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¿Cómo es decir adiós a mamá? 

madre muerte

Hija atenta abrazando a madre moribunda con cáncer en el hospital

Sheila Morataya - publicado el 11/01/23
Cómo llevar la muerte de la propia madre: la psicoterapeuta y colaboradora de Aleteia Sheila Morataya habla, desde un punto de vista profesional pero también personal, de cómo abordar este trance

El Hijo de Dios nació de una mujer. Una mujer joven, una mujer virgen, una mujer sencilla. Una doncella que no soñaba con estar en Forbes, ni ser una mujer poderosa en la sociedad.  Quería ser aquello para lo que Dios la había creado y soñado, esposa y madre. Por ello ser madre es gozar de la confianza de Dios para gestar a sus hijos y encaminarlos al cielo. Es esto en lo que cree la mujer cristiana. 

Pero además, ser mujer cristiana convierte a cada una en madre se haya tenido hijos propios o no. Pues la naturaleza de la mujer y madre es esta: custodiar, soportar, alimentar y  amar hondamente a un ser que también lleva su sangre. Lo explica brillantemente Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz

Por esta razón, saber que vas a perder a tu madre produce una tristeza diferente y una sensación de vacío en el alma como nunca antes se ha experimentado. 

Produce un sufrimiento mental que muchas veces está fuera de nuestro alcance superar. Por ello vamos a psicoterapia. Pero es sólo gracias al poder de la fe que logramos atravesar esta herida y sanar. 

¿Cómo me preparo? 

Los poetas, los escritores, los artistas y hasta hombres que decidieron no tomar el camino del bien, no se limitan al hablar de la mujer más importante de sus vidas, la madre. Mom, mamá, mother, mami, mamma, maman, mae…. La madre es ese amor eterno e inolvidable que escuchamos en una famosa canción. 

Pero, ¿puede prepararse uno para la muerte de mamá? ¿Puedo contarles a mis amigos que mamá está muriendo? ¿Es lo mismo quedarse huérfano a los diez años que a los cincuenta? No lo sé. Pero en este artículo quiero simplemente darte algunas ideas para tu propio proceso y que, en el fondo, me han servido a mí.

De acuerdo con la investigación de la psiquiatra Elizabeth Kübler-Ross, pionera en los procesos de muerte y experta en cuidados paliativos, el proceso de duelo en una persona pasa por estas cinco etapas: tristeza profunda; ira; negación; negociación o  interrupción de las actividades habituales; y necesidad de reubicar la vida propia. Explicaré brevemente cada una de ellas. 

Las cinco experiencias del corazón, la mente y el alma

Tristeza profunda: cuando se nos da la noticia de que nuestra mamá tiene una enfermedad terminal, se produce un shock y una incredulidad espontánea. Todos sabemos que morir es parte del proceso de la vida, pero nadie está preparado para comprender el sentido único que trae consigo la muerte. Es todo este manojo de vivencias y sentimientos lo que produce que surja una tristeza profunda. ¿Qué haces con ella? 

– Obsérvala, lo que te pasa es normal. No estás deprimido.

– Acéptala. Hazlo pronto, deja libre a mamá.

– Vívela. Si necesitas llorar, llora. Si necesitas ir a terapia, acude a terapia, si quieres hablar con un sacerdote, búscalo. No tienes que vivir solo este proceso. 

Ira: Todas las personas sentiremos enojo ante la pérdida de nuestra madre. Sin embargo, aquellas que la pierdan de manera repentina, la podrán sentir con más intensidad. Este es el caso del Príncipe Harry de Inglaterra, que cuenta en sus memorias cómo llego a reclamarle a su madre, la Princesa Diana, que los hubiese dejado de esa forma. Por esto mismo, cada duelo, cada pérdida es única. ¿Qué debes hacer si estás enojado o colérico? 

  • Exprésalo a Dios, a tu director espiritual, a tu psicoterapeuta o a aquella persona que sabes te escuchará, no te juzgará y te orientará.
  • Llora. Llora dentro de una iglesia, en presencia de Dios. Con tu director espiritual, con tu psicoterapeuta. Todo esto es sanador, terapéutico. Ser vulnerable no quiere decir que a la hora de los ritos en comunidad no mostrarás la entereza cristiana. 

Negación: como lo he explicado más arriba, cada persona tendrá mucha dificultad en aceptar que pronto vivirá una pérdida. Quizá la más importante de su vida. Es por esto mismo que habrá muchas personas que seguirán su vida como si todo estuviera bien. De acuerdo a la neurociencia, esto también es normal, pues al cerebro no le gustan los cambios. Tendrán que pasar por lo menos 90 días antes de aceptar que mamá ya no está o que pronto no estará.

Balance de la propia vida

Interrupción de las actividades habituales o negociación: eres una persona de fe; eres una persona fuerte, madura, con una familia y un trabajo profesional estable… sin embargo, en el momento en que sabes que tu madre va a morir, y no buscándolo, no puedes enfocarte igual, una nube negra se posa frecuentemente sobre tu cabeza; dejas de hacer ejercicio, cancelas algunos compromisos sociales y te encuentras pensando frecuentemente en ella. Todo esto es normal, siempre y cuando no paralice tu vida y tus relaciones por completo.

En realidad, el duelo por la pérdida de una madre comienza en el mismo momento en que te dan la noticia de que le queda poco tiempo de vida. Pero hay una diferencia muy importante en torno a la fe: Dios te llenará de fortaleza y superarás el dolor con la gracia de Dios.  

Necesidad de reubicar la propia vida: perder a la madre es como una llamada a hacer balance de la propia vida. Es buscar aquello que importa y soltar muchos aspectos superficiales de la vida.

La muerte de una madre nos acerca a Dios, nos pone a reflexionar, nos hace pensar en cómo va a ser nuestra vida sin ella. También nos hace valorarla más y pensar en todas aquellas cosas que hizo por mí desde que era un niño o una niña.

En mi caso personal puedo decir que mi mamá me inspiró a trabajar con alegría y ahínco. En su tiempo, gozó de gran prestigio impartiendo clases de cocina a cientos y cientos de mujeres en El Salvador.

Esta necesidad de sentir reubicar la vida, es porque de forma inconsciente en la mayoría de los casos, sabes que ahora tú eres la generación mayor, aquella que tiene la responsabilidad de dejar un legado igual o mayor al que te deja tu madre, especialmente si eres mujer. 

"La muerte de un ser querido es un agujero negro al que no podemos dar ninguna explicación. Si se custodia la fe, la muerte no tiene la última palabra"

"Recordemos aquel gesto de Jesús: 'Y Jesús lo restituyó a su madre', así hará con todos nuestros seres queridos y con nosotros cuando nos encontraremos, cuando la muerte sea definitivamente vencida en nosotros. Ella ha sido vencida por la cruz de Jesús. ¡Jesús nos restituirá en familia a todos!"

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