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Las beguinas, esas místicas que quizás influyeron en Santa Teresa

BEGUINAS

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Vidal Arranz - publicado el 29/03/23

La teóloga Cristina Inogés resalta que este singular movimiento de mujeres introdujo la subjetividad en la relación con Dios antes de que lo hiciera Lutero 

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¿Quiénes son las beguinas? Hay una parte de misterio en torno a este singularísimo movimiento de mujeres surgido en el siglo XII en Flandes y que se extendió por buena parte de Europa, también por España, donde pervivió hasta tiempos recientes. 

De entrada, podemos describirlas como un grupo de mujeres que se agruparon para vivir juntas su deseo de entrega a Dios y a los más necesitados, y que lo hicieron, y esta es su originalidad, al margen de las instituciones de la Iglesia.

Hay, por tanto, dos facetas en las beguinas, la espiritual y la asistencial caritativa. La espiritual les lleva a formas de mística en las que se reconocen similitudes algunas similitudes con Santa Teresa, que quizás conoció sus escritos. De hecho, las estudiosas ven paralelismos entre los ‘Siete modos de amor’, de Beatriz de Nazaret, y ‘Las Moradas, o Castillo Interior’, de Teresa de Jesús. 

La teóloga Cristina Inogés, que ha investigado intensamente este movimiento de mujeres, al que dedicó su libro ‘Beguinas. Memoria herida’ (PPC), está convencida de que «su legado es de tal calibre que Occidente aún no lo ha descubierto».

Y es que, aunque dejaron muchos testimonios escritos, sólo algunos han llegado hasta nosotros, aunque no hay que descartar que otros textos pudieran llegar a aparecer. 

De hecho, aunque su origen se remonta a la Edad Media, y su historia ha pasado por todo tipo de vicisitudes, las beguinas han seguido activas hasta fechas muy recientes. La última representante, la religiosa Marcella Pattyn, falleció en Bélgica en abril de 2013, a punto de cumplirse ahora diez años.

Inogés publicó su ensayo sobre las beguinas hace poco más de un año. Su trabajo se suma otros anteriores que muestran la fascinación que despiertan estas mujeres, especialmente entre las feministas modernas. Algunas de ellas, como Juana de la Cruz, plantearon una espiritualidad en la que Dios y Jesús eran tratados en clave abiertamente femenina («Jesús, nuestra madre»), lo que explica por qué la Iglesia las persiguió.

El misterio de las beguinas comienza por su propio nombre, del que no se sabe el origen, ni su posible significación, y continúa con su origen como primer movimiento seglar de la historia, no vinculado a ninguna orden religiosa, sin votos ni obligaciones.

«No hay precedentes de un movimiento como éste», explica la teóloga española que inauguró en 2019 el Sínodo de Obispos en el Vaticano. «Al principio hubo algunos hombres que quisieron vivir como las beguinas y se denominaron a sí mismos los begardos. Pero era una forma de vida muy arriesgada que, para ellos, varones, no tenía tantos alicientes. No tenían necesidad».

No se sabe cómo surgieron las beguinas, ni dónde, aunque sí que ya aparecen como un movimiento con identidad en el siglo XII, aunque existen algunos precedentes aislados en el siglo anterior que apuntan a personalidades como Cristina la Admirable.

Lo que sí sabemos es que es un movimiento exclusivamente femenino, «aunque muy al principio participaron unas pocas mujeres casadas», explica Inogés. Se organizaban de forma autónoma, vivían de su trabajo, realizaban todo tipo de labores asistenciales y residían en grupos de viviendas conocidas como ‘beaterios’ (también beguinatos) protegidos por un muro.

«Así como el muro de los monasterios busca aislar a los monjes del mundo, y, de hecho, esos edificios se levantan en lugares apartados, en los beaterios, el muro sirve para preservar la libertad de las mujeres», asegura la teóloga. «Es más, las beguinas vivían en ciudades, y estaban implicadas en la vida urbana».

