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“Con La Sirvienta he explorado caminos nuevos; quiero que el público vibre”

LA SIRVIENTA

Cortesía

Vidal Arranz - publicado el 14/03/23

El último trabajo de Pablo Moreno recrea la vida de la santa Vicenta María, fundadora de la congregación de María Inmaculada, y su entrega vital a las mujeres desfavorecidas de su tiempo

El realizador salmantino Pablo Moreno es uno de los más fieles, y escasos, cultivadores de un cine de vocación religiosa en nuestro país. Cine religioso por temas, personajes y enfoques, pero sin desdeñar lo narrativo, la capacidad de cautivar y la emoción. ‘La sirvienta’, que presentó recientemente al Papa Francisco en el Vaticano, es su último trabajo y supone un paso adelante.

Como otras obras anteriores suyas, surge del afán de una orden religiosa por dar a conocer su trabajo y su historia; en este caso las religiosas de María Inmaculada. Y como también es habitual en su trayectoria, la historia arranca de un presente desde el que se evoca el pasado: en este caso el de la santa Vicenta María, fundadora de la congregación religiosa que nos ocupa.

Pero, en esta ocasión, Moreno ha querido ir más allá. “Quería explorar caminos nuevos y contar la historia de otra manera pensando en ampliar el espectro de nuestra audiencia. Quiero lograr que el público vibre con esta historia”, explica el cineasta, asentado en Ciudad Rodrigo, municipio donde ha montado uno de los pocos estudios de rodaje que existen en España.

“Es una película fuertemente vocacional y he buscado contarla con un lenguaje más moderno y más pegado a lo que el público más joven puede estar acostumbrado a ver”, explica.

Con este objetivo, ha renunciado a la música sinfónica de aire romántico que acompañaba sus otros trabajos, para apostar por sonoridades nuevas, de soul sinfónico, que contrastan en cierto modo con el periodo histórico (finales del siglo XIX comienzos del siglo XX) sin resultar agresivas o molestas al espectador.

“Al principio era una película más clásica, y así fue rodada. Pero hace un año me di cuenta de que el cuerpo me pedía más y se me ocurrió la idea de realizar un montaje más emocional que lineal, un poco a contracorriente”, recuerda Moreno. 

La película cuenta la situación penosa de las mujeres que llegaban a la capital desde los pueblos en busca de trabajo como empleadas de hogar, y las penalidades que solían encontrar víctimas de engaños, robos y falta de trabajo. Este es el caldo de cultivo en el que surge la vocación de Vicenta María, gracias al ejemplo personal que contempla en su tía Eulalia, que es la primera que inicia esa labor asistencial a mujeres sin fortuna.

“Quería contar que la vocación religiosa no es algo que surge en un momento aislado, aunque, en efecto, hay detonantes, y aquí lo es la contemplación de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Pero en realidad la vocación es resultado de una suma de acontecimientos que hacen germinar una convicción”, explica.

Aquí esos elementos son el descubrimiento de las diferencias sociales -la niña Vicenta María descubre que hay otro mundo de mujeres desamparadas más allá del confort de su hogar burgués- el testimonio de sus tíos, las conversaciones con su tía monja…

Este contraste de realidades propicia uno de los momentos más intensos y fuertes, mediante un montaje paralelo de los dos mundos que resulta muy impactante. “Buscaba ese choque porque expresa muy bien lo que ella sentía. ‘¿Cómo puedo sentirme bien si salgo a la calle y no veo más que desgracias? Yo visto bien y ellas van con harapos’, reflexionaba Vicenta María”.

El componente emocional de la historia está especialmente trabajado en esta ocasión. “A veces te centras mucho en los hechos que quieres contar, y relegas momentos de intimidad que son necesarios para la historia. Pero aquí hemos priorizado lo que nos parecía más importante: el afán de búsqueda de Vicenta María, su necesidad de responder a la realidad que ve”. 

Moreno nunca ha querido renunciar al cine que le gusta hacer en nombre de la audiencia, pero jamás la ha despreciado, y aspira a llegar al mayor número de personas posibles, lo que no siempre consigue, debido a las limitaciones del cine religioso en este país.  

Por eso, porque aspira a llegar a todo el mundo, narra historias con un fuerte contenido social y describe a personas que, incluso teniendo una dimensión religiosa y espiritual muy fuerte, algunos son santos, son profundamente humanos y entendibles. 

“Nunca había interpretado a un personaje religioso y estaba aterrada”, reconoce Cristina González, la actriz que encarna a la Vicenta María adulta. “He intentado humanizarla, llevarla a la tierra y trabajar con la verdad de su entrega a su causa”.

“Pablo me dio la clave: ‘ella tenía una vocación y tú tienes otra, la de actriz: trabaja desde ahí’. Y así lo hice. Trabajé su vida desde mi propia experiencia”, explica la intérprete de ‘La sirvienta’.

Con todo, Cristina González del Valle no se conformó con eso y quiso ponerse en contacto con la congregación para conocer más de cerca a aquella mujer a la que debía encarnar. Las religiosas le permitieron ver la habitación en la que pasó sus últimas horas, las cartas a su padre… “Fue una mujer adelantada a su tiempo, una revolucionaria, y feminista, que dio su vida por ayudar a las mujeres que estaban en peor situación”, resume la actriz.

Su historia es una historia que incluye también unas buenas dosis de contrariedades y conflictos, de los que no es el menor el rechazo con que su vocación religiosa fue recibida por su padre hasta casi el final de sus días. “Interpretarla me ha enseñado a ser mucho más valiente. Hubo momentos en los que se torcieron las cosas, pero ella nunca se rindió”, explica González del Valle. 

Mención aparte merece el papel de la tía Eulalia, interpretado con convicción y vigor por Assumpta Serna, una habitual ya en el cine de Pablo Moreno, desde que protagonizara ‘Red de libertad’. “Assumpta se apunta a todo lo que le planteo y le agradezco mucho la confianza porque es una grandísima actriz. Su personaje es esencial, pero también el del tío Manuel María, que es una persona fuera de lo común en el Madrid de la época”.

“Suelo utilizar el recurso de que la historia del pasado se cuente desde el presente, porque ayuda a acercarla y a rellenar las necesarias elipsis que tienes que aplicar a unas vidas que no caben en una película”, explica el realizador salmantino. 

Pero en esta ocasión Moreno había pensado prescindir de la trama auxiliar del presente, para no repetir un recurso que ya había utilizado antes, y fueron las religiosas de María Inmaculada las que le pidieron que no lo hiciera. 

“Las religiosas me dijeron que era importante para ellas explicar que siguen funcionando, que esa no era una historia sólo del pasado”, recuerda el director. “Me contaron que cada semana reciben a 300 chicas sólo en Madrid, que siguen vivas”.

Historias religiosas las de Pablo Moreno, pero en las que, además, tienen un protagonismo creciente las mujeres. Ya eran centrales en ‘Poveda’, como destinatarias de la labor social del fundador de la Institución Teresiana, pero lo son mucho más en ‘Luz de soledad’ (sobre Soledad Acosta y los orígenes de las Siervas de María), ‘Red de libertad’ (que narra la labor de Helena Studler, una monja de las Hijas de la Caridad que salvó a miles de prisioneros de los nazis) o ‘Petra de San Jose’ (sobre la fundadora de la Congregación de Madres de Desamparados). Y ahora esta línea conduce a la admirable aventura de ‘La Sirvienta’. 

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