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La poderosa oración de Leonard Cohen

Canadian rock-poet Leonard Cohen performs during his first ever show in Germany within the scope of his Europe tour in Loerrach

ROLF HAID / DPA / DPA PICTURE-ALLIANCE VIA AFP

Leonard Cohen

Xavier Dufour - publicado el 03/04/23

Un hombre de la Biblia, el poeta y compositor canadiense Leonard Cohen compuso "Tú eres la verdad de la soledad", una oración asombrosa en la que este nieto de rabino da testimonio de una cultura cristiana profunda y sensible. En esta oración, agradece a Dios por el "don de la soledad"

¿Quién no ha oído nunca, o incluso tarareado, la famosa canción Aleluya, interpretada por innumerables cantantes, pero escrita por el judío canadiense Leonard Cohen? Lanzada en 1984, Aleluya adapta en unos pocos versos un poema original de cien estrofas, en el que Cohen mezcla misticismo, referencias bíblicas a David y Betsabé y reminiscencias personales.

En el mismo año, este nieto de dos rabinos se reencuentra fuertemente con un judaísmo que nunca había negado. En esta ocasión, publicó un asombroso libro de meditaciones religiosas, El Libro de la Misericordia, del cual se extrae una asombrosa oración que presentaremos en breve.

¿Un cantante religioso?

Fue en 1968 cuando el primer disco de Leonard Cohen, hasta entonces conocido como poeta y novelista, dio la vuelta al mundo. Varias canciones ganaron protagonismo, ayudando a popularizar un talento que era, en muchos sentidos, único.

Desde la primera canción, Suzanne, el tono está marcado: una atmósfera solemne y desnuda, una melodía inquietante, una voz ya profunda (que sería aún más profunda) tocando en contraste con un coro femenino suave y delicado, letras enigmáticas alimentadas con simbolismo. En esta salmodia contemporánea se entrelazan la atracción por una mujer extraña, Susana, y la fascinación por Jesús, que ocupa toda la segunda estrofa:

“¿Te gustaría caminar a su lado,
Y te gustaría seguirlo a ciegas
Porque se apoderó de su cuerpo perfecto con su espíritu”…

Leonard Cohen toma sus referencias no sólo del Antiguo Testamento (Story or Isaac, 1969), de la liturgia judía (Who by fire, 1974, que retoma una letanía de muertos cantada en la fiesta de Yom Kippur), sino también de el nuevo Testamento.

De hecho, el cantor da testimonio de una cultura cristiana profunda y sensible. Por supuesto, su Cristo no es el Hijo de Dios resucitado de entre los muertos, sino el “magnífico perdedor” que muere en la cruz.

Es esta figura de Cristo herido la que encontramos en una canción maravillosa, The Window (cuya versión pública se puede escuchar en el álbum Field Commander Cohen, 1979).

En la última estrofa, una misteriosa ascensión mística nos lleva de la visión del fuego a la visión del sol, del sol al Dios Santísimo, y luego del Dios Santísimo al verbo eterno que Él engendra. El canto termina entonces con esta enigmática alabanza: “Bendito sea el eterno balbuceo del Verbo que se hizo carne”.

La figura de Juana de Arco

Por otra parte, es la figura de Juana de Arco la que fascina al cantante (Juana de Arco, álbum Leonard Cohen en concierto, 1994). Cohen imagina a la santa mística con el fuego que la devora: por un lado, la virgen fría dominada por su misión, por otro, el deseo incandescente de unirse a su opuesto. Y el poeta deja esta imagen ante el misterio de Juana:

“Escucho tus gritos y tu dolor
Vi la gloria en tus lágrimas
Pero este amor que reclamo en vano
¿Debe venir tan radiante y tan cruel?

Soledad y bendicion

Explorando la complejidad de las relaciones humanas, la falta de comunicación que acecha en el corazón del amor, los tormentos del deseo y la angustia del mal, cantando sin cesar este sentimiento de extrañeza en el mundo que nunca parece abandonarlo (canción The Stranger), Cohen es básicamente un hombre de la Biblia.

Es como Job reflexionando sobre su dolor, el salmista elevando su canto de esperanza, Qoeleth tentado por la amargura, el amante del Cantar de los Cantares maravillado por su amada. Es el nómada que sabe que somos “extranjeros y peregrinos en la tierra” (1Pt 2,11) y que tal vez de nuestro paso sólo queden las notas perdidas de un lamento, el eco sordo de una oración:

“Si esta es tu voluntad, que una voz hable con verdad,
Desde esta montaña rota cantaré para ti,
De esta montaña rota, todas mis oraciones volarán,
Si quieres déjame cantar”.
(Si es tu voluntad, 1984)

“Oprimido por imágenes de belleza”, el universo estético y espiritual de Leonard Cohen se enfrenta a las agresiones de la melancolía y la depresión. Caminando por senderos empinados y solitarios, el cantor confiesa una fe vibrante, atormentada por la duda, dominada por el espectáculo de la desgracia. Pero es en el corazón de esta angustia, de la que tiene el coraje de no huir, que brilla la esperanza. En una de sus canciones más bellas, Anthem (1992), resuena un leitmotiv que resume toda su obra:

“Hay una grieta en todo,
Y es a través de él que la luz penetra.”

Una oración del Libro de la Misericordia (1984)

Y es por eso que, en la oración a la que hemos llegado, Leonard Cohen finalmente puede alabar a su Señor por haberle dado este tesoro precioso y doloroso: la experiencia de la soledad.

Esta soledad radical, en cuyo seno ningún consuelo terrenal puede hacer ilusión, es el “escudo” que Dios ha dado al hombre para que no se olvide de Él. Porque es en el corazón de esta abnegación que el creyente puede alejarse de los ídolos y encontrarse regresando a su fuente, el Dios de amor y misericordia:

Bendito eres Tú, que diste a todo hombre
un escudo de soledad, para que no te olvide.
Eres la verdad de la soledad y solo tu nombre habla de ella.
Fortalece mi soledad para que pueda curarme en tu nombre,
que está más allá de todo consuelo en esta tierra.
Sólo en tu nombre puedo resistir el paso frenético del tiempo,
solo cuando esta soledad te pertenece
Puedo levantar mis pecados a tu misericordia.

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