Huguet es un poco más larga, pero la de Enrique es un poquito más corta y la de Lázaro, pues es una breve referencia. Son testimonios significativos porque representan, de alguna manera, todo el aspecto de los 4235 sacerdotes diocesanos que murieron. Es el grupo, el grupo martirial más numeroso, más numeroso que los religiosos. Lo que pasa es que los religiosos, que son menos, están hoy más beatificados ya seguramente porque son promovidas las causas por las familias religiosas con más facilidad. El grupo de referencia martirial más numeroso es el de los sacerdotes. Son 4235. Es impresionante como querían destruir y iban a por ellos para destruir el tejido social de la fe.
Después de estudiar estos testimonios, de conocer todas estas historias, de recopilar estos datos. ¿Los mártires son esperanza, verdad?
Sí, sí, ya lo creo que son esperanza. Es lo que pretende la Iglesia. La Iglesia pretende, desde luego que no se pierdan las acciones de sus hijos, héroes del amor: es un deber de justicia. Pero también es presentarles de una forma testimonial. No son palabras, son vidas en los que ellos creen en la resurrección. El triunfo definitivo es el del amor por encima del odio. Y entonces ellos hablan con su sangre y nos gritan. Desde entonces nos hablan de una autenticidad del misterio pascual grandioso.En ellos se adelanta para nosotros de una manera admirable, ese cielo, ese cielo nuevo y tierra nueva que nos espera en la resurrección.