Esta semana, la japonesa Marie Kondo ha revolucionado los titulares de la prensa internacional, al reconocer que ya no puede mantener el nivel de orden en su hogar, ese nivel de orden que la hizo mundialmente famosa antes de la llegada de sus tres hijos.
Y yo, de todo corazón, afirmo que esta super-crack del orden nos ha dado, en esta ocasión, una nueva lección, más completa y más compleja. Porque el orden no sólo es espacial, también es temporal. Y ella ha pasado de una dedicación total a las cosas materiales, a compaginarla con la dedicación de sus hijos pequeños. Creo firmemente que nunca ha sido más ordenada que ahora.
Una estrella del orden en España, mi amiga Bego, “La Ordenatriz”, señala en su libro "Limpieza, orden y felicidad" que:
"La vida es un progreso. El orden que te servía, que te ayudaba a los veinte, no te sirve a los treinta, o no te sirve con la llegada de los niños, o no te sirve cuando tienes mascotas en casa."
La Ordenatriz nos avisa de que puedes llegar a todo, pero no puedes llegar a todo al mismo tiempo, ni con la misma intensidad: una cosa después de otra.
La vida, cuando la ordenas de verdad, necesita pequeños o grandes cambios que se adapten a tus necesidades. Y, si la llegada de tres niños pequeños no te cambia la vida, es porque seguro tienes desordenadas tus prioridades.
Marian Rojas Estapé nos recuerda que: "Tenemos que ser capaces de mirar hacia dentro, perdonarnos y perdonar". Vivimos en una sociedad que nos obliga a ser pluscuamperfectos: casa ordenada, niños sobreestimulados y felices, comida saludable, trabajo impecable, pareja y amigos cuidados, etc., y el tiempo no nos llega. En la juventud, muchas personas aspiran a una perfección inalcanzable. La felicidad quizá se encuentre en aprender a disfrutar de lo bueno.
Sin embargo, todo esto no quita para que con tres, siete o doce hijos, intentemos llegar a un nivel digno de orden en casa.
Hay una frase de don Fernando Ocáriz, que ya os he escrito en más de una ocasión, y que me acompaña siempre: "En una maleta ordenada caben más cosas". Pues, en una vida ordenada temporalmente, cabrán cada vez más cosas, incluido el orden material de la casa, con o sin hijos.
Mejor una casa vivida que una casa museo
Yo siempre he defendido que prefiero una casa vivida que una casa museo. Casas abiertas, como las que nos animan a tener las autoras del libro Teología del hogar (Carrie Gress, Noelle Mering, y Megan Schrieber).
Ellas nos recuerdan que, algunos de nuestros amigos no pasarán por las puertas de una iglesia pero sí pasarán por las puertas de nuestra casa: ¡que nuestros hogares sean la puerta del Cielo para muchos!
Organicemos los tiempos para conseguir que nuestros hogares sean un remanso de paz, no sólo para nuestros hijos, sino también para nuestros amigos. Hogares abiertos, dispuestos a recibir, a acoger, sin miedo a la mancha en la alfombra. Sabiendo que,al día siguiente alcanzar el orden habitual nos costará el doble. Pero, priorizando, ordenando, mirando al Cielo, lo conseguiremos.
Lo mejor, para los de casa cada día
Un punto del libro de Marie Kondo que me encanta, y que siempre me propongo aplicar, es su recomendación de usar lo bueno (la vajilla buena, la mantelería especial, etc.) todos los días, con los de casa, en vez de reservarlo para días especiales, o para cuando vienen invitados.
Es la mejor manera de no desordenar nuestras prioridades. Que son, ni más ni menos, que ellos, los nuestros. Son ellos los que se merecen la mejor cristalería, la mejor sonrisa, la mejor dedicación, como ha hecho la reina del orden… Definitivamente, creo que, esta semana, Marie Kondo nos ha dejado su mejor receta para una vida ordenada. Why not?