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Dorothy Day, la mujer que veía a Cristo en cada persona con la que se cruzaba

DOROTHY DAY

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Vidal Arranz - publicado el 17/03/23

La teóloga Isabel Gómez Acebo acaba de publicar una autobiografía novelada de la activista católica que fundó casas de acogida para gente sin recursos

Dorothy Day es un personaje poliédrico, con muchas aristas, pero indudablemente fascinante. Activista comprometida con los pobres y con los afroamericanos, fundó un movimiento, el Catholic Worker (El Trabajador Católico) que tenía como pilares principales un periódico -con una clara vocación de denuncia- y treinta casas de hospitalidad para personas sin recursos.

Su figura, poco conocida en España todavía, abandonará en parte las sombras del anonimato gracias al libro que acaba de escribir la teóloga Isabel Gómez Acebo, ‘Perseguida por el amor’, una autobiografía novelada publicada por Ediciones Mensajero.

“Yo no he terminado de comprender del todo al personaje, porque es una mujer con muchas facetas y aristas. No me caso con ella, pero sin duda tiene una vida fascinante”, admite Gómez Acebo, fundadora de la Asociación de Teólogas de España.

El libro, de lectura muy ágil, se construye a partir del estudio de un gran número de biografías sobre Dorothy Day, así como de los textos que escribió y que se han conservado. Lamentablemente un texto autobiográfico sobre sus primeros años se ha perdido, pero no así otro que explica su conversión al catolicismo, ni aquel en el que relata la historia del movimiento ‘Catholic Worker’.

“Ella decía que veía el rostro de Cristo en cada persona con la que se cruzaba en el metro. Esto es lo que más me impresiona de ella, porque además su vida es coherente con esa convicción”.

Tan coherente que abre sus casas de hospitalidad a cualquiera que lo necesita -incluidos ladrones, borrachos y delincuentes- lo que es fuente habitual de conflictos. Ella misma sufre un intento de violación por parte de uno de los internos que acoge.

“Ella se va a vivir con los sin techo y comparte su vida. Incluso cede su cama si llega alguien y no queda ninguna libre. Es una vida realmente admirable, como un San Francisco moderno”.

La sensibilidad social de Dorothy Day nace con las primeras lecturas que su padre puso en sus manos: los libros de Dickens en los que el escritor británico reflejaba la pobreza de su tiempo. En la Universidad se familiariza con la cultura socialista, pero es en el barrio contracultural neoyorkino de Greenwich Village donde explotan sus inquietudes sociales en un contexto más anarquizante y hasta hippie, en un entorno sexualmente libre.

“En el fondo ella era una protohippy. Le gustaba mucho el sexo y lo practicó abundantemente hasta que se convierte y decide que esa actividad sexual no es compatible con una católica. Pero siempre lo echará de menos. No es ñoña en absoluto”.

La autora de ‘Perseguida por el amor’ explica también que “no le gustaban las labores de la casa, ni era una gran organizadora, pero debía tener un gran carisma, que es lo que le permitió sacar los proyectos adelante. Y era una persona muy culta”.

De hecho, en las treinta casas de hospitalidad que el movimiento llegó a tener dio alojamiento a 50.000 personas y comida a 185.000, con lo que, pese a las insuficiencias del modelo, “funcionó y muchas personas se valieron de su iniciativa”.

En el Village conoce al dramaturgo Eugene O’Neill, con el que mantiene una relación, así como a los escritores John Dos Passos y Malcolm Lowry, entre otros. En toda esta etapa, previa a su conversión religiosa, es ya muy fuerte su inquietud social.

Su conversión es un proceso lento, que se va tejiendo en el tiempo. “Cuando se bautiza, la verdad es que no tiene muy claro lo que está haciendo -le ocurre un poco como a Chesterton- y lo ignora todo de la cultura católica”, explica Gómez Acebo.

Su amigo Peter Maurin será la persona encargada de introducirla al mundo católico a través de la lectura de las encíclicas más importantes, así como mediante las figuras del personalismo cristiano, como Emmanuel Mounier o Jacques Maritain, con los que comparte una visión humanística marcadamente social.