Sabemos también que se extendieron por todo el continente, aunque su zona de mayor influencia fue Europa del norte, y que llegaron también a España. «Existe un documento del siglo XII de Ramón Llull que refleja indirectamente su presencia en nuestro país, así como el aprecio que se tenía al trabajo que realizaban». Pero se cree que tuvieron presencia también entre Zaragoza, Toledo, Ávila y Madrid, especialmente en los siglos XV y XVI.

Llama la atención la rabiosa autosuficiencia e independencia de estas mujeres, pero también la existencia entre ellas de figuras de gran valor intelectual. El libro de mística ‘El espejo de las almas simples’, de Margarita Porete, es la obra más destacada del movimiento, pero no es su único legado. Y eso que buena parte de sus documentos fueron destruidos o están perdidos. 

Otras personalidades destacadas son la beata María d’Oignies, Odilia de Lieja, Ida de Nivelles, Juetta de Huy, Hadewijch de Amberes, Juliana de Norwich, o la citada Beatriz de Nazaret. 

«El espejo de las almas simples lo leyó Simone Veil y le impresionó vivamente», explica Inogés, «pero por entonces todavía no se había acreditado su autoría, ni su vinculación con las beguinas». 

El de las beguinas es un movimiento que debe ser situado en el marco de los movimientos regeneradores que surgieron en el seno de la Iglesia. «Era un movimiento social con elementos religiosos y surge en un periodo en el que la Iglesia abandona su carácter sinodal y acentúa su clericalismo», explica Inogés. Un contexto histórico que, según la teóloga, es «similar al de hoy». 

«Estas mujeres trabajaban y vivían de sus rentas. Residían juntas en beaterios, donde cada una tenía su propia vivienda, y allí acogían a mujeres sin recursos y a huérfanos, pero también impartían enseñanza, y ayudaban a formarse a mujeres reclusas, para que al salir de prisión pudieran trabajar. E incluso tenían sus propios hospitales. También compartían sus bienes y vivían de forma austera. Y algunas de ellas eran excepcionalmente inteligentes», explica la autora de ‘Beguinas. Memoria herida’.

Inogés las ve como precursoras de la pastoral penitenciaria, la pastoral sanitaria y la de enseñanza. Y también de las sociedades religiosas de vida apostólica, que muestran su compromiso con la Iglesia mediante un apostolado propio y sin realizar votos.

«Eran creyentes, pero peculiares», admite la teóloga. «Daban prioridad absoluta a la palabra de Dios y tradujeron muchos libros de la Biblia a las lenguas de las zonas donde estaban instaladas, aunque estos trabajos se han perdido». 

Pero, además, “introducen en la espiritualidad cristiana la subjetividad en la relación con Dios, mediante la oración personal. Luego dirán que esto lo inventó Lutero, pero ellas lo hicieron mucho antes”.

También introdujeron novedades en el modo de presentar la palabra de Dios. «Ellas ven que a la gente le gustan las historias de los trovadores y deciden contextualizar el mensaje de la Biblia para adaptarlo a la comprensión de la gente. Y así usan símiles caballerescos y de torneos para hablar de su relación con Dios».  

Muchas de estas peculiaridades despertaron el recelo de las autoridades religiosas, que comenzaron a perseguirlas, con intensidad desigual según zonas. Ellas optaron por replegarse y no presentarse públicamente como beguinas, pero siguieron activas de una u otra forma. De hecho, muchos de sus beaterios se conservan, aunque las viviendas han cambiado de uso. 

«La principal aportación histórica de las beguinas fue demostrar en aquella época, la Edad Media, que las mujeres podían sobrevivir solas sin necesidad del patrocinio de ningún hombre. Y hacerlo, además, aportando riqueza a la sociedad y una pastoral diferente a la Iglesia», asegura Cristina Inogés. «Es una forma de vida que puede servir a la sociedad de hoy, que es, en muchos sentidos, muy similar a aquella en la que ellas surgieron».

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