Este cambio personal tendrá consecuencias dolorosas para Day pues, aunque su compromiso social no disminuye, se ve rechazada por muchos de sus antiguos compañeros de luchas.
Impulsada por Maurin, que es un hombre clave en su vida -si bien en su faceta de amigo íntimo, impulsor y colaborador- Dorothy Day montará un gran movimiento social, el ‘Catholic Worker’, que tendrá inicialmente como actividad principal un periódico y que finalmente se traducirá en una intensa acción social. “Ella decía que la denuncia no era suficiente, que había que pasar a la acción”, explica Gómez Acebo. Y lo hizo.

Así que, espoleada por la pobreza que asolaba el país como consecuencia de la Gran Depresión, y que ella misma padeció también en parte, montó una red de casas de acogida para personas sin recursos. Su otro gran proyecto de granjas sociales fracasas y terminan como centros de vacaciones para niños.

Todo comienza en el periódico, que llegará a tener 190.000 suscriptores, y desde donde realizará una valiente labor de denuncia no exenta de dimensiones polémicas.

En el lado positivo, es una firme defensora de los derechos civiles de los afroamericanos, y critica su segregación ya en 1920, en un momento en el que pocos manifiestan esta sensibilidad.

Asimismo, defenderá que las feministas presas sean tratadas como presos políticos y no se las encierre con los delincuentes comunes, lo que será uno de los motivos que le llevará a pasar temporadas en la cárcel.

Otro de esos motivos fue su rechazo a colaborar con las campañas de prevención de la guerra nuclear que impulsaba el gobierno y que, de cuando en cuando, obligaban a la gente a refugiarse en refugios. Day creía que se estaba exagerando el peligro y que esos programas sólo alimentaban el miedo.

Más discutibles, desde nuestra perspectiva, son otras decisiones. Su pacifismo le llevó a rechazar que EEUU entrara en la guerra contra Hitler, opinión muy impopular que le supuso perder un gran número de suscriptores del ‘Catholic worker’.

También fueron muy polémicas otras opiniones políticas. “Alabó mucho a gente como Castro, Lenin o Marx, aunque no les había leído. Ella decía que habían intentado cambiar la sociedad y que esa buena intención le parecía suficiente”, explica Gómez Acebo.

Dorothy Day es, sin duda, un personaje lleno de aristas y contradicciones, aunque ella no las percibiera como tales. “Ella cree que actúa conforme a las señales de Dios en su vida y, aunque se equivoca mucho, nunca es consciente de ello”.

Fue una de esas mujeres que no eligió bien a los hombres de su vida afectiva -con la excepción quizás de Eugene O’Neill- y que tampoco fue capaz de mantener una relación adecuada con su hija. “Se reconcilia con ella al final de su vida y admite que nunca le ha prestado la atención necesaria”, explica Gómez Acebo.

Ese replanteamiento vital se produce como consecuencia de una segunda conversión, que le lleva a tomarse un año sabático para buscar el modo de estar más cerca de Dios.

“En esa época pasa un periodo con las Hermanitas de Charles de Foucould e incluso se plantea entrar en la orden. Se muestra fascinada por la espiritualidad del desierto, aunque es muy distinta de la que ella practica”, explica Gómez Acebo, quien la ve más próxima a los benedictinos y a su ‘ora et labora’.

Pero siempre, y en todo momento, orienta su vocación social desde la dimensión religiosa. Rezaba a todas horas, hasta el punto de que sus amigos se reían de ella y decían que, cuando entraba en los bares, pedía salmos. “Su dimensión religiosa moldea su vida, y lo ve todo a través de la oración”.

No sólo eso, sino que era consciente de lo difícil que era soportar las penalidades de la labor asistencial que realizaban con los sin techo sin la fortaleza que aportaba la fe. “Quería que sus voluntarios rezaran porque pensaba que ahí encontrarían la fuerza necesaria”, explica Gómez Acebo.

Al principio fue más fácil porque la mayoría de sus colaboradores eran creyentes como ella, pero esa dimensión se fue diluyendo con el tiempo y muchos terminaron dejándolo.

Pero ella siguió fiel a su visión hasta el final, y “a su funeral acudieron mendigos, drogatas y alcohólicos”, explica Isabel Gómez. Justamente aquellos a los que había dedicado su vida.

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